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Año V Nro. 345 - Uruguay, 03 de julio del 2009
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La paliza electoral que acaba de recibir, en las elecciones de medio término, Néstor Kirchner en particular y el kirchnerismo en general admite, obviamente, múltiples lecturas y análisis. Pero más allá de ellos, las tres preguntas relevantes, en especial para la economía y mirando a los próximos dos años, son ¿Qué hará Kirchner?; ¿Qué harán los gobernadores?. ¿Qué hará la oposición en el Congreso?. Admito, sin embargo, que la mayoría votó “con el bolsillo” y que ese autoritarismo centralizado y dictatorial que caracterizó al kirchnerismo, casi desde su fundación, poco les importaba a los ciudadanos pensantes de la Argentina, cuando la economía crecía a tasas chinas. Pero aún con esa salvedad, que los votos demanden un país con más República y menos expropiaciones, no deja de ser una buena noticia mirando el futuro. Y ese “voto” ya estaba cantado en la fenomenal fuga de capitales del último año. Paso, entonces, a la economía. Repaso los problemas que enfrenta la economía argentina poselectoral. Primero lo fiscal. La caída en el nivel de actividad interna, en los precios de exportación y en el volumen de comercio redujo dramáticamente la recaudación impositiva, sólo sostenida por los nuevos ingresos de los aportantes al sistema jubilatorio y por el no pago de reintegros y reembolsos a la exportación y de otras deudas. (Con jubilados, generadores de electricidad, proveedores varios, etc). Mientras tanto, el aumento habitual del gasto electoral, sumado al crecimiento del gasto “natural” (salarios, jubilaciones, subsidios, universidades, etc.), ha hecho, en la práctica, desaparecer el superávit fiscal y obligado a Cristina y a Néstor a recurrir a todas las “latas y latitas” que tenían guardadas en la cocina de Olivos para poder hacer frente a los gastos y a los compromisos de deuda pública del año. A eso hay que sumarle un problema similar en las arcas provinciales, con menos margen para ajustar gastos, dado que el mayor porcentaje de sus erogaciones es salarios. Con este panorama y el mercado de deuda voluntaria cerrado, queda claro que en el segundo semestre no se puede repetir, en materia fiscal, lo hecho en el primero. Lo que viene es una desaceleración del gasto, (¿Menores subsidios a las tarifas? ¿Freno de la obra pública?). Alguna presión impositiva adicional. Alguna expropiación disfrazada (¿Ahorro patriótico obligatorio para canalizar liquidez excedente de bancos y empresas?, ¿Aceleración de la devaluación? ¿Más uso de las reservas del Banco Central?). ¿Ir al Fondo y aceptar sus condicionamientos?).El mix de todos estos instrumentos dependerá de lo que mencionaba al principio, ¿Qué quiere y puede hacer Kirchner sólo?. ¿Qué negociarán los Gobernadores?. ¿Qué cosas pasarán o no por el Congreso? Pero lo central es que la Argentina necesita un ajuste fiscal importante, que Kirchner tiene poca caja a la cuál recurrir y se ha quedado sin liderazgo. Los ajustes fiscales sin liderazgo, sin ahorros y sin capacidad de endeudamiento, son siempre, en la Argentina, traumáticos. Paradójicamente, de la oposición al kirchnerismo (Gobernadores y Congreso) dependerá la magnitud del trauma. Pero tienen que hacer el ajuste con un ojo puesto en el 2011 y sus votantes. No será fácil. Y esto me lleva al segundo problema. El primer semestre se ha caracterizado por un sector privado dolarizando sus portafolios y ajustando sus consumos y por un sector público compensando, parcialmente, la menor actividad privada, con la reducción del superávit fiscal mencionado. El neto fue recesivo pero mucho menos de lo que hubiera podido esperarse si el sector público hubiera mantenido sus ahorros. Ahora bien, da la impresión que, por ahora, la dolarización de portafolios no se revertirá en el corto plazo (seguiremos “esperando para ver”) y sin el motor del sector público al ritmo actual, el nivel de actividad difícilmente se recupere fuerte. El escenario internacional ha mejorado en materia de demanda regional y precios de exportaciones, pero no ha cambiado lo suficiente, al menos hasta hoy, como para modificar, drásticamente, los pronósticos recesivos. En ese contexto, la discusión en el mercado laboral no será menor. Hasta ahora, los problemas de empleo y de ingresos afectaron, principalmente, al 40% de los trabajadores de la economía informal, sin protección sindical, ni regulatoria. Los trabajadores de la economía formal, por su parte, vieron empeorar sus ingresos por reducción de horas extras, y por suspensiones o “vacaciones anticipadas”, compensados, en algunos casos, por subsidios oficiales o aumentos de suma fija “a cuenta del día después”. Llegado el día después, los conflictos serán crecientes, entre sindicalistas tratando de defender el poder adquisitivo del salario (retrasado por la inflación real y no la del INDEC), en su propia pelea de poder en la interna sindical y en la externa peronista y por dirigentes empresarios presionados por el control de precios directo de mi amigo Moreno, (¿Seguirá teniendo poder para burlar las leyes de una República. O la amenaza de un Poder Judicial menos obediente, le pondrá algún freno?) e indirecto de la menor demanda, los altos impuestos al trabajo, y el menor volumen de actividad que sube los costos fijos. Finalmente, un problema más estructural. El camino a estas elecciones estuvo marcado por una creciente intervención del gobierno (no del Estado que es otra cosa), en el funcionamiento de la economía. Controles de precios, restricciones a la exportación y a la importación, “llamados” de todo tipo a empresas, bancos, compañías de seguros, etc. para que compren tal cuál instrumento, otorguen tal o cual crédito, cobren tal o cual tasa, financien tal o cual proyecto, compren tal o cual producto, etc. etc. Esos mecanismos “no institucionales” han sido fuertemente distorsivos y han generado una maraña de incentivos perversos para un funcionamiento razonable de la economía. En la revisión de todos estos mecanismos para ir hacia “un país en serio”, la responsabilidad central ya no será de Kirchner, sino, insisto de la oposición, y de la elite productiva de la Argentina que fue víctima demasiado pasiva de esta situación. En síntesis, en materia política y social tenemos “un buen comienzo”. En materia económica, el manejo de la transición hasta el 2011 no será sencillo. Por la magnitud de los problemas, por un lado, y porque, todavía, la oposición no tiene claras respuestas frente a esos problemas. Las ideas autoritarias, de “mala” intervención, anacrónicas y aislacionistas del kirchnerismo perdieron en las urnas. Falta que sepamos qué ideas concretas triunfaron. Con autorización de © Szewachnomics para Informe Uruguay
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