Las culpas, los chanchos
y los que rascan lomos… por PP Guerra |
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Ya con dos años desde que la nueva fuerza política está a las riendas del gobierno, ya no sólo se habla de las inevitables reestructuras que debieran haber emprendido los otros partidos (y que aún brillan por su ausencia) sino también sobre las que ya debiera practicar el propio partido gobernante.
Cada colectividad política nos vende a viva voz, aunque en realidad no la encare, su "reestructura" desde las distintas problemáticas internas con invariable resultado: no existe acuerdo en la clase política para encarar mancomunadamente los grandes temas nacionales... y muchas veces tampoco los pequeños.
No se logra puertas adentro de cada partido por más que todas las tiendas se empeñen por hacernos creer que sí, menos aún se puede lograr a puertas afuera y entre todos, como debiera ser. Y así van saliendo y pasando los gobiernos que se suceden, con las archi trilladas baterías antiaéreas para el mutuo ataque de gobierno y oposición en interminable corso carnavalero, pero más aburrido porque siempre es la misma canción, que como granadas de humo, pretenden ocultar o disimular las ropitas sucias o feas de cada uno.
Siendo bien gráficas, no son buenas las simplificaciones tales como que el FA es una colcha de retazos, los blancos una olla de grillos o los colorados una camándula rosquera. Si bien muchas veces actúan según estos clichés, aún intercambiados, no es todo tan fácil a simple vista como para definir cuál es la ideología de blancos o colorados, que hoy muchos creen iguales cuando no inexistente, ni tampoco resulta fácil desentrañar la del FA sin caernos en las huecas proclamas de pasacalle.
Como he creído desde siempre, los partidos políticos y sus protagonistas son el vivo reflejo de la sociedad que representan, por tanto ninguno puede, salvo las honrosas excepciones, sustraerse a la sociedad que les da el vital aliento. Entonces, la restructuración partidaria no debe significar más que la simple restructuración de la sociedad toda para encarar los graves problemas que tenemos los uruguayos. Las urgencias del país no son sólo del gobierno de turno o de la ocasional oposición en solitario: los problemas son de los tres juntos, ergo: deberíamos (pero no podemos) resolverlos entre todos juntos. Y la permanencia de los problemas es tan compartida como su resolución. Así ha sido y así será, nos guste o no.
Los partidos históricos, colorados primero y blancos después, cargan casi toda la responsabilidad por el país que tenemos hoy debido a que llevaron más sus riendas, pero no el 100%, pues la izquierda como tal existe desde hace un siglo. También debemos a los colorados, blancos y a la propia izquierda, las horas más brillantes y prósperas de nuestro país. Y esto no sólo debido a la pura bonanza económica, sino también a que tuvimos en el poder, en la oposición y en la intelectualidad, a sesudos pensadores y verdaderos estadistas; que fueron políticos duros y mañosos sí, pero que también supieron mirar lejos, imaginando y concretando la república que nos legaron entre todos ellos, y que aún hoy muchos ven como modelo.
Nuestros males de hoy no empiezan (ni terminan) en la fácil culpa hacia los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle o Batlle, ni tampoco de militares, políticos y tupamaros previos... en lindo tema para despuntar cuando empezó.
Antes como ahora y quizás hoy más, hubieron inútiles minchos políticos y ciudadanos que terminan maniatando al innovador o al que intenta el camino distinto, aún cambiando de ideas. Pero ¿acaso no cambiar durante toda la vida de opinión es síntoma de inteligencia? más bien parece lo contrario, aunque muchos quieran disfrazar el anquilosamiento o la falta de ideas con mal entendida "coherencia". El mundo ya no cambia por día, no... ¡¡sino por minuto!! ¿cómo no vamos a cambiar nosotros como pequeña nación que debe adaptarse a todos los cambios que nos impone el mundo?
Acá hubo (y hay) valores y dobleces bajo todas las banderas, y el partido se juega entre quienes quieren ganar aunque el gol lo haga otro y los que no, no existen más distinciones. Y por desgracia hay gente que, cobijada bajo engañosos principismos, prefieren echar para atrás en un partido por el mundial antes que se destaque cualquier jugador del clásico rival, en este caso 3 y no 2 ¡¡aunque todos visten la celeste!!! Patético.
Y en este partido que está haciendo el FA en su primer mundial lo que mata es, más allá de la desorientación de un ministro que decodifica temas internacionales de acuerdo a sus comités partidarios de toda la vida, observar como el resto de la cúpula frentista nos repite el plato que tanto criticaron (y criticamos) a los partidos tradicionales, y con toda razón.
Si alguna esperanza ofrecía el cambio era en la forma de hacer algunas cosas sin repetir a los anteriores... y por ahora este primer tiempo lo van perdiendo en varios aspectos, lo que no significa puedan cambiar el resultado antes del final del partido o en el siguiente, pero en estos casos lo que no se haga desde el arranque...
Y si no estamos dispuestos a hacerlo nosotros los de a pie ¿por qué exigir que los políticos lo hagan por nosotros?
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