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Año V Nro. 345 - Uruguay, 03 de julio del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 
Emilio J. Cárdenas

Los “bolivarianos” y la corrupción
por Emilio J. Cárdenas

 
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Los países latinoamericanos alineados tras el ejemplo y los modos de Fidel Castro y Hugo Chávez comparten actitudes, errores y malas costumbres.

         La existencia y accionar del “eje bolivariano”, liderado por Fidel Castro y Hugo Chávez, conforman un peligrosísimo fenómeno político-social latinoamericano al que no cabe minimizar. Sus distintos integrantes tienen algunos denominadores comunes.

         En primer lugar, procuran el autoritarismo, sin el cual son incapaces de “gobernar”, a su manera claro está. Para ello someten a la democracia a un proceso de demolición, basado en la concentración de poder en torno al Ejecutivo. Con ese objeto promueven la democracia “participativa”, por sobre la “representativa”. Esto supone adoptar un método permanentemente “deliberativo”, con el que procuran manipular la opinión pública a través de los “movimientos sociales”, a los que controlan por control remoto, como meros instrumentos de su voluntad. Además, todos concentran fuertemente el poder en el Ejecutivo, transformando al Legislativo en un mero “sello de goma” y controlando al Poder Judicial, de modo de asegurarse que no sea independiente, ni mucho menos imparcial, sino apenas un agente más del Poder Ejecutivo, cuya misión primordial es la de asegurar impunidad frente a todo, sea la destrucción de las instituciones, sea la corrupción generalizada.

         En segundo término, pretenden controlar a los medios de comunicación masiva. A este efecto, invierten fuertemente en “medios oficiales”, a los que cargan con insistencia con un mensaje de odios, resentimientos e ideología y generan una ola permanente de propaganda gubernamental (jamás vista en la región) con la que procuran tanto ensalzar permanentemente la acción de gobierno, como demonizar a la oposición y a sus líderes. Como si esto fuera poco, atacan sistemáticamente a la prensa y a los periodistas libres, procurando a veces intimidarlos y otras co-optarlos con dinero o presencia. Respecto de la prensa libre, el objetivo final es el de debilitar su capacidad de influir democráticamente en la sociedad; esto es, relegarla a segundo plano, impulsando su desaparición. Con “leyes de prensa” y abusos de todo tipo en el uso de las normas y de los tribunales, la persiguen y denuestan hasta el agotamiento.

         En tercer lugar, los “bolivarianos” (como hiciera Cuba, en la década soviética de los setenta) operan sobre la región toda, como objetivo conjunto. Descaradamente. El principio de “no ingerencia” o “no intervención” en asuntos internos de otros Estados sólo juega a favor. Jamás en contra. Los tentáculos del “bolivarianismo” apuntan a envolver a la región toda, a la que llaman “Patria Grande”. Como si los Estados no existieran. El más burdo en su accionar es, claramente, Evo Morales. El mejor ejemplo de sus permanentes “ingerencias” es lo que hoy sucede en el Perú, donde -a través Ollanta Humala- Morales se dedica a sublevar a las poblaciones indígenas. Una a una. En el Amazonas como en el Cuzco. El dinero lo suministra Hugo Chávez, con “valijas” repletas de petrodólares y otros métodos “alternativos”. La inteligencia viene generalmente de Cuba. Nuevamente.

         Pero esto no es algo oculto. No es una política opaca. Es una directiva oficial. Quien no lo crea, puede simplemente ponerse a leer, en la “página-web” del propio gobierno chavista, el plan denominado pomposamente: “Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación: 2007-2013”.

         Allí encontrará no sólo una soberbia lección de marxismo disfrazado sino, en materia de política exterior, concretamente, algunas definiciones en las que puede detenerse. Como las del Capítulo VII, titulado: “Nueva Geopolítica Internacional”. Particularmente en el primer párrafo de la página 48, donde se define la peculiar “misión” del “servicio exterior venezolano”, apuntando a la “formación de círculos informativos alrededor de las embajadas, creando las estrategias necesarias para la movilización de masas en apoyo al proceso revolucionario”. Con esa relativamente eufemística “excusa oficial”, en los hechos, todo vale.

