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Año IV - Nº 258
Uruguay,   02 de noviembre del 2007
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Darío Acevedo Carmona

Elecciones Regionales en Colombia:
más luces que sombras

por  Darío Acevedo Carmona
Medellín - Colombia
 
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            No es para sorprenderse, pero, es de resaltar que el certamen electoral regional colombiano se haya realizado exitosamente pese a los malos presagios. Dos amenazas se cernían sobre el evento democrático, de un lado, que la influencia de la llamada “parapolítica” se mantuviera incólume o aumentara, de otra parte, que las Farc lograran sabotearlo. Ni lo uno ni lo otro se dio para fortuna del país. La influencia del paramilitarismo tenderá a ser más una cuestión del pasado aunque queden latentes los vicios y las mañas que afectan la calidad de nuestra democracia. Las Farc se la jugó, como nunca, al saboteo, pero, nuevamente, se llevó un palmo de narices ante la eficaz acción protectora y garantista de la Fuerza Pública y la masiva participación ciudadana.

            En cuanto a los resultados propiamente dichos, hay varias cosas claras. Cuatro o cinco partidos se consolidan en el escenario político nacional como fuerzas respetables con ganancias en gobernaciones, alcaldías y cuerpos colegiados, el partido de la U y Cambio Radical, fuerzas oficialistas, alcanzaron importantes victorias en diversas instancias, los partidos tradicionales Liberal y Conservador, se mantienen a flote e incluso el primero logra triunfos en gobernaciones de primera línea como Atlántico, Cundinamarca, Santander, y Córdoba (otrora fortín del paramilitarismo), el Polo Democrático Alternativo conservó, por amplia diferencia, la alcaldía de la capital del país y ganó la gobernación de Nariño con uno de sus más calificados voceros, Navarro Wolf. Así, pues, todos tienen trofeos para mostrar, hasta los ya infaltables movimientos cívicos que ganaron alcaldías en Medellín y Cali, siendo resaltable el repunte de Alonso Salazar en la primera de ellas quien derrotó a un político que siempre estuvo punteando en las encuestas hasta la víspera.

            El mapa político nacional y la correlación de fuerzas gobierno-oposición no sufre grandes alteraciones a pesar de que más de una de las colectividades se llevó sorpresas desagradables, como el caso de Peñalosa en Bogotá, que no obstante el apoyo del Gobierno y de los partidos mayoritarios, no logró atajar la avalancha en que se convirtió Samuel Moreno Rojas. Las otras dos grandes sorpresas se dieron en Cali donde Francisco Lloreda, candidato conservador favorito perdió a última hora con el hijo de un jefe de la guerrilla del M-19 muerto hace ya varias décadas y que ahora se propone un mandato de corte cívico. Y en Medellín, ciudad que tendrá la ocasión de ser gobernada por un líder de extracción más popular que la de Sergio Fajardo pero que defiende el mismo proyecto de transformación basado en la recuperación de la seguridad y en el impulso a la educación pública y el desarrollo social de las zonas deprimidas.

            Para replantear quedan varias cuestiones, en particular, los partidos y candidatos tendrán que hacer un esfuerzo por adelantar futuras campañas sin apelar a la guerra sucia que floreció en todos los rincones. Habla mal, muy mal de nuestra democracia, que el recurso del fusilamiento moral se convierta en el principal argumento o mecanismo de propaganda de muchos candidatos. Incluso, en la prensa, que se supone ha de jugar un papel orientador y pedagógico, se le dio espacio a señalamientos de tipo fascista que pretendían demeritar por la vía moral las aspiraciones de movimientos y candidatos por medio de listas en las que sin fórmula de juicio se tendía un manto de duda sobre decenas de candidatos a distintos cargos, como si no hubiese bastado reproducir la lista de excluidos y sancionados legalmente por la Registraduría Nacional del Estado Civil, esa sí hecha con arreglo a procedimientos judiciales. Es de esperar que los legisladores acometan una reforma del voto preferente que se muestra como un factor distorsionante ya que promueve más el ego y las ambiciones individuales que el espíritu colectivo y la disciplina de partido. Debemos convencernos de que es a los partidos a quienes corresponde, en lo que atañe a las elecciones para cargos de representación popular, definir el orden de sus candidatos a través de mecanismos internos como las asambleas y las consultas. Seguir trasladando al ciudadano elector esa decisión es una de las causas de la guerra sucia además de afectar el espíritu colectivo de la política.

            El debate que se ha armado con respecto a los resultados de la capital puede tener su razón de ser. Los seguidores de Moreno le están enrostrando al Presidente la derrota de Peñalosa en razón de su activa intervención en los días previos por medio de declaraciones en las que trató de aprovechar un desliz de Moreno. Pero eso no debería ser lo más destacado de las elecciones. Todos los partidos y sus elegidos deben resaltar el triunfo de la democracia y el fracaso de los violentos, deben coincidir en valorar más el real retroceso de la influencia de los grupos irregulares y de las mafias. Al fin de cuentas, cada una de las cinco más grandes tendencias puede mostrar resultados satisfactorios. Y lo que algunos llaman derrota del Presidente habría que mirarlo a contracara: en el sentido de que reafirma la realidad variopinta de la democracia colombiana y es un argumento en contra de la idea de que en el país existe un pensamiento único, lugar común de algunas voces de oposición.

Medellín, octubre 29 de 2007

 
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