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Año V Nro. 345 - Uruguay, 03 de julio del 2009   
 
 
 
 
historia paralela
 

Visión Marítima

 
Enrique Szewach

Apaleado
por Enrique Szewach

 
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Que se haya rechazado el autoritarismo, el centralismo y la ausencia de reglas es importante.
Que el aparato del Conurbano Bonaerense S.A. haya perdido el invicto, también.
Pero es sólo un buen comienzo.
Insisto. De las elites dirigentes dependerá el final.

         La paliza electoral que acaba de recibir, en las elecciones de medio término, Néstor Kirchner en particular y el kirchnerismo en general admite, obviamente, múltiples lecturas y análisis. Pero más allá de ellos, las tres preguntas relevantes, en especial para la economía y mirando a los próximos dos años, son ¿Qué hará Kirchner?; ¿Qué harán los gobernadores?. ¿Qué hará la oposición en el Congreso?.
 
         Antes de explicarme sobre esto, permítanme un párrafo para el ejercicio ilegal del análisis político-social.
 
         Ayer fue derrotada la maquinaria más poderosa para ganar una elección que haya sido construida. El aparato clientelista del Conurbano Bonaerense. Es cierto que, en parte, se le ganó con sus mismas armas. Es cierto que sigue siendo, con vistas al 2011, una productora importante de votos. Y es cierto también que muchos intendentes locales controlan todavía un caudal importante de ese clientelismo. Pero no es menos cierto que, recordando a Obama “Sí, se puede”.
 
         Pero lo más importante, a mi juicio,  de esa derrota, es qué votos la hicieron posible. Porque los votos que hundieron al kircherismo en los distritos más importantes del país,  se originaron en una mezcla de votantes pertenecientes o vinculados al sector más productivo, competitivo y globalizado de la economía argentina, el campo. O pertenecientes a otros sectores productivos agobiados por la imposibilidad de ejercer libremente su capacidad de trabajo. A los que se sumaron  ciudadanos cansados de un estilo de gobierno que desprecia el funcionamiento de una República.

         Admito, sin embargo, que la mayoría votó “con el bolsillo” y que ese autoritarismo centralizado y dictatorial que caracterizó al kirchnerismo, casi desde su fundación, poco les importaba a los ciudadanos pensantes de la Argentina,  cuando la economía crecía a tasas chinas. Pero aún con esa salvedad, que los votos demanden un país con más República y menos expropiaciones, no deja de ser una buena noticia mirando el futuro. Y ese “voto” ya estaba cantado en la fenomenal fuga de capitales del último año.
 
         Ahora, el desafío de la oposición, en sentido amplio, será no equivocarse en la lectura de los resultados. Aquí predominó un fuerte rechazo a los Kirchner, en primer lugar, y a la política de “hacemos lo que se nos canta” de la clase política, en segundo lugar. Se sabe quién y qué estilo perdió, todavía no ganó nadie. Más allá de que, obviamente, quedan en carrera personas (y no personajes de TV), con un perfil parecido en sus “formas”, pero todavía sin “contenido” profundo para cambiar el rumbo decadente de la Argentina.
 
         Parafraseando aquél viejo chiste de abogados: “¿Qué significa una bolsa de kirchneristas en el fondo del mar?”...un buen comienzo”, pero sólo eso.

         Paso, entonces, a la economía. Repaso los problemas que enfrenta la economía argentina poselectoral. Primero  lo fiscal. La caída en el nivel de actividad interna, en los precios de exportación y en el volumen de comercio redujo dramáticamente la recaudación impositiva, sólo sostenida por los nuevos ingresos de los aportantes al sistema jubilatorio y por el no pago de reintegros y reembolsos a la exportación y de otras deudas. (Con jubilados, generadores de electricidad, proveedores varios, etc).

         Mientras tanto, el aumento habitual del gasto electoral, sumado al crecimiento del gasto “natural” (salarios, jubilaciones, subsidios, universidades, etc.), ha hecho, en la práctica, desaparecer el superávit fiscal y obligado a Cristina y a Néstor  a recurrir a todas las “latas y latitas” que tenían guardadas en la cocina de Olivos para poder hacer frente a los gastos y a los compromisos de deuda pública del año. A eso hay que sumarle un problema similar en las arcas provinciales, con menos margen para ajustar gastos, dado que el mayor porcentaje de sus erogaciones es salarios.

