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Año III - Nº 219
Uruguay, 02 defebrero del 2007
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Alvaro Kröger La loca idea de un estado benefactor
por Alvaro Kröger
 
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            Hubo una vez un gran país en el que la riqueza de su suelo y sus múltiples ecosistemas era tal que cualquier burrada de los presidentes, ministros de economía o gobernadores provinciales podía ser salvada por una buena cosecha. También las grandes fortunas más conspicuas y de rancio abolengo eran resistentes a hijos idiotas, eternos viajes a Europa, yernos vividores y festejantes cultores del braguetazo y hasta de capataces contumaces.

            El campo daba para todo, aquella pampa húmeda de horizonte inalcanzable era el fundamento de esas fortunas... hasta que llegó el orden, la industria arrebató el poder de convocatoria de la oligarquía local. Todo pasa y volver a las fuentes más que un acto de justicia parece ser, por estas latitudes, una impronta histórica. Tan así es que los cultores del "progresismo" apelan a la xenofobia, que todos llevamos dentro, para instrumentar políticas muy curiosas y con fines muy concretos: Perpetuarse en el poder indefinidamente. Hablar con ésta gente de una apertura al mundo, de una globalización, de un desarrollo sustentable, de inversiones extranjeras, de transferencias de tecnologías, de capacitación del pueblo, de apertura de fuentes de trabajo, es un pecado capital ya que cuanto más culto sea un pueblo, mejor alimentado y vestido, más difícil será convencerlo de las idioteces que prometen.

            En la cosecha 1991/92, la superficie sembrada de trigo fue de 4,75 millones de hectáreas, produciendo 9,9 millones de toneladas, y un rinde de 2.173 kilos por ha. En la última cosecha 2005/06, la superficie aumentó poco: 5,2 millones de ha, 12,6 millones de toneladas de producción y 2.500 kilos de rinde (casi un 20% de aumento).

            Mientras tanto, la soja aumentó la superficie cultivada de 5 a 14,4 millones de Hás. y la producción de 1,1 millón de toneladas a 3,8 millones; con un crecimiento también en rindes de 2.291 a 2.730 kg.

            Con el maíz, otro tanto: la superficie aumentó 27%, la producción 91% y los rindes, el 63 por ciento. El único que mermó fue el girasol: la superficie sembrada se redujo el 37%, permaneció casi inalterable la producción, por lo que aumentó en ese guarismo el rinde. Una auténtica revolución verde.

            Sí, estamos hablando de la Argentina. 

El revés de Prebisch

            Las razones de éstos hechos son muchas y de las más variadas. Pero en algo los economistas, curiosamente, parecen encontrar un raro consenso: la economía argentina parece haber roto el maleficio al que lo condenaba la ya histórica teoría de Raúl Prebisch acerca del deterioro de los términos del intercambio para los países que denominaba "periféricos" en desmedro de los "centrales". Teoría que costó mucho en términos económicos y por ende sociales.

            Es cuando se comparaban kilos de lomo o toneladas de trigo versus kilos de auto alemán o equipos japoneses. A la sombra y en  nombre de ésta teoría se cometieron las más irracionales políticas de protección arancelaria e intervención fiscal y promoción de actividades industriales y agro-industriales que sin la ayuda generosa y paciente del Estado, en manos de personajes poco aptos para manejar un país, no hubieran siquiera nacido.

            Según la última estadística elaborada por el INDEC, el valor índice de los términos del intercambio pasó de 86,3 en el inicio de la convertibilidad a 98,4 en su final y a 119,1 a mediados del año 2005, último dato oficial disponible.

            En lo que va del año, la soja, por ejemplo alcanzó el pico de su cotización de los últimos 24 meses, superando los $ 600 la tonelada en los mercados locales.

            Las estimaciones para la actual cosecha de granos proyectan una producción total de entre 42 y 43 millones de toneladas, todo un récord.

Socio oportunista

            El socio que se beneficia de estos movimientos ascendentes es, nuevamente, quien más castiga al sector: el Estado. Las retenciones son el principal recurso fiscal, la principal arma para redistribuir ingresos en el corto plazo y un antídoto eficaz para productores díscolos. Y a pesar de todo, la plúmbica mano estatal sigue castigando despiadadamente.

            Aun en medio de estas restricciones, la euforia global es tal que alcanza para que los ganadores de la economía del modelo K sigan siendo los hombres de campo; aunque en los últimos tiempos se le estén enfrentando férreamente y con toda razón: Buenos Aires decide y ellos tienen que acatar, aunque signifique ir en contra de los más elementales principios de la economía.

            Claro que ellos mismo se ven como los sponsors casi exclusivos de la fiesta "productivista", atizados por las amenazas de una brecha que se agranda entre los precios "consensuados" o tolerados y los internacionales. Es que los precios, una vez alejados de la mano omnisciente y omnipresente de Moreno, adquieren una dinámica en el mercado internacional que refleja la escasez relativa de los bienes.

            No es sólo cuestión de lluvias y problemas meteorológicos: también puede faltar harina o aceite de soja porque se demanda más, y esto obedece no a un decreto salvador de último momento sino a que los chinos, por ejemplo, quieren comer mejor, un lujo que cada vez es para más ciudadanos. Y en un país con 1.300 millones de bocas y una tasa de crecimiento de la economía cercana al 10% anual en los últimos 30 años, no es un dato menor, es un dato como para poner las barbas en remojo.

Cambio estructural

            Los veteranos en el tránsito de estos mercados, como Gustavo Grobocopatel (de Los Grobo, el principal productor sojero), afirman que no es un pico de demanda sino un mercado que está mutando de raíz. Y a los productores hay que escucharlos; son ellos los que arriesgan y son ellos los que consiguen los mercados. Un auténtico cambio de paradigma girando en torno al desarrollo notable del área de Asia-Pacífico, de las restricciones en el uso del agua y otros recursos naturales, la irrupción de los biocombustibles o la aparición de nuevas aplicaciones medicinales. Todo suma para que la Argentina vuelva a ser salvada por las buenas cosechas, pero en manos de industriales, no en manos de familias de rancio abolengo y trasnochada aristocracia: ésos no producen sino que se benefician de lo que la naturaleza les da.

            Es bastante egoísta de mi parte, pero cuando a la Argentina le va bien a nosotros también, y cuando le va mal nos queremos pegar un tiro. Es ésta la razón por la cual insisto en que los gobiernos "progresistas", son apenas un escollo en la vida de los países, la realidad los baja enseguida a  tierra  y a pesar de sus discursos altisonantes terminan inclinándose ante la cruda realidad: el mercado manda.

En base a un artículo publicado por CADAL

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