         En cuarto lugar, los regímenes “bolivarianos” son profundamente corruptos. Por donde se los mire. Como jamás en la región. No es de extrañar, por cierto. Quienes no se ruborizan siquiera al manejar a su gusto y paladar la ley y desnaturalizar a las instituciones, no conocen de fronteras de ningún tipo. En todo caso, creen que el Estado lo conforman ellos mismos y su entorno inmediato.

         Por ello la Bolivia de Evo Morales en un gigantesco monumento a la corrupción. Lo allí sucedido en torno a YPFB es tan sólo una de las experiencias más notorias y lamentables. Venezuela pertenece -de hecho- a Chávez y a la “boliburguesía” que lo secunda y acompaña, facilitando el fraude. Para él no hay restricciones cambiarias. Ni límite legal alguno. Ecuador y, sobre todo, Nicaragua, como veremos, no les van en zaga. Los “bolivarianos” se adueñan del poder político y se apoderan, asimismo, del económico. Son, también en este sentido, absolutamente totalitarios. De veras.

         En la Argentina, país que -por ahora- orbita muy cerca del “bolivarianismo” -porque abrazarlo de lleno podría generar un rechazo masivo- las cosas no son muy diferentes. Las tremendas revelaciones en materia de concertación de política exterior con Fidel Castro con motivo de la “Cumbre de las Américas” de Mar del Plata, realizadas por el lamentable piquetero oficialista Luis D’Elía, así lo han demostrado palmariamente.

         Para utilizar las palabras de una certera editorial del diario La Nación del 20 de junio, hay “numerosos casos de intervención del Gobierno sobre mercados o empresas a fin de inducir o facilitar su adquisición por grupos económicos amigos del poder”. “En diversas ocasiones (sigue diciendo la valiente editorial) la acción oficial se realizó a través de determinadas regulaciones que, sostenidas en el tiempo, consiguieron agotar la viabilidad del negocio, además de la paciencia de sus titulares”. Pareciera ser así. “Los ejemplos se multiplican y suman también un manejo discrecional de contratos en el área de las obras públicas que favorecieron un notable crecimiento de empresas contratistas amigas del poder”. Por eso concluye que: “El Estado al servicio de los amigos es la cara indisimulable de la corrupción”. Porque, agrega, “no es difícil imaginar que detrás de muchos de los negocios con contratistas y proveedores cercanos al oficialismo de turno, así como en los pagos de subsidios, la regla suficientemente conocida, aunque no denunciada, es la del pago de retornos a personeros de la administración”. Va de suyo.

Fábulas ecuatorianas

         Sólo a través de la acción de la prensa libre y de sus valientes denuncias se conocen normalmente los episodios de corrupción. Es ella que hace real aquello de que, contra la corrupción, el mejor antídoto es la luz del día. Sin ella, la corrupción se instala y deviene oficial con el límite de la voluntad del líder que puede -o no- tolerarla. Dependiendo de las personas, los tiempos, y las circunstancias. Por esto el empeño bolivariano común en someter a los medios.

         “El Comercio”, de Ecuador, en su edición del 6/20/09, contiene una muestra de esto. Cuando llama la atención acerca de las actividades “comerciales” de Fabricio Correa, el propio hermano del Presidente Rafael Correa; de su cuñada, Jessica Zenck; de Federico Zenk; y de su suegra, Carmen Vivar.

         En Ecuador, desde agosto del año pasado, el artículo 62 de la Ley de Contratación Pública prohíbe expresamente adjudicar obras a los familiares de los funcionarios públicos, sea a través de personas naturales o jurídicas.