         Con este panorama y el mercado de deuda voluntaria cerrado, queda claro que en el segundo semestre no se puede repetir, en materia fiscal, lo hecho en el primero. Lo que viene es una desaceleración del gasto, (¿Menores subsidios a las tarifas? ¿Freno de la obra pública?). Alguna presión impositiva adicional. Alguna expropiación disfrazada (¿Ahorro patriótico obligatorio para canalizar liquidez excedente de bancos y empresas?, ¿Aceleración de la devaluación? ¿Más uso de las reservas del Banco Central?). ¿Ir al Fondo y aceptar sus condicionamientos?).El mix de todos estos instrumentos dependerá de lo que mencionaba al principio, ¿Qué quiere y puede hacer Kirchner sólo?. ¿Qué negociarán los Gobernadores?. ¿Qué cosas pasarán o no por el Congreso? Pero lo central es que la Argentina necesita un ajuste fiscal importante, que Kirchner  tiene poca caja a la cuál recurrir y se ha quedado sin liderazgo. Los ajustes fiscales sin liderazgo, sin ahorros y sin capacidad de endeudamiento, son siempre, en la Argentina, traumáticos.

         Paradójicamente, de la oposición al kirchnerismo (Gobernadores y Congreso) dependerá la magnitud del trauma. Pero tienen que hacer el ajuste con un ojo puesto en el 2011 y sus votantes. No será fácil.

         Y esto me lleva al segundo problema. El primer semestre se ha caracterizado por un sector privado dolarizando sus portafolios y ajustando sus consumos y por un sector público compensando, parcialmente, la menor actividad privada, con la reducción del superávit fiscal mencionado. El neto fue recesivo pero mucho menos de lo que hubiera podido esperarse si el sector público hubiera mantenido sus ahorros. Ahora bien, da la impresión que, por ahora,  la dolarización de portafolios no se revertirá en el corto plazo (seguiremos “esperando para ver”) y sin el motor del sector público al ritmo actual, el nivel de actividad difícilmente se recupere fuerte. El escenario internacional ha mejorado en materia de demanda regional y precios de exportaciones, pero no ha cambiado lo suficiente, al menos hasta hoy,  como para modificar, drásticamente, los pronósticos recesivos. 

         En ese contexto, la discusión en el mercado laboral no será menor. Hasta ahora, los problemas de empleo y de ingresos afectaron, principalmente, al 40% de los trabajadores de la economía informal, sin protección sindical, ni regulatoria. Los trabajadores de la economía formal, por su parte, vieron empeorar sus ingresos por reducción de horas extras, y por suspensiones o “vacaciones anticipadas”, compensados, en algunos casos, por subsidios oficiales o aumentos de suma fija “a cuenta del día después”. Llegado el día después, los conflictos serán crecientes, entre sindicalistas tratando de defender el poder adquisitivo del salario (retrasado por la inflación real y no la del INDEC), en su propia pelea de poder en la interna sindical y en la externa peronista y por dirigentes empresarios presionados por el control de precios directo de mi amigo Moreno, (¿Seguirá teniendo poder para burlar las leyes de una República. O la amenaza de un Poder Judicial menos obediente, le pondrá algún freno?) e indirecto de la menor demanda, los altos impuestos al trabajo, y el menor volumen de actividad que sube los costos fijos.

         Finalmente, un problema más estructural. El camino a estas elecciones estuvo marcado por una creciente intervención  del gobierno (no del Estado que es otra cosa), en el funcionamiento de la economía. Controles de precios, restricciones a la exportación y a la importación, “llamados” de todo tipo a empresas, bancos, compañías de seguros, etc. para que compren tal cuál instrumento, otorguen tal o cual crédito, cobren tal o cual tasa, financien tal o cual proyecto, compren tal o cual producto, etc. etc. Esos mecanismos “no institucionales” han sido fuertemente distorsivos y han generado una maraña de incentivos perversos para un funcionamiento razonable de la economía.  En la revisión de todos estos mecanismos para ir hacia “un país en serio”, la responsabilidad central ya no será de Kirchner, sino, insisto de la oposición, y de la elite productiva de la Argentina que fue víctima demasiado pasiva de esta situación.

         En síntesis, en materia política y social tenemos “un buen comienzo”. En materia económica, el manejo de la transición hasta el 2011 no será sencillo. Por la magnitud de los problemas, por un lado, y porque, todavía, la oposición no tiene claras respuestas frente a esos problemas.

         Las ideas autoritarias, de “mala” intervención, anacrónicas y aislacionistas del kirchnerismo perdieron en las urnas. Falta que sepamos qué ideas concretas triunfaron.

Con autorización de © Szewachnomics para Informe Uruguay

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