¿Querés que te pinte la cara?
Sydney/Australia
Por: Walter Amaro
Vivir en el exterior, por propia elección o no, es toda una aventura. Mire usted que cuando pequeño hacía mil conjeturas preguntándome cómo, mi más fiel amigo había llegado a residir en Uruguay. Las millas marinas no existían en mi mente infantil, presumiendo que el “tano”Agustín, había dado un salto enorme para franquear ese inconmensurable abismo oceánico que nos separaba de su “bota” natal. Hoy día, algún australianito se hará la misma pregunta acerca de nosotros. La vida nos depara mil sorpresas y uno, lamentablemente, no puede asumir cuales serán éstas.
Australia fue una de las alternativas de quienes fueron forzados a un exilio por regímenes de facto. También fue destino para otros, los más, que privados de la oportunidad más elemental como el trabajo, decidieron emigrar en busca de horizontes más prometedores. Culturas conformadas por un amplio abanico de naciones, conviven en este país y, cada una de ellas, dejarán en esta isla continente, para próximas generaciones, el aporte de la suya. Nuestro desafío es aportar lo nuestro.
Desafortunadamente, el gobierno de este país está desarrollando una política de emigración que para nada favorece a la gente de habla hispana. Si bien las cifras que maneja el Centro de Estadísticas de Australia son bastantes confusas, y legible sólo para expertos, trataremos de todas formas de explicar el punto que nos preocupa. En el Censo de 1996, las estadísticas señalaban que Australia tenía 15.602.159 habitantes, de los cuales 3.247.377 habían nacido en el extranjero. De ellos, una cifra cercana a los 48 mil eran latinoamericanos. Hoy día, si bien la cifra de latinos aumentó en una pequeña proporción, se debe básicamente a la emigración de centroamericanos; particularmente de El Salvador. Los sudamericanos en cambio se pueden contar “con los dedos de la mano”.
Si bien en la década del 70 el gobierno australiano subvencionaba el viaje, estadía, seguros médicos y demás, a partir de los 80 las cosas se tornaron más exigentes. Como sería la cosa qué, en la “revisación médica” de rigor que se nos practicó en el Hospital Inglés, en Buenos Aires, se nos llegó a revisar partes íntimas de nuestra anatomía antes de autorizar nuestra visa de residentes.
Pero a lo nuestro. Hoy, las cifras del último censo dicen que somos un poco más de 19 millones y medio de habitantes, de los cuales, o sorpresa: 4.517.300 son hijos de otras tierras. Este aumento proporcional en la llegada de nuevos emigrantes corresponde en primera medida a gente proveniente de Nueva Zelanda 18.4%, Reino Unido 11%, China 8.3%, países perteneciente a la ex República de Yugoslavia 6.5% y el resto se reparte entre Sud África, India, regiones asiáticas, etc. etc. Los “charrúas” como quien no quiere la cosa, no llegamos a ser porcentuales. Sin embargo tratamos, como decíamos al principio, de dejar impreso nuestro paso por estas tierras.
Por supuesto que el panorama se presenta un poco difícil. Al minimizarse la emigración de sudamericanos nos están condenando a un mutismo cultural, debido a que nuestras generaciones van “envejeciendo” y debemos redoblar esfuerzos para mantener una continuidad que refleje nuestros sentimientos y practique nuestra cultura. Nuestros hijos nacidos en Australia viven y quieren al Uruguay por reflejo. Obstinados en respetar, por amor, las raíces maternas sin conocer, en casos, nuestro país. Pero no importa, igual se ponen la celeste para ver un partido de nuestra selección de fútbol, oyen a Zitarrosa, tocan el tambor, se pintan la cara cuando llega Carnaval y se suben a un escenario comunitario a desafinar despedidas.
Sin embargo, los hijos de nuestros hijos, deben cruzar los umbrales de lo desconocido con mayor dificultad. Ya no se preguntan como sería la tierra de sus padres. Se preguntan ahora cómo es la tierra de sus abuelos. La tradición en casos se mantiene, aunque chapurreen un idioma que intenta ser el nuestro. Si a nosotros se nos olvidan nombres, calles, y reglas gramaticales, por no practicar con asiduidad el idioma español, al estar alejados del territorio por largo tiempo, háganse una idea que pasa con los niños.
De todas formas nuestro aporte es rico y valioso. Pero esto es tema para próximos encuentros. No obstante, nuestro carnaval, el más largo del mundo, según dicen, se vive en Australia al mejor estilo uruguayo. Hace pocos días, “Los Negros Armónicos” conjunto que inició nuestro encuentro con el Dios Momo por la década del 80, debutó en esta temporada. La cosa no decae. Seguimos con nuestras uruguayeses y con nuestras nostálgias prendidas a la memoria. Por ello, no es extraño encontrar por estos días a un abuelo diciéndole a purrete: ¿Querés que te pinte la cara? Cosa de seguir aferrados a ese pasado que de alguna manera se trata de simbolizar con las cosas más representativas.
Nos encontramos en siete días si así usted lo desea.