ENDEUDAMIENTO AGROPECUARIO
El Atraso Cambiario fue el Caballo de Troya que venció a los productores.
RESPONSABILIDADES: POLITICAS, TECNICAS Y GREMIALES.
Por Pedro Hernández.
La década del 90, quedará en la historia como el período en que se produce el mayor engaño al País. A los productores se les vendió el discurso productivista, según el cual el alza de costos en dólares había que superarlo aumentando la productividad.
Al país urbano, se le vendió la imagen de un enriquecimiento casi mágico; trabajando lo mismo, los salarios aumentaban en dólares y así muchos creyeron tocar el cielo, el auto en mil cuotas y todos los electrodomésticos, estaban al alcance de la mano. Nadie se preguntó, como de improviso, los pobres de ayer, hoy podían hacer realidad sus sueños. He ahí lo que puede hacer el marketing y la desinformación. La mayor responsabilidad le corresponde a gobernantes y tecnócratas. La mejor prueba de ello es que cuando los negativos efectos sociales y económicos eran notorios, no atendieron los reclamos y continuaron dogmáticamente impulsando el modelo en curso.
No fue posible discutir los argumentos de algunos técnicos y políticos que se oponían. La libertad de ejercer la libre expresión estuvo claramente recortada, yo diría negada por los grandes medios, siempre funcionales al discurso oficial y oficialista. No nos vamos a llamar a engaño, este funcionamiento del ejercicio de la libertad de expresión, es entre otras causas, el gran responsable de la actual crisis del País. Crisis por otra parte que no es sino la acumulación histórica de crisis casi cíclicas ocultadas, minimizadas o soslayadas en los últimos 50 años. Hay pues una impunidad político tecnocrática vehiculizada por el manejo clientelistíco del País, que hoy nos pasa la factura. Por tanto es muy importante trasmitir a la opinión pública como se ha desarrollado este fenómeno del atraso cambiario.
En el comienzo de 1991, el gobierno del Dr. Lacalle lanza el plan de estabilización de la economía (así se le llamó), con ancla cambiaria. Basicamente se pretendía bajar la inflación, lo cual se realizó. Del costo social y económico para vastos sectores, los hechos son muy elocuentes. El mecanismo funcionó de la siguiente manera: a una economía indexada, se ancló el valor del dólar. Por este mecanismo, se corrigieron por IPC los costos internos de la economía; salarios, energía, impuestos, etc. Como el dólar no se ajustó en la misma forma sino que el ancla lo mantuvo rezagado, la consecuencia fue un aumento de los mismos costos, en dólares. A este desfasaje se le llamó atraso cambiario, aunque el nombre es lo de menos, no así las consecuencias. En algunos rubros los costos aumentaron más de un 100% en dólares, como la Contribución Inmobiliaria Rural que en algunos casos superó el 300%.
Carlos Bautes comentaba en un estudio realizado en el año 2000 lo siguiente:
“Ya no se discute, y es un importante logro, que el origen del sobreendeudamiento es la drástica caída del ingreso neto de las explotaciones provocada por el cambio de las relaciones de precios que determinó el atraso cambiario. Las tres vías del endeudamiento, es decir la inversión, el aumento de escala y la desnaturalización del proceso productivo responden a la misma causa.
A inicios de los noventa, el análisis de la apertura de la economía imponía claramente la necesidad de invertir en tecnología para aumentar la productividad, bajar el costo por unidad de producto, y mantener o aumentar la competitividad. Esta era la respuesta natural a una caída tendencial de los precios en el tiempo. Simultáneamente, si el análisis de la empresa mostraba restricciones de tamaño, era inevitable aumentar la escala aumentando la demanda de inversión. En los rubros más intensivos, en los que además había más oferta de tecnología disponible, el análisis económico y financiero mostraba con claridad que la toma de riesgo para la inversión era la mejor respuesta al desafío. Esta respuesta se traduciría más adelante en el fenomenal aumento del producto por todos conocidos.
La Administración del Estado estimuló explícitamente la toma del riesgo en las decisiones empresariales mediante un discurso monolítico, sin contradicciones, que tuvo resonancia masiva a través de todos los medios de difusión a su alcance. Y consecuente con el discurso, también estimuló el uso del crédito implementando líneas operativas a dicho efecto. Independientemente de que el modelo económico propuesto fuera justo o no, no era Juan Perez quien presentaba el menú de oportunidades a los empresarios agropecuarios. Implícitamente, el modelo dejaría por el camino a una enorme masa de productores jugados a las nuevas reglas de competencia, aún cuando las variables macroeconómicas se hubieran congelado en la situación de 1990. En tal caso, se hablaría de la “reconversión” hacia otros sectores de la economía como el saldo menos malo del “ajuste por la tecnología”.
