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La gran mentira
El derecho a saber, el derecho a pensar,
el derecho a opinar * Luis Tappa |
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Muchas veces me he preguntado la razón por la cual mucha gente, quizás demasiadas para mi gusto, sin leer, sin buscar información, sin analizar ni sacar conclusiones, repite y repite lo que han escuchado de parte interesada y se afilian a teorías tan alejadas de la realidad como fantasiosas y malintencionadas.
Es así que a lo largo de los años, la propaganda, basada en burdas mentiras, repetidas y agrandadas reiteradamente, han hecho carne en la mentalidad cómoda y obtusa de quienes prefieren ignorar y seguir la corriente a tomarse el trabajo de informarse y razonar libremente.
Resulta más fácil repetir o, simplemente creer, lo que otros han dicho una y otra vez, machacando y machacando, que tratar de analizar y discernir con objetividad la información con que los grandes poderes bombardean y digitan la opinión pública.
La historia ha dejado de ser la historia para convertirse en un “comic” que, bajo el hábil lápiz de los dibujantes de verdades idiotizadas, se transforman en sermones que desde el púlpito del poder mueven a gusto los piolines del pensamiento universal; plataforma política que apunta a la desinformación o, a la mentira prefabricada como forma de dominación intelectual, física y mental.
El paso de los años no hace más que continuar distorsionando la historia, al son de las fanfarrias los tránsfugas de siempre nos repiten hasta el cansancio las viejas recetas que marcan el final del pensamiento individual y el derecho a saber la verdad que todo ser humano debe tener y exigir.
Está prohibido todo, está prohibido pensar, está prohibido saber y está prohibido informarse y, más prohibido aun, es discrepar con la verdad implantada a fuerza de machacona insistencia: que apunta a la sumisión del ser humano en aras de los intereses y las ambiciones de dominación que algunos ejercen.
El artículo 19 de la declaración sobre derechos humanos que la sociedad de naciones aprobara en el año 1948 son solo palabras huecas, escritas en tinta invisible; quien quiera discrepar con la “verdad” establecida soportará persecuciones ideológicas por el simple hecho de no creer en las escrituras de esta nueva Biblia, insensata y monstruosa, escrita y establecida por los nuevos profetas del mundo. El fiel de la balanza que mide el bien y el mal, según les convenga o, la pesa que la inclina.
Artículo 19
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”
La historia de ese “Siglo XX cambalache”, tal como nos la han contado, es uno de tantos ejemplos. Vemos como pasa el tiempo, ingresamos en el siglo XXI, pero las mismas patrañas siguen tan campantes recorriendo el mundo y aplastando cerebros.
No estamos aquí para defender, desmentir o justificar nada; solo queremos decir que una misma mentira, repetida miles de veces, termina haciéndose cierta y aceptada sin chistar por un mundo dominado y obsecuente. Rebaños de gente sin cerebro que aceptan, como una religión, lo que dicta la propaganda y lo que algunos inventaron como medio de dominación.
Yo tengo derecho a saber la verdad, tengo derecho a escuchar todas las campanas y sacar mis propias conclusiones, tengo derecho a discernir cual, a mi criterio, es la verdad, a quien creerle o, por lo menos, quien me ofrece razonamientos más lógicos o pruebas más contundentes acerca de las cosas que han sucedió y, siguen sucediendo en este mundo podrido, indiferente, corrupto y asesino.
Es mi derecho y nadie me puede prohibir usar mi propio albedrío para intentar entender lo que otros no quieren que entienda, tengo derecho a no aceptar que me laven el cerebro; es la mentira prefabricada y aceptada, negación absoluta del razonamiento que, escapa a la lógica más elemental del raciocinio humano.
Con esto me refiero a la forma en que se nos miente y, a la forma en que se nos han ocultado muchos acontecimientos, restado importancia a varios, inventado algunos o agrando otros.
En todos lados se cuecen habas
El mundo está lleno de telas de araña, en casa también las hay.
La historia argentina es una muy importante fuente de información acerca de la nuestra, no podemos negar que ambas están unidas por un cordón umbilical difícil de cortar: más bien diría que son la misma cosa.
Entre tantos libros y artículos leídos o, páginas visitadas, me encontré, casi sin querer, con la interesante nota de un argentino, el Ing. Luciano Reggi, la nota trata de historia argentina y la derrota de Caseros, pero de lo leído me pareció oportuno rescatar un párrafo que, por su contenido, bien vale la pena transcribir.
“Sin dudas no puede culparse a los muchachos de ignorar estos detalles, pero marca un hecho nada promisorio: la total ignorancia sobre circunstancias clave de la historia argentina.
Hay una verdad que no me canso de repetir, esta dice que el desconocimiento de los acontecimientos del pasado hace imposible la comprensión del presente y por ende la proyección del futuro. La historia argentina ha sido un catálogo de mentiras a designio destinadas a instalar dicho desconocimiento de los hechos, situación superada a través de décadas de trabajo por parte de los historiadores revisionistas. Hoy, con la mentira destruida, la táctica es simplemente la no enseñanza de la historia…”
Fuente: Luciano Reggi - http://www.rebanadasderealidad.com.ar/552.htm
El mundo es un ejemplo, nosotros somos un ejemplo, aquí también nos han contado un novelón o, por lo menos eso es lo que se enseña en centros de estudios, escuelas y liceos.
Pero ya ni eso, ¡Ahora simplemente no se enseña nada!
Casi 100 años de gobierno colorado fue demasiado, colaboraron, con la complacencia de otros sectores políticos, a la desinformación, degradación, exaltación o indiferencia sobre diferentes acontecimientos, causas, consecuencias y, actitudes de muchos personajes políticos, militares o caudillescos de entonces; es una muestra cabal de cómo se tergiversan las cosas y…
… como no se debe contar la historia.
Salvo en los dos ejemplos mencionados anteriormente, en el resto, no me he referido a nada en particular, hablo en términos generales… solo son puntos de vista. Que cada cual interprete mis palabras como mejor le plazca, es parte del derecho que todos tenemos.
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