El voto consular
Estuve leyendo el artículo de Álvaro Klöger sobre el voto consular / epistolar.
Como funcionaria retirada del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde trabajé los últimos 23 años de mis 38 de vida laboral, debo hacer algunas acotaciones al respecto.
En primer lugar, el voto consular es una cosa, y el epistolar es otra.
El voto consular estuvo vigente durante muchos años como un cometido más de los inherentes a nuestros Consulados en el exterior mencionados en la "Legislación consular" que continúa sin alteraciones, aunque ya se le da la misma poca importancia que a nuestra Constitución.
Hace un buen tiempo que la mayoría de esos cometidos dejó de aplicarse porque... la mayoría de los diplomáticos en destino, han venido achicando funciones para dedicarse a pasar unas lindas vacaciones quinquenales muy bien remuneradas en cualquier lugar del mundo.
De todo lo que hacían y ya no hacen, el voto consular -a mi entender- es una de las eliminaciones acertadas. Mi apreciación no es la misma de Álvaro Klüger, pero tiene tanta validez como la de él:
Cuando se aplicaba, los uruguayos disidentes se dirigían a nuestros Consulados a llenar un formulario que contenía otros datos necesarios además de la lista que decidieran votar. Eso era ensobrado por el funcionario actuante (generalmente el Canciller o el Cónsul) y enviado a Cancillería por Valija Diplomática. Lamentablemente, estaba muy lejos de asemejarse al derecho que podemos ejercer los residentes aquí, porque perdía la condición de "secreto".
Muchos votos se incluían en la V.D., así como otros tantos marchaban al cesto de la basura. Todo dependía de la tendencia política del Cónsul actuante. En conclusión, de cada Consulado llegaban votos "flechados" a gusto y placer del diplomático a cargo.
En el MRREE cambiarán muchas cosas de aquí en más, pero la idiosincrasia de la mayoría de los integrantes del Servicio Exterior no sólo no ha variado, sino que cada día obtiene algún nuevo vicio muy difícil de erradicar.
En cuanto al voto epistolar, si bien tiene más garantías que el anterior... corre el mismo riesgo al ingresar a la Cancillería. Desde la Mesa de Entrada se distribuye la correspondencia a la Dirección correspondiente, y allí corre la misma suerte que en el caso anterior.
Diferente sería si esas cartas llegaran desde el exterior a la Corte electoral, pero razones de estúpido protocolo no habilitan a los Consulados a dirigirse directamente a instituciones públicas. Esa forma especial de burocracia obliga a la Cancillería a oficiar de intermediaria y distribuir el material recibido desde el Ministerio a cada destinatario. En el caso del que hablamos... estaríamos en la misma situación.
Por esos únicos motivos, concuerdo con Krüger en que no debería de reflotarse este sistema. Pero hay algo que quisiera señalarle con todo respeto, y es que los compatriotas que viven en otros países, se dividen en dos grupos muy distintos y sus diferencias son enormes.
Los que se mencionan en la nota -y que realmente no deberían tener la menor ingerencia en lo que pasa en nuestro país- han emigrado siempre -y lo siguen haciendo- con miras a mejorar su situación económica y ejercer, en muchos casos, los oficios y/o profesiones para los que se prepararon vocacionalmente y acá no lograron desempeñar por razones de pública notoriedad.
Se fueron a pasarla mejor, les va bien, y pueden darse el lujo de venir de paseo cuando quieren. Acostumbran a hacer comparaciones odiosas de que "allá se puede esto o aquello" y "acá se mantiene el tercermundismo". En realidad, a este grupo no le interesa perderse un domingo haciendo cola en una mesa de votación, pudiendo destinarlo a su solaz y esparcimiento. Deberían optar por nacionalizarse donde estén, votar allá y perder así el derecho al sufragio en el país que los vio nacer y los formó, pero de que ahora reniegan.
Pero ocurre que hay otro "malón" de emigrados que se fueron involuntariamente, por el solo hecho de no compartir las ideas impuestas por un gobierno de facto que los acosó, y de haber permanecido en su tierra, en estos momentos estarían bajo tierra en los batallones 13 y 14 esperando que sus restos sean rescatados para acceder al derecho de un sepelio decente y a la posibilidad de otro derecho -el de sus deudos- de lograr la paz interior que implica lo que se llama en sicología "un duelo bien resuelto".
Toda esa gente siempre supo más de lo que pasaba acá de lo que supimos nosotros mismos desde 1973 hasta hace unos pocos días. Son exiliados que sufrieron un destierro injusto y que tienen el mismo derecho que nosotros, de emitir el voto que consideren adecuado para poder -al fin- volver a su tierra y recomponer su vida.
Lamentablemente, muy pocos de ellos están en condiciones de costearse un viaje al Uruguay para votar. Más bien que tratan de ahorrar el dinero necesario para concretar un viaje de regreso definitivo, privándose de necesidades básicas para costearlo, ya que sus familias han crecido en tantos años y ya no es uno o dos pasajes sino muchos más los que hay que comprar para volver.
A esos y sólo a esos, creo que les asiste el derecho de emitir su voto desde donde estén. Pero para que fuera efectivo el procedimiento y no ocurriera lo mismo que en el 71, donde por primera vez en la historia uruguaya se violaron urnas para conservar en ellas únicamente los votos convenientes... no sé qué clase de control podría servir. Sinceramente, no conozco ninguno que no se pueda trampear.
En conclusión, termino aceptando el resultado final del artículo publicado, por muy diferentes razones, pero que -de todos modos- concluyen en un mismo resultado: El voto Consular y el epistolar, no son garantía para ningún votante que resida fuera del país. Ni a los que se mantienen informados y les importa lo que nos pase a todos porque quieren volver a vivir con nosotros; como tampoco a los que "están en otra" y cuyo voto sería tan inútil como sus extranjerizadas opiniones.
Por suerte por ahora, esa garantía es exclusividad nuestra, por ser residentes... y esperemos que así sea en las elecciones venideras, aunque mi experiencia de vida me hace pensar que ya no tendremos la menor garantía de que así continúe ocurriendo.
El gobierno actual ha basado sus propuestas en ideales que ya fueron utópicos en otros tiempos, y que ahora, tantos años después, continúan siéndolo. Personalmente -porque también soy idealista- aportaré mi granito de arena porque siempre me ha importado el bien de todos, empezando por los más necesitados.
Pero no logro que mi esperanza de un Uruguay floreciente como el que conocí en mis verdes años, cuando todavía la honestidad humana era un valor apreciable, tenga cabida en estos tiempos de hoy, donde la consigna es la ley del más fuerte, que aunque sea minoría, tiene a su favor el poder del dinero, contra el que ningún altruista puede competir.
Eliza
|