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Año III - Nº 146 - Uruguay, 02 de setiembre del 2005

 
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Teodoro Miguel Simón Vilardebó
Recopilación de Alvaro Kröger
Sobre un texto de José María Fernández Saldaña

 

Médico, naturalista e historiador, nacido en Montevideo el 9 de noviembre de 1803, hijo de Miguel Antonio Vilardebó, marino catalán, y de Martina Matuliche, uruguaya.

El padre fiel a España a la hora en que las provincias americanas se alzaron contra la dominación metropolitana, abandonó Montevideo embarcando para Río de Janeiro, cuando las tropas del general Alvear ocuparon la ciudad en junio de 1814 y los españoles fueron sometidos a vejámenes intolerables. Llevaba a su hijo Teodoro, el cual desde Río de Janeiro fue enviado a Barcelona a continuar sus estudios. Hechas con real aprovechamiento sus estudios secundarios, inscribióse en la Escuela de Cirugía y próximo a concluirlos para iniciar los de Medicina, pasó a seguir su carrera en París, doctorándose primero en medicina a mediados de 1830, con una tesis relativa a las hemorragias traumáticas, y luego en cirugía al año siguiente.

En agosto de 1833, al cabo de 19 años de ausencia, volvió a su ciudad natal, donde revalidó sus estudios en enero de 1834 y poco después fue nombrado miembro de la Junta de Higiene.
Con mirada inteligente, pronto abarcó el campo abundante en deficiencias en que se desarrollaban las actividades de la corporación y luego estudió y propuso para su vigencia varios reglamentos en materia de policía sanitaria.

Sin perjuicio de distinguirse prestamente en el ejercicio profesional, dedicó buen tiempo a reunir una colección de fósiles para estudios de historia natural, a los que era muy afecto, y mereció por ello ser distinguido con el nombramiento de miembro de la Comisión de Biblioteca y Museo Público, creada por decreto el 4 de setiembre de 1837.Un compañero de funciones tan prestigioso como el presbítero Dámaso Larrañaga, tenido como el primer naturalista de la época, hacía particularmente interesante el nuevo destino honorífico.

El Dr. Rafael Schiaffino, autor de una documentada vida del Dr. Vilardebó, cree a este respecto que el facultativo aventajaba a Larrañaga por su gran preparación científica y que sus conocimientos de historia natural, sobre ser más vastos y profundos, eran más metodizados y más completos.

La historia del país constituía otra de sus preferencias de estudio y con gran empeño colectó libros y papeles atinentes a esta disciplina.

Otro tanto sucedía con las cuestiones de geografía, siendo él quien, en 1841 puso en manos del coronel José M. Reyes los mil pesos que necesitaba para terminar de imprimir la primera Carta Geográfica de la República, que aquel estudioso militar y notable geodesta había levantado.
De sus conversaciones con Andrés Lamas, Jefe Político de Montevideo, derivó tal vez la fundación en junio de 1843, del Instituto Histórico y Geográfico, casa de estudios de la que vino a ser el primer secretario.

Por mala suerte, las enconadas pasiones que tenían su raíz en la terrible lucha en que se debatía del gobierno nacional, sitiado en Montevideo por el Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina a órdenes del general Oribe, habían creado en la capital, paulatinamente, el clima natural de una ciudad asediada, de cuya influencia tenían que resentirse en primer término los tibios o los simpatizantes con el sitiador. Entre éstos se encontrada el Dr. Vilardebó, el cual, dispuesto a dejar Montevideo, se fue a vivir en el Buenos Aires de Rosas. El Dr., influenciado por los suyos, adoptó idéntico temperamento y en mayo de 1844, embarcóse para Río de Janeiro, imposibilitado de instalarse en París, conforme pensaba, a causa de dificultades económicas.

Los dos años de residencia en la capital brasileña fueron dos años en que el Dr. Vilardebó- según se ha dicho- sufrió en carne propia el error de haberse alejado de Montevideo. Sus empeños por abrirse camino profesional resultaron inútiles y luchando penosamente por la vida, sólo encontró en sus estudios favoritos el lenitivo que su estado de espíritu exigía.

Los círculos intelectuales cariocas, en otro sentido, le fueron propicios y rindiendo tributo a la calidad del huésped, el Instituto Histórico y Geográfico lo recibió como socio el 15 de abril de 1845.

En los últimos meses del 47, el viaje a Europa, tan deseado, pudo realizarse, y salió por fin para establecerse en París, entregándose a un intensa vida de estudios, oyendo lecciones de los grandes maestros, asistiendo a las clínicas, interesado cada vez más por penetrar las nuevas teorías y por leer nuevos libros.

La permanencia en el extranjero de tan aprovechado compatriota prolongóse varios años, en el curso de los cuales ejerció funciones de médico en un sanatorio particular y recién en setiembre de 1853 puede encontrársele de vuelta en la patria, donde la Guerra Grande había concluido el 8 de octubre de 1851.

Su reputación científica habíase acrecentado muchísimo con la noticia de sus recientes estudios en París y rápidamente tuvo gran clientela. En lo tocante a otras actividades afines que le eran favoritas, pareció dispuesto a dejarlas un poco de lado, como en una actitud de reserva.
Así las cosas, la fiebre amarilla, importada de Río de Janeiro en el verano de 1856, extendióse por Montevideo con extraordinario incremento, flagelando especialmente la parte norte de la ciudad y el sector portuario donde se domiciliaba el médico.

Contraído éste a la atención de sus enfermos, con la misma devoción humanitaria de que hicieron gala todos los médicos, sus colegas, adquirió la fiebre el 24 de marzo, y en la madrugada del domingo 29 había muerto.

La fatal nueva ensombreció todavía más el cielo de la capital aterrada que, en aquellos momentos de tribulación, ni siquiera pudo rendirle el testimonio póstumo condigno.

Por ensañada fatalidad hija de las propias circunstancias, todavía, los restos mortales del Dr. Volardebó, confundidos de un modo inexplicable, no fueron posible individualizarlos nunca.

Además de las tesis y trabajos especializados de su carrera, cuentan en la bibliografía de Vilardebó varios sagaces estudios acerca de los fósiles que tuvo ocasión de estudiar en la República y en Brasil, un ensayo sobre las costumbres y el vocabulario de los charrúas y algunos otros de menor importancia.