Los Dos Terribles de América Latina,
Fidel Castro y Hugo Chávez
Constituyen un Eje del Mal
Por OTTO J. REICH
National Review, 11 de abril de 2005 (1)
El Sr. Reich sirvió al Presidente Bush desde 2001 hasta 2004. Primero como Sub-Secretario de Estado para el Hemisferio Occidental, y después en el Consejo Nacional de Seguridad. El ahora encabeza su propia empresa internacional de relaciones gubernamentales, en Washington.
[VERSION EN ESPAÑOL DE CARLOS EDUARDO RUIZ]
En términos militares, el Hemisferio Occidental es el área de retaguardia estratégica de los Estados Unidos. Los Estados Unidos necesitan un hemisferio próspero y seguro no sólo para asegurar un vecindario pacífico en el cual vivir, sino también para ser capaz de proyectar su poder hasta el más lejano alcance en el globo y ganar la Guerra contra el Terror.
¿Qué está pasando en nuestro vecindario? Reportes de prensa indican que una alianza izquierdista-populista está engullendo a la mayor parte de América del Sur. Algunos países andinos y centroamericanos, se están deslizando hacia atrás de las reformas económicas y la erradicación de narcóticos; y el Caribe, permanece irracionalmente hostil hacia los Estados Unidos. Esta es la realidad que los que están a cargo de diseñar políticas en los Estados Unidos, deben confrontar; y nuestro reto específico más presionante es neutralizar o derrotar al eje Cuba-Venezuela. Con la combinación del genio malvado de Castro, su experiencia en guerra política, y su desesperación económica, y el ilimitado dinero e incontrolabilidad de Chávez, la paz de la región está en peligro.
Hace un cuarto de siglo, una revolución democrática comenzó a removerse en América Latina y el Caribe. Hoy, esa revolución está en peligro de ser revertida. Cuando Ronald Reagan llegó al poder en 1981, más de las tres cuartas partes de los ciudadanos de la región vivían bajo regímenes no-democráticos, mayormente, juntas militares de ala derecha, pero también una pocas dictaduras de ala izquierda. Para 1981, la Unión Soviética y su testaferro, Fidel Castro, habían tenido éxito en respaldar tomas de poder por la fuerza marxistas en dos naciones cercanas a las costas de los Estados Unidos: Grenada y Nicaragua. Financiado por los soviéticos y por secuestros locales, tráfico de drogas, asaltos bancarios, y otras actividades delictivas, Castro había regado su ideología de violencia por todo el Caribe y Centroamérica. Para el 10 de enero de 1981, diez días antes de la primera juramentación [como Presidente de los Estados Unidos] de Reagan, el grupo guerrillero marxista FMLN [Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí] aprovisionado por Castro en El Salvador, se sintió tan confiado de una victoria sobre una junta moderada cívico-militar, que lanzó lo que llamó una "Ofensiva Final" para darle a Reagan un "regalo de juramentación" de un El Salvador comunista.
En América del Sur, una "guerra sucia" de violencia de ala izquierda en Argentina, Brasil y Uruguay, había conducido a una igual y opuesta reacción de regímenes militares de ala derecha. A manos de ambos bandos, miles de desconocidos fueron asesinados, torturados, o "desaparecidos", bajo horribles condiciones cuyas consecuencias están con nosotros hasta el día de hoy (algunos miembros de esos movimientos izquierdistas están entre los líderes recientemente electos democráticamente en América del Sur). La administración Reagan soportó ataques severos de los usualmente sospechosos de mantener ideas equivocadas en el Congreso, los medios, académicos, y las iglesias; pero se las arregló para hacer retroceder a la agresión comunista--hasta este lenguaje parece ahora obsoleto, pero es exacto.
LA RESURGENCIA DE LA IZQUIERDA. Para 1990, la marea se había volteado: No había ni un solo gobierno militar de ala derecha aún en el poder (algo por lo cual no se le dió crédito a Reagan en la llamada prensa de prestigio); más del 90 porciento de la población de la región estaba viviendo bajo gobiernos electos, y a la mayoría de los regímenes izquierdistas o movimientos terroristas, como los Sandinistas en Nicaragua, Noriega en Panamá, y el FMLN en El Salvador, le quedaban pocos meses de vida política.
