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Un año confuso, agitado y preocupante
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por Julio Dornel |
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Por encima de las discrepancias que se puedan tener con el gobierno actual debemos reconocer que viene resistiendo “heroicamente” los embates de la oposición y algunos intentos que desde sus propias filas se vienen realizando para que cumpla con las promesas electorales o por lo menos que cambie el rumbo de la embarcación.
Debemos reconocer además que si bien todavía no estamos viviendo un año “terrible” se nos presenta confuso, agitado y preocupante, sobre todo para los sectores sociales de ingresos fijos que constituyen todavía la mayoría de la clase media uruguaya.
Es posible que un amplio sector de la ciudadanía se haya jugado los boletos al cambio depositando sus esperanzas en las reformas anunciadas por el nuevo gobierno. La crisis de los partidos tradicionales nos estaba llevando a una situación límite que si bien no amenazaba la convivencia democrática, generaba serias dificultades al sistema de bienestar a que tiene derecho la población.
Nuestro país que había convivido con los conflictos laborales por mejores salarios y alguna agitación estudiantil de la enseñanza media con ocupación de algunos liceos, parecía superar mediante el voto todas las dificultades que vivía la población.
Con el nuevo siglo se produce el cambio y la ciudadanía haciendo uso de sus legítimos derechos resuelve cambiar el rumbo pensando quizás que “peor no les podría ir”.
Avizoramos también un nuevo milenio con optimismo y esperanzas en los cambios prometidos. Dicen que Democracia viene del griego “demos” que significa pueblo que en definitiva es el poder soberano de toda nación.
Sin embargo cuando no se tienen en cuenta estas consideraciones ni se respeta el estado de derecho, es evidente que todo termina fracasando. En este mundo globalizado todo es posible.
Existen muchos lugares del Planeta donde abunda la tierra fértil para desarrollar actividades reñidas con la democracia donde los problemas endémicos son generados fundamentalmente por políticos y servidores desacreditados ante la población.
No podemos negar que estamos viviendo en un mundo congelado que se va derritiendo diariamente mientras vamos reiterando nuestros errores en una demostración lamentable de que no aprendimos nada.
Tampoco dudamos que las consecuencias serán más graves en la medida que no rectifiquemos el rumbo y sigamos aferrados a viejas ideologías.
Debemos disfrutar de los instrumentos que nos ofrece permanentemente la democracia de nuestro país, en el entendido de que estamos viviendo realidades y requerimientos distintos a los que existían hace 30, 50 o 100 años.
Si los partidos políticos no se modernizan y se renuevan tampoco estarán en condiciones de aportar al bienestar reclamado por la sociedad.
En definitiva nos está faltando democracia participativa donde la gente no solamente tenga el derecho a votar sino también a elegir y creer en aquellos en que ha depositado su confianza, que es el vínculo central de quien elige y es elegido.
También debemos reconocer que a los eternos desconformes no les servía Sanguinetti, ni Lacalle, ni Batlle como tampoco les está sirviendo Tabaré Vázquez, ni les servirá el que venga luego. Todo esto nos hace pensar que el problema no está solamente en nuestros gobernantes sino en nosotros como sociedad. Solamente criticando no seremos mejores personas, ni tampoco las que el país está necesitando.
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