La Administración del Estado indujo a error en la toma de decisiones a uno y a otros, que con un análisis diferente podrían haber optado por realizar sus activos o por no invertir si la escala lo permitía. Deben existir pocos antecedentes en el mundo, en los que el “marketing” de una propuesta de reconversión para la agropecuaria fuera tan engañosamente exitoso. El apoyo unánime de los dirigentes gremiales, y los aplausos de pié con ovaciones a los discursos de los ministros en asambleas, constituyen una prueba indiscutible. Ello sucedió en el mismo momento en que se consolidaba el atraso cambiario que conduciría inevitablemente a la descapitalización, y en el cual las pocas voces de alerta que aparecían eran denostadas con arrogancia por los representantes del Equipo Económico de la Administración."
Hasta aquí los comentario de Bautes, que compartimos. Nosotros agregamos, los productores del agro aplaudieron, entonces, a sus propios verdugos. El aumento de los costos internos en dólares, repercutió sobre los sectores productivos dedicados a la exportación y los que debían competir con productos importados en el marco de la apertura de los mercados. Las importaciones se beneficiaron de un dólar barato, que subsidiaron con su ruina los sectores antes mencionados. Todos fuimos testigos del cierre de industrias con la secuela de la pérdida de fuentes de trabajo. Es bueno que refresquemos la frágil memoria. Muchos exportadores pudieron pasarse a importadores.
El sector agropecuario como no podía ser de otra manera, fue el más afectado dada su condición de rehén. Para que el país entienda, el productor es rehén: del clima en todos sus aspectos, de los procesos productivos que no se pueden detener y que tienen tiempos biológicos (una vaca demora nueve meses en parir un ternero), de la industria (muchos productos son perecederos y cuando llega su ciclo, deben ser comercializados cualquiera sea su precio), tomador de precios, etc.
En el marco de variables de tal magnitud es fácil percibir que poco pudo hacer, salvo producir más, para tratar de superar el alza de costos motorizada por el atraso cambiario, que se negó oficialmente hasta el año 1994 y esto fue lo que hizo el productor. Más adelante veremos los resultados.
¿Porque los productores no pudieron prever el impacto del atraso cambiario? El atraso cambiario fue un impuesto que el productor pagó sin pasar por ventanilla y la característica relevante es la imprevisibilidad del mismo. Como la producción agropecuaria es de mediano y largo plazo, el impacto es recogido al realizarse la misma cuando no hay posibilidades de cambiar nada. Frente a esta incertidumbre el discurso productivista de los gobernantes alentaba a aumentar la productividad para superarlo. El productor no recibió la información calificada sobre la magnitud del “imprevisible” impacto del atraso cambiario, desde los responsables de la conducción de la economía.
Pero la falta de cristalinidad en la información fue la constante. ¿Los bancos no sabían del atraso cambiario y su efecto sobre los costos? No es creíble que no tuvieran una proyección a futuro. Pero jugaron la más fácil y la que tanta ganancia les dio. La responsabilidad la cargaron toda sobre el productor y las garantías reales. (hipoteca, prendas, etc.)
El problema era que si ponían un costo previendo el efecto del atraso cambiario, los proyectos no tendrían viabilidad económica y por tanto habría que negarlos, desnudando así la política económica en su verdadero impacto.
Pero los riesgos compartidos no entran en la cabeza del libre mercado. (libre para los lobos) El modelo económico necesitaba del agro, en tanto responsable del 80% de las exportaciones más todos los efectos sobre la economía interna. Por tanto el rehén pagó la fiesta una vez más. Los técnicos que evaluaron la viabilidad económica de los proyectos a la hora de solicitar créditos también le fallaron al productor. Acá podemos visualizar dos realidades; por un lado muchos técnicos no pudieron percibir la magnitud del fenómeno de la economía en curso, otros trabajaron para el modelo.
Otro aspecto relevante fue la conducta del “Banco País”, que ante la duda sobre el tema no aceptó cláusulas de salvaguarda que protegiera al productor si era afectado por causas ajenas a su voluntad, coherente en la línea de los distintos gobiernos de transferir todos los riesgos al rehén. Por eso cuando decimos que la economía del país esta fundada a partir de la confiscación de recursos del agro y a productor perdido, tenemos pruebas históricas más que suficientes.
En general el gremialismo rural no defendió al productor, en líneas generales ha estado alineado con la política partidaria de los distintos gobiernos. Basta recordar los aplausos y discursos del prado en 1995 y 1996. Basta hacer un poco de memoria y ver a innumerables dirigentes rurales ocupando cargos ministeriales, directorios del Brou, etc.
