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Reinaldo Gargano debe y tiene que irse por Ricardo Garzón (*) |
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Es indudable que el Ministerio de Relaciones Exteriores es una pieza clave en la acción de cualquier gobierno, en particular, en lo que refiere a nuestro país por su necesidad de proyectarse al exterior obteniendo nuevos mercados para sus productos.
A pocos días de que se cumplan dos años de haber asumido la Presidencia de la República el Dr. Tabaré Vázquez y de haber constituido su gabinete, cabe preguntarse si es razonable que siga cumpliendo funciones como Canciller, el Señor Reinaldo Gargano.
Es indiscutible que el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores debe ser desempeñado por una persona con un perfil diferente. Ese perfil debe caracterizarse por una formación previa en temas de negociación diplomática, conocimiento de idiomas y, sobre todo, cancha y simpatía.
Con el respeto que nos merece desde el punto de vista funcional el Sr. Gargano, al que consideramos un ministro que actúa con honestidad y de una trayectoria política coherente, en especial como legislador opositor a los distintos gobiernos que tuvo el país en los últimos cuarenta años, consideramos que no está en condiciones óptimas para desempeñar el cargo que ocupa actualmente, sin perjuicio de que cabe recordar que en los años 60, bajo régimen constitucional, alentaba por escrito la lucha armada para alzarse con el poder. (El Sol, 11 de agosto de 1967).
La política exterior del Estado se asienta en el Presidente de la República actuando juntamente con el Ministro de Relaciones Exteriores, y sucede que, en diversas oportunidades, el Sr. Gargano ha quedado al margen de su responsabilidad y cometido, no participando en negociaciones que le fueron encomendadas, por ejemplo, al Secretario de la Presidencia, como es el caso de los contactos con el facilitador español, el Embajador Yañez Barnuevo.
Obsérvese que, en Buenos Aires, ese diplomático español, estuvo reunido tres horas con el Canciller Taiana y acá se reunió con el Secretario de la Presidencia y con el Secretario General de la Cancillería.
En tal sentido, no es concebible que el Ministro de Relaciones Exteriores no participe de actos tan trascendentes como la firma del TIFA con los Estados Unidos de América.
Por otra parte, cuando participó personalmente en negociaciones, como por ejemplo las llevadas a cabo en el Reino de España, por la situación de los inmigrantes uruguayos, el resultado fue realmente desfavorable a los intereses del país.
En cuanto al rol que le cupo en el tema de las plantas de celulosa nos ahorraremos comentarios porque el juicio que merece su actuación, poblada de declaraciones infelices, ya ha sido dado por la ciudadanía.
La República Oriental del Uruguay siempre se caracterizó por el talento y la capacidad diplomática de sus cancilleres que nos han prestigiado en todos los foros internacionales en que participaron.
Figuras como Alberto Guani, José Antonio Mora Otero, Enrique Iglesias, Eduardo Rodríguez Larreta y Sergio Abreu, hicieron que el Uruguay fuese particularmente respetado en el campo internacional.
No creemos que sea el caso del Canciller Gargano. Pero además, nuestro querido país está pasando por un momento particularmente difícil en lo que refiere a su política exterior. Ello impone la necesidad de que el Presidente de la República disponga la designación de una persona con mayores títulos y experiencia diplomática que el Señor Gargano.
Para surcar las aguas tempestuosas, -como hemos señalado oportunamente- se requiere un timonel avezado.
(*) Ricardo Garzón es director del diario digital Enfoques
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