         Pese a ello, según informa “El Comercio”, el comercialmente hiper-activo hermano del propio Presidente: Fabricio Correa, contrató con el Estado “con (a través de) empresas que están a nombre de terceras personas, como “Megamac” y “Cosurca”. Con utilización de “testaferros”, entonces. Como parece suceder también en la Argentina de los Kirchner, presumiblemente.

         Pero a estar a lo que informa detalladamente el medio aludido, hay mucho más. “Una empresa en la que Correa sí está registrado como socio, obtuvo un contrato con el Estado: Helpec.” Allí aparecen, según el medio, todavía más familiares presidenciales: hasta la madre: Norma Consuelo Delgado, que tiene acciones, además de Fabricio. Esta empresa le vendió tuberías a la Armada de Ecuador. Tiene, además, la propiedad de SIDEC Construcciones, que “construyó puentes sobre el río Paute” para el Ministerio de Obras Públicas y sigue concursando en otras licitaciones que, queda visto, gana.

         El Comercio detalla, además, las contrataciones de otra empresa con conexiones íntimas con Fabricio: “Quality”, que ya se habría adjudicado nada menos que siete contratos, fundamentalmente en el sector de los hidrocarburos.

         El hermano del Presidente Correa reconoció públicamente, recuerda El Comercio, que opera ciertamente en la mencionada “Cosurca” a través de sociedades panameñas (cuyos accionistas no aparecen, esto es no tienen que ser identificados) “para evitar que su nombre aparezca”. “Cosurca” fue la adjudicataria de una obra vial por 29 millones de dólares, tres días después de lo cual fue casualmente adquirida por Don Fabricio Correa, a través de una sociedad panameña. Un vivo, el hombre.

         Pero la situación descripta es frecuente en Ecuador. Esto es lo que ha descubierto “El Comercio”. Sólo eso. No es, para nada, imposible que haya más. El apetito de los muchachos es inagotable. Van por todo. Como otros.

         El asesor jurídico de Carondelet (la Casa de Gobierno), Alexis Mera, dijo “nosotros no sabíamos de los negocios de Fabricio. El Presidente tampoco”. Es claro, están muy ocupados con el manejo de la cosa pública como para gastar su tiempo en pensar en su familia. De horror.

Maravillas sandinistas

         Nicaragua pertenece al eje “bolivariano”. Su presidente es Daniel Ortega, cuyo gobierno no respeta ni los límites legales, ni los morales. A punto tal que en las últimas elecciones municipales de su país las acusaciones de fraude aparecieron desde todos los rincones de la sociedad, incluyendo la normalmente moderada Iglesia Católica. Ortega las desoyó, impertérrito. Como si no existieran.

         Cuando la oposición salió -en protesta- a las calles, Ortega lanzó contra ellos a sus bandas de patoteros y milicianos, que los desalojaron con oleadas de violencia, a palo limpio. Esta es su noción de “convivir en democracia”, de tolerancia, de transparencia.

         Como resultado de esas elecciones municipales fraudulentas, un conocido boxeador (ex campeón del mundo) Alexis Argüello, se coronó como alcalde de Managua, pese a las acusaciones de fraude.

         Pensar en que Argüello tiene capacidad de gestión municipal es algo así como suponer que Diego Maradona sería un buen Canciller de la República Argentina. Absolutamente imposible, aunque seguramente ni Argüello, ni Maradona, están concientes de su falta de idoneidad. Ninguno de los dos parece capaz de reconocer sus limitaciones, porque han sido “entronizados” por la sociedad de tal modo que ambos se sienten “capaces de todo” y por encima de todo. Es una lástima para ellos, ciertamente, pero también para sus sociedades. No es de extrañar entonces que Alexis Argüello, en su breve gestión, enfrente toda suerte de problemas y de insólitos “pasos en falso”.

         Empecemos por los problemas. Todos tienen que ver con la inmoralidad que inunda a su gestión. Argüello contrata la obra pública municipal prioritariamente con empresas sandinistas. Les ha adjudicado nada menos que 64 distintas obras. Según él, por razones de emergencia y por los bajos costos ofrecidos, de los cuales no ofreció prueba alguna. Cree que su “palabra” santa es suficiente.