El atraso cambiario trajo otras consecuencias, que permitieron minimizar u ocultar el daño causado al aparato productivo. Los asalariados, cuyos sueldos eran indexados por el IPC, vieron incrementar sus salarios en dólares. Fue muy fácil vender la imagen de prosperidad sin que nadie se preocupara de averiguar quien pagaba. El hecho de poder acceder cada vez a más bienes de consumo y adentrarse en el consumismo, pareció la panacea y el comienzo de un tiempo feliz interminable. Ahí comenzó el gran negocio de los bancos y los importadores.
Búsqueda del 24 de febrero de 1994 titulaba : Con un “dólar barato” y menos impuestos, los uruguayos siguen comprando electrodomésticos, autos y alimentos importados.
El observador del 27 de mayo de 1994 titulaba; Dijo que la actual política carece de equilibrios y no tiene futuro. DAVRIEUX: El País no resiste creciente déficit comercial.
Hoy decimos, pese a ello y con Davrieux atornillado en la OPP, ni el gobierno del Dr. Sanguinetti , ni la coalición que llevó al Dr. Batlle al gobierno tampoco cambiaron la política económica. Las razones expuestas sobre el impacto del atraso cambiario sobre el endeudamiento del agro, nos siguen afirmando cuando decimos que gran parte del endeudamiento no es responsabilidad de los productores y por tanto ilegítimo.
Veamos algunas cifras que van a clarificar lo que venimos exponiendo. En el año 1991, las deudas bancarias (Brou y banca privada) en el agro sumaban U$S 305 millones y en el año 1998 sumaban del orden de los U$S 1.390 millones. Las deudas de 1991 representaban el 38% del producto agropecuario y en 1998 representaban el 83% del producto. La deuda creció entre 1991 y 1998 del orden más de 400%. El producto agropecuario creció entre los mismos años algo más del 100%.Un crecimiento extraordinario del orden del 10% promedio anual. Dos conclusiones importantes surgen de los datos anteriores:
1 - La deuda tuvo un crecimiento exponencial.
2 - El producto agropecuario tuvo un crecimiento espectacular, por encima del crecimiento de la economía.
Esto nos permite decir que estamos frente a una gran paradoja, el campo aumenta la producción y en lugar de amortizar deuda, esta crece. Conclusión: no hay rentabilidad. El aumento de la productividad no alcanzó para superar el impacto del alza de costos vía atraso cambiario. Las continuas refinanciaciones, sirvieron para encubrir la más grande transferencia de recursos del agro hacia otros sectores de la economía (bancos, importadores, consumo y el estado). La clásica “solución” uruguaya de patear los problemas para adelante se utilizó una vez más. La otra paradoja es que los productores pierden y el país gana. El estado aumento el gasto en 1998, año electoral, con un discurso triunfalista, basado en los números macroeconómicos y negando la magnitud del endeudamiento del agro y la pérdida de la rentabilidad. Hasta aquí las causas y los números hasta 1998.
Después de la marcha de los productores del 13 de abril de 1999, el Dr. Jorge Batlle presidente en aquel entonces de la comisión de ganaderia del senado, habló de que los reclamos se contemplarían en menos de 30 días (año electoral). A partir de esa fecha se formaron comisiones y se realizaron una multitud de reuniones. (la clásica ganando tiempo) Las “soluciones” instrumentadas al no considerar las causas de fondo (impacto del atraso cambiario) no le sirve a la mayoría de los productores. Por tanto hoy se sigue reclamando pero parece que nadie quiere admitir que el problema se siguió agravando y los productores siguieron desapareciendo. Veamos las cifras del endeudamiento del agro con el Brou en el año 2001. El total adeudado a esa institución era de U$S 1.100 millones. El 90% de los deudores del agro, lo está con el Brou. Un aspecto nada publicitado ante la opinión pública es como se conforma ese endeudamiento. El número de productores endeudados con el Brou supera los 17.000.
La deuda se distribuye de la siguiente manera, dividida en tres franjas:
La primera franja, abarcaría a la inmensa mayoría, unos 10.000 productores, cuyas deudas son inferiores a los U$S 20.000 dólares y por un monto total de unos U$S 70 millones.
La segunda franja, corresponde a pequeñas y medianas empresas cuyas deudas están comprendidas entre los U$S 20.000 y U$S 200.000, unos 6.000 clientes por un monto total del orden de los U$S 450 millones.
La tercera franja, comprende a poco más de 1.000 deudores con deudas superiores a los U$S 200.000 y por un monto estimado de U$S 580 millones.
