Aguarde unos instantes...
hasta que cargue completamente la página y desaparezca esta imágen.

Año III - Nº 146 - Uruguay, 02 de setiembre del 2005

 
Menú de Navegación

ENTRE COCODRILOS Y HUMANOS&
EL PODER DE LA DOMESTICACIÓN

* Fernando Pintos

 

¿Cuál será la diferencia de complejidad cerebral entre un cocodrilo y un ser humano? Por supuesto que no me estoy refiriendo a los rudimentos de ser humano que deambulaban por el planeta hace tres millones de años& Me refiero a nosotros, el Homo Sapiens Sapiens, el ser que he erigido lo que conocemos como civilización, ha transitado por lo que conocemos como historia, y ha llegado al año 2005 de la Era Cristiana para vivir inmerso irremisiblemente en la Posmodernidad, la Globalización y todas esas maravillas que caracterizan este preciso momento, esta exacta época que a todos nosotros corresponde. Ustedes se preguntarán la razón de mi interrogante. Bueno, lo primero antes que nada, dijera Perogrullo: es evidente que los seres humanos tenemos un cerebro muchísimo más desarrollado y complejo que el de un cocodrilo. Eso significa que, comparando a unos con los otros, podríamos decir que en tanto los cocodrilos son sencillos, lisos y llanos, los seres humanos somos complicados, retorcidos y sumamente& tortuosos. Aunque no siempre hayamos sido así. Tres millones de años atrás, cuando no éramos hombres sino apenas unos lejanísimos esbozos de tales, nuestros cerebros deben haber sido mucho menos desarrollados y, como lógica consecuencia, nuestras mentalidades habrán resultado infinitamente más sencillas que las que ahora tenemos. Y ustedes, ya lo sé, a estas alturas siguen preguntándose por qué estoy desarrollando tamañas especulaciones.