La peor dictadura que quedaba era la de Castro: su régimen se estaba desmoronando más rápido de lo usual con la finalización de los subsidios soviéticos de 5 mil millones de dólares anuales. Las políticas de libre mercado y la iniciativa individual propulsaban un prometedor regreso a la
prosperidad en las Américas.
Hoy ese progreso--el legado de libertad y democracia por el que luchó Reagan--está siendo amenazado, y también lo está la seguridad nacional de los Estados Unidos. No sólo está Castro todavía en el poder, sino que él está siendo mantenido financieramente a flote por la caridad de Venezuela propulsada por el petróleo; los Sandinistas están regresando en Nicaragua; y grupos radicales violentos amenazan a la democracia desde Bolivia hasta Haití. En años recientes, líderes de centro-izquierda han llegado al poder en Chile, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia, la República Dominicana y Uruguay.
¿Deberíamos preocuparnos por estos izquierdistas? En general, sí. Nosotros sabemos que las prescripciones socialistas no proporcionan una solución a los problemas de las naciones en desarrollo--y como principal importador de bienes y de personas en este hemisferio, los Estados Unidos pagarán el precio de su éxito o su fracaso. Nosotros preferiríamos mucho pagar el
precio en bienes y servicios importados desde sociedades exitosas que soportar el costo de excendentes de población, delincuencia, y drogas, exportadas por estados fracasados. Otra razón por la cual deberíamos preocuparnos por algunos de estos recién electos líderes, es que a menudo, antiguos revolucionarios han adquirido hábitos autoritarios que son duros de romper. Nosotros, junto a nuestros aliados, estamos obligados a mantener una vigilancia estrecha sobre si estos presidentes respetan los derechos humanos de sus ciudadanos. Si un gobierno va a intentar desestabilizar a un vecino, o establecer un régimen autoritario, debe comenzar por violar los derechos civiles y políticos de su propio pueblo--mediante, por ejemplo, intimidación
de la prensa, acallando la libertad de expresión; controlando los sindicatos; manipulando la moneda; socavando a la empresa privada, mientras al mismo tiempo, crea distracciones públicas culpando a demonios extranjeros por los males de la nación. Y cuando los gobiernos toman este camino--como hicieron los generales argentinos en los años de 1980 con las Islas Malvinas, y Castro y Chávez más recientemente--ellos representan una amenaza para la supervivencia de sus vecinos.
Por supuesto, no podemos meter a todos los izquierdistas en la misma canasta. Debemos diferenciar entre individuos, y escuchar lo que ellos dicen. A través de la historia, las democracias occidentales, incluyendo a los Estados Unidos, han errado al ignorar la retórica de futuros déspotas, En los años de 1930, pocos europeos o estadounidenses creían que Mi Lucha de Hitler fuese un proyecto viable para la toma por la fuerza de Alemania y para una guerra de agresión y de exterminio de parte de un régimen político racista (algunas excepciones a esta regla, como Churchill, fueron etiquetados como promotores de la guerra y ridiculizados por los grupos sociales educados y pensantes). Los "líderes de opinión" estadounidenses siempre han subestimado la amenaza representada por Castro, inclusive después que Castro le rogó a Nikita Khrushchev, que lanzara un ataque nuclear soviético contra los Estados Unidos durante la cúspide de la crisis de los misisles de 1962. Muchos de estos mismos parlamentarios, académicos, periodistas, y diplomáticos, ahora minimizan o ignoran, a otro dictador-en-potencia en Venezuela. Los Estados Unidos no pueden permitirse seguirlos a ellos en su error, porque Chávez tiene lo que Castro siempre ha deseado--montones de dinero--y podría usarlos para hacer un gran daño.
CONFRONTANDO A CHÁVEZ. La primera tarea de los Estados Unidos, y de cualquier coalición de los dispuestos que pueda ensamblar en la región, es la de confrontar a la peligrosa alianza representada por Cuba y Venezuela. La indebida apropiación de Chávez de la extraordinaria riqueza petrolera de Venezuela, y su disposición a subordinar la soberanía de la nación a las ambiciones de Castro, está envalentonando a movimientos anti-estadounidenses que hace sólo unos años eran débiles y estaban fracturados y desmoralizados.