El monto de U$S 580 millones representaba, según algunas estimaciones en el 2001 el 100% del patrimonio del Brou. En aquel momento las garantías computables eran del orden del 50%. Hoy en medio de esta debacle de la economía las garantías que respaldan esas deudas, no llegan quizás ni al 40% de las mismas. Las herramientas están muy devaluadas y los valores de la tierra muy deprimidos. Hoy el endeudamiento bancario en su conjunto ronda los U$S 1500 millones, más del 100% del producto. Estas cifras en buena medida dejan al desnudo los graves problemas estructurales del agro.
Este enorme endeudamiento muestra además como el crédito ha sido manejado desde un punto de vista partidario y no desde un punto de vista técnico. En el año 1997 ya se veía como preocupante la deuda del agro y no se tomaron las medidas económicas adecuadas. La misma en ese año alcanzaba los 1024 Millones de dólares, 62% del PBIA.
Se siguió jugando con la economía al servicio de lo electoral. Una vez más el el interés partidario por encima del interés Nacional. Frente a la magnitud del endeudamiento, no hemos visto ningún planteo de solución fundado en las verdaderas causas del mismo. Ningún planteo hasta ahora, ni por las gremiales del agro ni por los gobernantes han hablado de un tratamiento diferencial considerando las asimetrías de la estructura del agro. Hasta ahora nadie ha hablado con claridad de la ilegitimidad de parte de la deuda. Los gobernantes hacen hincapié en el respeto de los contratos.
No tengo ninguna duda de la importancia del respeto de los contratos, es más, debería ser siempre una prioridad Nacional. Es el estado, el garante del equilibrio de las cargas en la economía, quién ha violado el Marco de Contrato, con el imprevisible atraso cambiario y a partir del 20 de junio con la libre flotación del dólar. Acá se ha gobernado con impunidad en el marco del clientelísmo político y por tanto todos los eventos económicos, que trajeron desequilibrios (devaluaciones, absorción de carteras pesadas de bancos, etc.) en los últimos 40 años, el estado los ha descargado sobre los sectores más rehenes de la sociedad.
Es importante precisar que el manejo político partidario ha creado la cultura del incumplimiento del pago de deudas, de los impuestos, etc. Siempre se saca alguna refinanciación, alguna quita, dependiendo de decisiones partidarias. En este marco los créditos no cumplen con estrictas reglas técnicas y por eso casi cíclicamente tenemos problemas en el cumplimiento de los contratos.
En el caso del agro por su monto el endeudamiento tiene un doble efecto negativo; los productores pierden y el país también, por la falta de flujo financiero que no retorna en tiempo previsto. Pero esta película es vieja y repetida. Si nosotros miramos con detenimiento lo que ha sucedido con el agro desde fines de la década del 50, veremos claramente el absoluto desinterés por crear un modelo agropecuario uruguayo. El interés de los grandes productores fue el que primó y así se formo una cultura del aprovechamiento del principal recurso del país, no en función del interés nacional.
Hoy de la mano de ésta política económica vamos entregando la tierra a extranjeros, desplazando a los productores nacionales. Para mostrar que los problemas no se tratan con seriedad, una vez más los dirigentes rurales se reunieron con el Ministro de economía Atchugarry para tratar el tema del endeudamiento. Los “mismos” dirigentes rurales que le vienen reclamando soluciones a los “mismos” políticos desde hace más de tres años. No se está hablando con otro partido en el gobierno. Por el camino han quedado cientos de productores en este tiempo. Ha dejado de ser un país serio de la mano de esta dirigencia política y gremial, que se empeña en ignorar la historia (porque los condena). No es mínimamente serio que el ministro se reúna para hablar de un tema, conocido y manoseado. Se sigue trasmitiendo a la opinión pública, la idea de un agro al que le puede servir una solución general. No es cierto, por eso se siguen yendo productores del campo.
En la situación en que está el país hoy, no es posible, ni sensato pensar en soluciones sectoriales. Es más, el endeudamiento total de la economía, por su magnitud dejó de ser un problema económico. La solución es política y con una visión de país integrado, que lamentablemente no tenemos.
Tenemos un país, de “chacritas”, funcional al manejo clientelístico. Pero para evitar a la sociedad una frustración más, debemos trabajar “asumiendo” ésta realidad. “Asumir” para cambiar. Puede ser el inicio de un nuevo rumbo, sin el cual no saldremos del trillo que nos condujo a este brete. Una tarea ineludible que el país tiene en el debe histórico, es conocerse a sí mismo. Así podrá integrarse, sabiendo quién es quién. Es la única manera de emprender la reconstrucción entre todos.
Montevideo 1 de 0ctubre de 2002.
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