Ellas vienen a raíz de lo siguiente. El domingo 31 de octubre de 2004 leo un artículo en un suplemento especial de The New York Times que publica el diario Prensa Libre de Guatemala. El artículo, firmado por Keith Brasher, se titula: PLANES CHINOS DE CRIAR COCODRILOS FALLAN POR MACHOS FLOJOS Y GORDOS. Está ilustrado por una foto de Colin Beere que muestra, en la orilla de un estanque lleno de cocodrilos, a un cuidador del criadero sacando del agua a un enorme cocodrilo al cual está arrastrando por la cola. Ya de por sí la imagen es un documento extraordinario. El cocodrilo de marras no parece muy arisco que digamos, y otro que está a medio metro de la pierna derecha del cuidador, tampoco. Interesado por titular y foto, me pongo a leer las desventuras de los criadores chinos de cocodrilos, las cuales resumiré aquí sucintamente. Resulta que los chinos, entusiasmados por su escalada económica planetaria, entre tantas actividades posibles se han dedicado a la cría de cocodrilos, teniendo muy en cuenta las altísimas cotizaciones que alcanzan las pieles de estos saurios en el mercado mundial. Como es bien sabido, en los últimos años cuando menos, estos chinos globalizados que han sabido combinar con maestría inimitable el comunismo cerril y el neoliberalismo depredador, se dedican a hacerlo todo en grande. Así las cosas, en la última década los chinos eliminó sus altos aranceles sobre cocodrilos reproductores importados. La idea era montar en el sureste de la China un verdadero emporio de súoer criaderos e inundar el mercado mundial con carne, pieles, zapatos, bolsas y muchos otros artículos derivados del cocodrilo, los cuales tendrían precios altamente competitivos. Entonces, se importaron decenas de miles de animales de la tropical Tailandia y se comenzó la atrevida aventura comercial. Lamentablemente, los chinos, quienes han creado criaderos que llegan a albergar hasta 70 mil cocodrilos, no tomaron en cuenta un detalle de cierta importancia: los cocodrilos provenían de un clima un poco más cálido y menos ventoso que el que impera en el sureste de su país. Allí, las temperaturas nocturnas bajan muchas veces hasta 10 grados centígrados, y eso hizo que los cocodrilos se volvieran vulnerables a enfermedades. En la práctica, la principal enfermedad que comenzó a afectarlos fue esa clase de resfríos con pronóstico reservado, del que provoca ojos llorosos, narices que escurren sin cesar y estornudos frecuentes. Los criadores pretendieron evitar esa calamidad cubriendo los estanques con lonas durante las noches, pero la precaución resultó inútil. Los resfriados persistieron y obligaron a que los cuidadores se metieran varias veces al día en los estanques poblados por miles de cocodrilos, para cazar a los enfermos e inyectarlos con antibióticos. Pero inclusive así las enfermedades siguieron y los penosos síntomas no se aliviaron. Sin embargo, ahí no concluyen las calamidades. Como si lo anterior fuera poco, los cocodrilos comenzaron a manifestar unas costumbres alimentarias completamente degeneradas. Bueno, degeneradas si se comparan con las de sus congéneres salvajes, que son capaces de triturar y devorar cualquier cosa viva que tenga la desgracia o la imprudencia de ponérseles a tiro. Pero éstos de criadero no resultaron así: rechazan cualquier otro alimento que no sea pechuguitas de pollo. ¡Oh, el fino paladar de los gourmets! Se intentó alimentarlos con patos -que abundan en el sureste de la China-, o con pescado, pero todo fue en balde: los cocodrilos resentían el olor de aquellos alimentos. De vuelta, entonces, con las consabidas y costosas pechuguitas de pollo. Entre fines del otoño y principios del invierno, los cocodrilos demuestran un apetito fuera de lo común por las pechuguitas de pollo. En consecuencia, los machos, que sólo manifiestan interés en descansar y comer (pechuguitas& ¿o acaso pensaban ustedes en algún otro delicatessen?), se vuelven excesivamente gordos, innecesariamente perezosos y, horror de horrores para los criadores: inapetentes para el sexo. En una palabra: los tipos estos no se reproducen de una manera que sus sacrificados criadores, a quienes hacen trabajar como chinos, puedan considerar "comercial". He aquí que los benditos criaderos se han vuelto poco redituables y, con el propósito de financiar la operación, los criadores han debido abrir estos lugares al turismo e incluso dejar que los niños alimenten a lo cocodrilos, tras pagar el equivalente a un dólar con 25 centavos por un palo de bambú, un trozo de cuerda y dos pedazos de pollo. El remedio para tanta calamidad ha consistido, finalmente, en importar nuevos cocodrilos de Tailandia, los cuales son más movedizos, más enjutos y más agresivos sexualmente. Como dijeran los franceses: C'est l'amour&

Ahora bien: esa es una muestra de lo que sucede con los cocodrilos después de varias generaciones de cautiverio, domesticación y amansamiento& A los cocodrilos, que tienen un cerebro enormemente más simple que el de los seres humanos. Ahora, imaginen ustedes lo que nos han cambiado a nosotros, en cuanto especie, estos siete u ocho mil años de lo que se conoce como historia y de lo que además se conoce como sociedad civilizada. Porque no nos hagamos ilusiones al respecto. La sociedad no es más que un gigantesco criadero de seres humanos y, en cuanto a nuestras ilusiones de libertad, albedrío, naturaleza humana, etcétera, déjenme decirles que dentro de la tal (sociedad), nadie tiene mayor libertad de acción o movimiento que aquélla que pueden tener esos pobres pollos alucinados en el ámbito de los modernos criaderos para aves. En resumen, si los cocodrilos en una década sufren tamaña declinación como especie, consideremos qué no habrá pasado y qué no estará pasando con nosotros, los seres humanos, los interlocutores de los ángeles, los dueños y señores de la Creación (cuando menos, de acuerdo a lo que nosotros mismos nos gusta relatar). ¿Acaso alguien lo habrá pensado?