Sólo queda dar batalla
por Manfredo Kempff
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Dentro de la mayor incertidumbre estamos entrando en la recta final de lo que será el descabellado referéndum revocatorio. Al parecer, son pocas las chances para que el disparate se cancele. Mientras escribimos estas líneas, sabemos que la Corte Nacional Electoral (CNE), reunida en sala plena, ha desechado toda posibilidad de postergar o suspender la consulta anticonstitucional. Poco podrán hacer, seguramente, las cortes de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, si respaldan a la de Chuquisaca que se declaró contraria al referéndum. Y menos podrán los alegatos de los juristas y el decreto de la señora Salame.
Pase lo que pase, en los pocos días que quedan por delante para la consulta, ya no vale la pena que nos quejemos más o que esperemos que este desaguisado se arregle por arte de birlibirloque. No sirve seguir insistiendo si fue una burrada la que hizo el Senado dándole todas las ventajas al MAS o que si el referéndum pondrá orden y pacificará el país. Esta consulta infame sólo va a parir más odio. Ese odio incontenible que profesa apasionadamente S.E. y que transmite todos los días, resentido, sin medirse, como ha sido su última arremetida, tan vulgar, contra el Prefecto de Cochabamba.
Así que a dejarse de protestar y a prepararse para la gran batalla que se aproxima. La oposición cuenta hoy con siete prefectos que le están haciendo ver la vida a cuadritos al Gobierno. Éste confía cambiar el escenario y dejar la situación con la cantidad inversa: siete para el oficialismo y dos para la oposición. Parece muy difícil que suceda, pero, fraude por medio, todo es posible, con los millones en cheques oprobiosos y la parición de cédulas quintillizas que se guardan en las incubadoras masistas y que serán decisivas.
Debemos hacer de cuenta que estamos ante un incendio o una inundación. Hay que salvar todo lo que se pueda. Y para eso hay que unirse contra el adversario común. Que se acaben las recriminaciones. Vamos contra quien ha decidido ponernos la pata encima y hacernos gemir. El tiempo que queda es escaso pero todavía se puede librar una formidable batalla. Si por un milagro se pudiera vencer a Evo Morales, éste igual no se iría del Palacio. Sabe que si pierde el poder hoy, no lo recupera más.
Si gana S.E., como parece, al día siguiente se instalarán en las prefecturas unos broncos masistas que, como primera medida, empezarán a desmontar todo cuanto se ha avanzado en el tema autonómico. Las luchas entre las prefecturas y los comités cívicos van a ser sin cuartel y el país entrará en una espiral de violencia, jamás vista. Ante estafa tan monumental, el pueblo no se quedará tranquilo. Ya huele a pólvora todo sitio donde visita S.E.
Queda, empero, la última carta, y es que el vocal Pinheiro renuncie a la CNE. Que la descabece. Que se las juegue. Ese podría ser el milagro.
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