         Las empresas ejecutoras están -casi siempre- ligadas indirectamente a funcionarios o líderes del gobierno sandinista y ni siquiera están inscriptas en el Registro de proveedores estatales. La Municipalidad de Managua no tiene siquiera registro de proveedores municipales. De las obras en curso, la mayoría tiene graves atrasos. Así lo confirma “La Prensa”, de Managua.

         Una de ellas -informa el medio- es “Construnixa”, propiedad de Manuel Tremiño, hermano de un conocido dirigente de la juventud sandinista: José Tremiño. Esta empresa construye un puente vehicular y está realizando obras de “recarpeteo” en el barrio de Villa Reconciliación, así como en el barrio Camilo Ortega. Otra, “Inseco S.A.”, tiene a su cargo el adoquinado del barrio Augusto C. Sandino.

         “Inverglosa”, cuyos propietarios estarían ligados -según los medios locales- al Ministerio de Transporte e Infraestructura, asfalta el barrio Luis Alfonso Velásquez y el barrio Buenos Aires.

         También aparece “Corasco”, propiedad de Leonardo Corea Torres, personaje conocido que pertenece al “bloque de empresarios sandinistas”, que hoy “recarpetea” el barrio 19 de Julio. A estar siempre a lo informado por el diario “La Prensa”, de Managua, “Corasco” “anticipa” los proyectos que van apareciendo y tiene así oportunidad de “estudiarlos” antes que nadie. Llamativo. Pero no en el “ambiente” de Managua.

         Por último aparece “Cosansa”, que también trabaja en obras viales. Hay otras empresas con el mismo perfil. Incluyendo a “CONINSA”, vinculada a los mandos militares, que acaba de ganar una licitación vial denunciada como irregular por algunos empresarios tradicionales del sector de la construcción.

         Las empresas constructoras con años de experiencia han quedado de costado, desde hace varios meses y sufren la intensa “sequía” política. La “discrecionalidad” que impera las posterga inevitablemente.

         La mayor parte de las obras urbanas han sido adjudicadas “por razones de urgencia”. Son necesarias para una ciudad que sufre inundaciones durante la temporada de lluvias. Adjudicadas a firmas sin los antecedentes y experiencia del caso registran demoras importantes, como era predecible.

         Además de tener “manga ancha” con los amigos, Alexis Argüello, como dijimos más arriba, es proclive a dar “pasos en falso”. Acaba de manifestar públicamente que la construcción del Museo de la Victoria Sandinista (un monumento disparatado a la ideología) es para él más importante que la tarea de descontaminar la Laguna Tiscapa, cercana al casco urbano. En su opinión, porque “invertir en la laguna es como botar el dinero” (sic).

         Desde hace meses, la Laguna Tiscapa no se descontamina. Pese a que tiene un importante potencial turístico y un enorme pozo que la comunica con las aguas y napas subterráneas de Managua a través del cual se ha contaminado su manto acuífero. Por ello, si la laguna está contaminada, también lo están las aguas de la ciudad.

         Pero para Argüello esto no tiene mayor importancia. Ni importa si la laguna cratérica contiene sedimentos y basura. Solo es urgente la construcción de edificios públicos que, en rigor, son panegíricos monumentales de una revolución, la “sandinista”, que cada vez que gobernó a Nicaragua la dejó postrada moralmente y económicamente destruida.

         Argüello habrá sido un gran boxeador, pero parece no tener la idoneidad necesaria para conducir el Municipio de Managua. No tiene preparación alguna y la Alcaldía le queda grande. Hasta moralmente, según queda visto.

         Su gestión puede derivar en daños irreparables para la salud de los nicaragüenses. Pero sus urgencias son otras. De naturaleza política. Pobre Nicaragua, con esas prioridades, propias de los “bolivarianos”.

Con la autorización de: Economía para todos

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