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Cambio geopolítico en Latinoamérica
por Susan Kaufman Purcell (Perfil)
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Ha habido un importante cambio en la balanza de poder dentro de América Latina. Venezuela y su presidente, Hugo Chávez, han perdido terreno ante Brasil y su mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva. La razón principal es el reciente anuncio de que el campo petrolero de Tupi, en la costa de São Paulo, puede tener entre 5.000 millones y 8.000 millones de barriles de petróleo. Extraer ese crudo será difícil debido a que está en aguas muy profundas y se encuentra cubierto por una capa de sal. Sin embargo, si el campo es bien explotado -lo que muchos expertos creen posible- las reservas de Brasil podrían doblarse, permitiéndole alcanzar un peak de producción de al menos 500.000 barriles diarios, superando a Venezuela.
Hasta el descubrimiento de Tupi, la sabiduría convencional era que Brasil estaba perdiendo poder e influencia en América Latina frente a una Venezuela rica en petróleo. Los altos precios estaban permitiendo a Chávez comprar aliados, neutralizar a sus potenciales oponentes y apoyar a candidatos opositores populistas que compartían sus ideas antiestadounidenses, anticapitalistas, antiglobalización y socialistas. La nueva riqueza de Venezuela también permitió a Chávez embarcarse en una compra masiva de armamentos. Brasil, por el contrario, parecía estar en una desventaja comparativa, a pesar del tamaño de su territorio y su economía, debido a que carecía de vastas reservas de petróleo en un momento en que los altos precios del crudo estaban redistribuyendo el balance del poder regional y global. Además, Lula no quería poner el futuro de Brasil en riesgo en un juego populista en el que Chávez sobresalía.
La situación de Brasil tras el anuncio de Tupi es muy diferente. El hecho de que el país tendrá una gran riqueza petrolera en un futuro no muy lejano significa que de nuevo es visto como un poder creciente en la región, más que menguante. Y, lo más importante, debido a que Brasil y Venezuela tienen un montón de petróleo, ahora es más fácil para la región comparar sus modelos económicos y políticos para ver cuál ofrece un mejor camino para superar la pobreza y el subdesarrollo.
Dicho de otra manera, en un momento en que los latinoamericanos están divididos en su pensamiento sobre la democracia, economías de mercado, globalización y cómo resolver problemas de pobreza y subdesarrollo, Brasil y Venezuela representan lados muy distintos del debate. Brasil ha alcanzado la estabilidad macroeconómica, ha atraído montos significativos de inversión extranjera, ha implementado políticas de desarrollo que están reduciendo la pobreza, ha creado una compañía petrolera de clase mundial y se ha vuelto un exportador de energéticos. Y ha hecho todo eso bajo un régimen democrático, con libertad de prensa y poderes legislativo y judicial que proveen un control real al poder ejecutivo.
Por supuesto, otros países de América Latina han hecho cosas similares. Chile es quizá el ejemplo más citado. Pero muchos latinoamericanos no lo consideran un caso relevante para el resto de la región, quizá porque las reformas iniciales de Chile fueron implementadas bajo una dictadura y los consiguientes presidentes democráticos han sido todos representantes de la clase media educada. Brasil, por el contrario, forjó sus reformas económicas iniciales democráticamente y fueron continuadas bajo el presidente Lula, un ex marxista que viene de la clase obrera, carece de educación superior y ha superado muchos obstáculos para llegar a ser el hombre más poderoso de su país.
El extraordinario surgimiento de Lula permite una comparación con Hugo Chávez, otro hombre que creció pobre, con relativamente poca educación y se convirtió en el presidente de su país. Pero el récord de Chávez es muy distinto al de Lula. Él también tiene el apoyo de los pobres de su país, a quienes ha dado mejor acceso a la educación y al cuidado médico, pero, no como Lula, ha usado su mandato para socavar la democracia de Venezuela y gastar una parte importante de la riqueza petrolera de su país en equipamiento militar y ayudas extranjeras. La producción de crudo y la inversión foránea están bajas y el país es incapaz de producir tanto como lo que consume.
Si el precio del petróleo bajara significativamente, Brasil podría tener mejores perspectivas de desarrollo que Venezuela. Brasil es una economía en desarrollo que tiene petróleo, mientras Venezuela es una economía basada en el petróleo. Brasil entiende la clase de políticas que le permitirán prosperar en la nueva economía global, a pesar de que aún le reste mucho por hacer. Venezuela, en contraste, es un buen ejemplo de cómo las economías equivocadas, el poder no fiscalizado y la riqueza repentina pueden crear la ilusión del desarrollo mientras en los hechos se está condenando al país a un futuro económico desafortunado.
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