Desde el 2000, Chávez ha inyectado miles de millones de dólares a la economía cubana (multipliquen 80 mil barriles de petróleo por el precio de hoy y por 365 días al año); en consecuencia, permitiendo a Castro extender la vida de su dictadura en bancarrota. A cambio, Castro ha proporcionado un estimado de 20 mil o más "maestros" (léase: adoctrinadores), agentes de inteligencia y asesores militares, para convertir a Venezuela en otra Cuba.
Chávez también le ha proporcionado un paraíso seguro a grupos terroristas colombianos como las FARC, socavando en consecuencia a uno de los líderes más democráticos y exitosos de la región, el Presidente Alvaro Uribe.
Recientemente, un líder de las FARC, Rodrigo Granda, identificado como el "ministro de relaciones exteriores" de ese grupo terrorista, fue capturado dentro de Venezuela por cazadores de recompensas y entregado al gobierno colombiano. Granda, que estaba disfrutando de la "hospitalidad" del gobierno venezolano, había recibido documentación venezolana e inclusive hasta había votado en el referéndum de agosto de 2004 que ratificó el control de Chávez.
La oposición democrática en Venezuela y muchos observadores extranjeros están convencidos de que el referéndum fue fraudulento: ¿A cuántos miles de colombianos, cubanos y otros extranjeros les fue dada la misma ilegal oportunidad de votar por Hugo Chávez?.
Castro no es el único beneficiario de la excesiva generosidad financiera de Chávez. Desconocidos millones de dólares petroleros de Venezuela también están siendo desviados hacia líderes radicales como Evo Morales en Bolivia, quien promueve la expansión del cultivo de coca y apoya al régimen de Castro como modelo para las naciones andinas. Llamando a los Estados Unidos "el
régimen más malvado del mundo", Chávez ha amenazado con cortar las exportaciones de petróleo hacia los Estados Unidos (Venezuela es nuestra tercera mayor fuente de petróleo extranjero) y vendérselo a China. En marzo, durante la visita del presidente de Irán, Mojámed Katami, a Caracas, Chávez defendió públicamente el derecho de Irán a desarrollar poder nuclear, y dijo
que si los Estados Unidos usaban poder militar para detener a Irán, Venezuela cortaría los despachos de petróleo a los Estados Unidos.
BOTAS QUE MARCHAN. Chávez también está involucrado en un aumento mayor de fuerza. Conforme a reportes, él intenta adquirir de Rusia 50 sofisticados [aviones caza-bombarderos] Mig-29; 40 helicópteros de ataque y transporte, y 100 mil avanzados [fusiles automáticos] AK-47 (un número inusualmente alto para una fuerza armada de no más de 35 mil hombres); de España, cuatro
fragatas navales y un número no especificado de tanques de combate; y de Brasil, dos docenas de aviones Tucano con capacidad de ataque aire-tierra.
Estas y otras adquisiciones militares venezolanas (la cantidad de armas transferidas desde Cuba o China es desconocida) amenazan la paz de toda la región.
Los más vulnerables objetivos actuales del eje Castro-Chávez son Nicaragua y Bolivia. Una toma de poder Sandinista en Nicaragua, esta vez no por la fuerza, sino mediante una subversión trotskysta de las instituciones civiles, está siendo resistida por las mismas fuerzas democráticas que derrotaron a los comunistas hace una década. En Bolivia, una lucha ha estado
ocurriendo durante años, entre fuerzas democráticas y grupos radicales indígenas que promueven un incremento del cultivo de coca y la nacionalización de los recursos energéticos. Pero esta vez, los radicales, o fuerzas izquierdistas "anti-sistema", tienen una ventaja: ellos están
recibiendo financiamiento y asistencia política/militar desde afuera.
"Asesores" colombianos de las FARC han sido aprehendidos en Bolivia, y hace un par de años el agregado militar venezolano fue atrapado pasando grandes cantidades de dinero al partido de Evo Morales, conforme al ex-ministro de defensa boliviano.
