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Año III - Nº 184
Uruguay, 02 de junio del 2006
Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 

 

 

 
La distorsión como método predilecto de Hollywood
* Fernando Pintos
 

Un par de semanas atrás he visto por HBO, una vez más, la producción norteamericana "Alamo". Es una película de 2004, de John Lee Hancock, un realizador sin mayores créditos, pues desde principios de los 90 hasta la fecha ha dirigido películas sin mayor relevancia: "Hard Time Romance" (1991); "The Rookie" (2002) y la mencionada en primer término. Durante ese lapso, también trabajó como director ejecutivo para las series televisivas "L. A. Doctor" (1998); "Falcone" (2000). En realidad, "Alamo" es la primera película de cierta importancia que Hancock ha realizado, teniendo en cuenta el elenco, nada despreciable dentro de los cánones de Hollywood: Dennis Quaid (Sam Houston); Billy Bob Thornton (David Crockett); Jason Patric (James Bowie); Jordi Mollá (Juan Seguín); y Emilio Echavarría (Antonio López de Santa Anna). Ahora bien: veamos el talón de aquiles de la cinta: el libreto. Para el caso, los escritores fueron el propio Hancock y dos guionistas de Hollywood: Leslie Bohem (sus créditos incluyen mamarrachos como "A Nightmare on Elm Street: The Dream Child", "Nowhere to Run", "Daylight" y "Dante´s Peak") y Stepehn Gaghan ("Rules of engagement", "Traffic", "Abandon" y, últimamente, "Syriana"). Con la reunión de tamaños talentos, no pudo salir un guión mejor que éste, donde la originalidad radica en pintar a Bowie como un tubeculoso borracho, a Crockett como una especie de payaso, a Davis como un petimetre engolado y a Santa Ana como un monstruo criminaloide y egocéntrico& Aunque, eso sí, se añade un único detalle perfectamente acorde con la historia real: David Crockett no murió peleando, sino que fue hecho prisionero y después ejecutado, por órdenes directas de Santa Anna.

Estoy de acuerdo en que la producción resultante es una especie de mamarracho a la cual nadie debería echar más que una breve mirada de reojo, pues no pasa de simple Entertainmet from Hollywood. Sin embargo, también soy consciente de que en nuestra pasmosa Posmodernidad reina con tal extensión y desparpajo la suprema ignorancia, que para mucha gente una película de este tipo puede convertirse y de hecho se convierte en palabra santa. Y entonces, quiero enfatizar un detalle que parecerá nimio, pero que en realidad es en verdad gigantesco e ilustra con claridad sobre la gran fábrica de mentiras, insensateces, distorsiones perversas de la realidad, abominaciones históricas y monstruosidades conceptuales con que el Show Business norteamericano suele regalar, tanto a su público como a nosotros, los ciudadanos del resto del mundo.

Con respecto de la visión que Hollywood suele dar de nosotros, los latinoamericanos, y de nuestro desdichado subcontinente, esa nación irredenta llamada América Latina, nada debería sorprender a estar alturas. Según Hollywood, en esta tierra extensa que tantas riquezas les ha permitido saquear a los tiburones de la economía estadounidense, todas las mujeres se llaman "Conchita" o "Lolita" o "María"; todos los tipos se llaman "Pedro" o "Pancho"; la totalidad de individuos de género masculino anda por ahí luciendo grotescos sombrerones de charro& Y son esos mismos quienes, las más de las veces, andan por ahí durmiendo "la siesta", debidamente recostados contra cualquier pared caliza, bajo la canícula& Siempre según los gigantes intelectuales de Hollywood, en todas nuestras ciudades tenemos sin excepciones que valgan la plaza de toros, las castañuelas, las "lindas señoritas", y el pintoresco "ole con ole y ¡olé!&". Es así como nuestros desafortunados aeropuertos, pongamos por caso el de Guatemala, La Aurora, son unos antros mugrosos, sobrepoblados por pistoleros malencarados y bigotudos (véase y confróntese "The Juror", una cinta de 1996 dirigida por Brian Gibson y protagonizada por Demi Moore)& Y también de acuerdo con Hollywood, en nuestros países, cuando hay que viajar hacia alguna ciudad del interior, el trayecto se hace en buses destartalados, con sofoco y aprietos entre gente que carga desde gallinas hasta los enseres más insólitos, etcétera. En una palabra: ¡Esto es Hollywood! Y nosotros, para Hollywood, somos apenas una alucinación, un sueño de opio, una fantasía transitando, de salto en salto y de tumbo en tumbo, por los tortuosos recovecos de un montón de mentes pervertidas, llámense de guionistas, de productores, de realizadores, de diseñadores de producción, etcétera.

