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Ahora, Correa...
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Nos habíamos acostumbrado a que Hugo Chávez, actual presidente de Venezuela, sea el líder latinoamericano del insulto, de las acusaciones groseras y de las provocaciones. Claro que el presidente de Bolivia también tiene su “mérito”, y entra en disputa cuando se trata de la acusación infundada y de las diatribas a instituciones, a órganos de difusión, a dirigentes cívicos y, por supuesto, a políticos opositores.
Ecuador, desde siempre, fue una nación cercana y solidaria con Bolivia. Nunca, que se recuerde, hubo fricciones entre dirigentes de ambos países; por el contrario, predominó el respeto mutuo y se cumplió rigurosamente el principio de no ingerencia en los asuntos internos de otras naciones. Todo esto hasta ahora, que el mal ejemplo le llegó al presidente ecuatoriano Rafael Correa quien, pese a su prédica populista, se mostraba más sereno, menos agresivo y más reflexivo. Pero ya hubo un aviso: su reciente pataleta cuando se publicó una travesura de su hermanita por alguna irregularidad en la compra de un automóvil importado.
Ahora, viene la decepción mayor: arremete con insolencia y sin rubor por su propio disparate, contra una región boliviana, Santa Cruz. Parece que le asustó la contundencia de la protesta de Guayaquil contra su régimen populista. Y, en la búsqueda de denigrar, ve similitudes entre las “oligarquías” de Santa Cruz, en Bolivia, y de Guayaquil, en el Ecuador, y hasta habla irresponsablemente de un pacto entre estas dos regiones distantes, “acusando” a ambas de oponerse a los cambios que llevan adelante sus gobiernos y que, dizque, beneficiarán a sus pueblos.
¡Cuánta similitud en la inclinación por el insulto, y la falsedad! Y cómo revela que este Correa es nomás discípulo de La Habana y Caracas, disputando también el papel del más díscolo y mentiroso. Imitando a Chávez, el mencionado disparate lo lanzó en un programa semanal de radio. Textualmente dijo que la “oligarquía” de Santa Cruz es "…muy parecida a la guayaquileña: ha dominado mucho tiempo la política y economía boliviana. Son extremadamente opulentos, semi ignorantes también, elitistas, etcétera". Vaya novel sátrapa, pretendido árbitro de cultura. Nadie sabe cuáles son sus credenciales intelectuales para calificar la sabiduría o la ignorancia de otros. Por lo que se sabe, este político tiene manifiestas carencias morales. Y si se habla de carencias intelectuales y de formación, este Correa tiene evidentes similitudes con sus colegas, en el tono y en el contenido de los insultos.
Pero no nos quedemos solamente en la bellacada. Ya es uniforme entre los populistas hablar del cambio. En Bolivia –y ahora en el Ecuador– se pretende descalificar a políticos, dirigentes cívicos, analistas, etc., que no son corifeos del régimen, con la “acusación” de cometer el “delito” de oponerse al “proceso de cambio”. Pero cambios hay muchos. Y, en este caso, es el peor: cambiar la democracia por el despotismo. Y a eso muchos nos oponemos rotundamente.
Toda sociedad, todas las leyes, todas las instituciones, son perfectibles, pero el cambio torpe e impuesto, como el que se pretende en Bolivia con una constitución espuria, no es el futuro que se espera de una verdadera causa nacional para afianzar la libertad, perfeccionar la justicia y cimentar la unidad nacional. El mal de la imposición y el agravio, también se manifiesta en toda su fuerza en el estilo de este Correa.
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