En Nicaragua, los marxistas Sandinistas están haciendo un retorno político a través de una alianza con el partido del ex-presidente caído en desgracia, Arnoldo Alemán, actualmente cumpliendo una condena por corrupción. La alianza Sandinista-Alemán, es una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Ésta ha impedido que el gobierno electo del Presidente
Bolaños destruya misiles superficie-aire de la era soviética (SAM-7) que pueden derribar aviones comerciales o civiles. Bolaños había acordado el año pasado con el entonces secretario de estado Powell, destruír los misiles.
Aunque ella representa a la mayoría de la población en ambos países, como han demostrado encuestas y elecciones, la pro-democracia y anti-radical sociedad civil, está bajo amenaza violenta--violencia es la herramienta favorita de los radicales--y en consecuencia necesita del apoyo moral, político y material de las naciones libres del mundo. Como es usual, el liderazgo para tal apoyo, especialmente en esta parte del globo, debe venir de un país: los Estados Unidos. Además, los Estados Unidos pueden y deben trabajar con izquierdistas democráticos, siendo el término operativo "democráticos". De hecho, si ellos son como el presidente de Chile, Ricardo Lagos, ellos no son un peligro mayor para la democracia y la libertad, de lo que es el Partido Laborista de centro-izquierda de Tony Blair--el cual, debemos resaltar, ha sido nuestro aliado más cercano en Europa. Lagos es el último líder izquierdista chileno en presidir la continuación de una bonanza económica basada en políticas de libre mercado e iniciativa individual, las mismísimas antítesis del socialismo.
Y si los nuevos líderes son como Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, podemos estar igualmente calmados ya que, hasta la fecha, Lula, como se le conoce, ha gobernado sin violar ningún derecho político o económico de los brasileños. El ha llevado a cabo políticas económicas centristas y ortodoxas que han resultado en substancial progreso económico. Por otra parte, la política exterior de Brasil no tiene la inclinación izquierdista y el gratuito [sentimiento] anti-estadounidense que es un reflejo de un estado mental socialista europeo--a pesar del hecho de que el Presidente Bush le ha extendido una mano de amistad y cooperación casi sin precedentes a alguien que llegó al poder con tan fuertes credenciales de ala izquierda como Lula.
Bush ignoró los muchos años de amistad entre Lula y comunistas como Castro, y en vez, sabiamente se enfocó en el hecho de que el ex-sindicalista laboral siempre había jugado el juego democrático conforme a las reglas. Hasta cuando fue perseguido por regímenes militares, Lula nunca promovió la violencia. El fue candidato a la presidencia de Brasil sin tener éxito, tres veces antes de que ganara en el cuarto intento. Bush y Lula habían tenido varias agradables y productivas reuniones bilaterales, aún antes de que él fuese juramentado como presidente. Lula fue invitado a una reunión en la Oficina Oval [de la presidencia de Estados Unidos], algo inusual para un presidente electo. La máxima prioridad claramente establecida por Lula, es hallar una vía para alimentar a la gran porción de la población de Brasil que está malnutrida. Es probable que él sepa que las políticas de ala izquierda no levantarán a los brasileños de la pobreza ni van a poner comida en sus mesas, y eso es el porqué él ha escogido un plan económico racional y centrista en vez de las políticas castristas.
El verdadero peligro hoy, para la paz y la estabilidad regional, no emana tanto de esos relativamente nuevos presidentes electos democráticamente, como sí lo hace de dos demagogos que han estado por ahí hace un rato más: Fidel Castro y Hugo Chávez. El emergente eje de subversión que se está formando entre Cuba y Venezuela debe ser controlado antes de que pueda socavar la democracia en Colombia, Nicaragua, Bolivia, u otro vecino vulnerable. Muchos países en la región son intimidados por la habilidad del eje Castro-Chávez para movilizar la violencia anti-gubernamental, como en Bolivia; o por el estridente uso de Chávez del petróleo como chantaje, como en las naciones-islas caribeñas, indefensas y sedientas de petróleo; o por los movimientos izquierdistas de donde provinieron muchos de los actuales líderes. Algunos están simplemente temerosos de aparecer apoyando una política favorecida por el "imperialista" Estados Unidos--pero ellos tendrán que sobreponerse a estos miedos a menos que sus países paguen un severo precio.
Cortesía de Roberto Martin Montilla
(1) - Lo publicará el próximo lunes 11 de abril, National Review, una revista estadounidense especializada en política
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