En "Alamo", más allá de algunos que otros groseros errores de producción, el guión se encarga de explicar, insidiosamente, que la batalla de San Jacinto fue ganada por los tejanos de Houston en perfecta regla. Atacando sobre un ejército mexicano que los estaba esperando, ya pronto para la batalla& (Heroicos que son ellos, los gringos& Sobre todo ahora, que en Irak les están dando de patadas, casi igual que como les dieron en Vietnam&). Es decir: 800 americanos atacaron a 1,500 mexicanos y los derrotaron, desastrosa y completamente, en cuestión de minutos& ¡Breves minutos!& Un dato histórico que sirve para sacar conclusiones acerca de la absoluta superioridad de los vencedores y la completa inferioridad de los vencidos& Y también para especular sobre la enorme valentía de los que ganaron frente a la indudable cobardía de quienes perdieron& Sin embargo, la historia real de la batalla de San Jacinto fue bien diferente a la de la película: en realidad, los norteamericanos atacaron un campamento mexicano donde todavía la mayor parte de los soldados dormía. Y tomaron desprevenidos, eso sí, a los centinelas de Santa Anna. En tal situación, se produjo primero una enorme confusión y después una masacre completa, cuando una turba de 800 tejanos arrasó un campamento donde los soldados salían de las tiendas de campaña, sin vestir todavía, en busca de sus armas. Aquella acción, que apenas duró 18 minutos, dejó un saldo de 630 mexicanos muertos y unos 700 como prisioneros de la gente de Houston, cuyo ejército apenas tuvo que lamentar, léase esto detenidamente: nueve muertos. Estas cifras tan radicales, explican por sí mismas algo por demás obvio& Si los mexicanos hubieran estado preparados para pelear, el ejército de Houston seguramente hubiera sufrido una paliza de ésas, al más genuino estilo de Hollywood, pero completamente al revés, por supuesto. Porque sólo de aquella oportunista manera, es decir, tan de su propio estilo, los americanos de Houston pudieron ganar esa batalla y, poco después de ella, tomar prisionero al propio Santa Anna.

Por lo tanto, "Alamo" miente con descaro en un detalle verdaderamente importante. El director y los guionistas falsearon la historia a su gusto y placer. Aunque resulta claro por demás que la historia siempre terminan por contarla los vencedores, quienes la relatan a su gusto y conveniencia& Y mucho más, todavía, cuando por añadidura se piensan dueños del mundo y amos de la verdad. De tal forma, acumulando mentiras sobre mentiras y mitos sobre mitos, individuos como John Hancock y compañía, seriamente empeñados en la ardua tarea de mantener con vida esa extrañísima y distorsionada visión que tienen los americanos acerca de sí mismos y del ancho mundo que les rodea, terminan por falsear todavía más la historia de los vencedores, porque a ellos conviene& Y véase cómo, después de todo, presuntos adalides de la democracia -pues, ¿qué otra cosa es el American Way of Life?- terminan por ser aplicados discípulos del doctor Goebbels, aquel mismo que una vez dijo que "una mentira repetida mil veces, termina convirtiéndose en verdad". Y no lo niego, bien pudiera serlo. Pero, ¿saben qué? Podrá ser así tan sólo hasta que el paso inevitable de la historia les alcance y su peso inexorable termine por sepultarlos.

 
 
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