La heladera y el ropero
	por Javier García

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            El triunfo está asegurado. Aunque llevemos una heladera o un ropero de candidato...". Con esta frase, rebosante de soberbia y que expresa la falta de respeto hacia la gente de algunos, el vicepresidente de Ancap, Sendic, el mismo que cierra la refinería en invierno, se despachó la semana pasada. Es un síntoma de estos tiempos que desde las alturas se crean dueños de la gente y que además les importe un pito sus opiniones.

            El ejercicio del poder absoluto operado a través de todos los ministerios y del gobierno sin control, por decisión propia, de toda la administración descentralizada y unanimidad de entes y empresas estatales, al igual que banca y enseñanza pública, ha generado esta sensación de impunidad para hacer y decir lo que se quiere.

            Las empresas públicas invierten millones de dólares en negocios de dudosa génesis, se pretendió designar al Fiscal de Corte en forma inconstitucional, se elimina la conmemoración de fechas patrias, al límite de que el vicepresidente Nin alegue que su superior Vázquez puede hacerlo de la forma que más le plazca; se califica a la prensa de amiga y enemiga, u opositora, que a los efectos gubernamentales es lo mismo. La soberbia está haciendo estragos en las alturas del gobierno.

            Las consecuencias de esta forma particular y poco republicana de ejercer el mandato empiezan a verse reflejadas en las encuestas. Esto sublevó al presidente que pretendió el lunes levantarle el ánimo a sus ministros mostrando los resultados de una ordenada a hacer por él que decía que viene bárbaro, por supuesto.

            Basta hablar con la gente, cosa que desde las alturas no hacen, para saber donde está la verdad, sin necesidad de que el presidente se pelee con los encuestadores.

            El desánimo y la decepción generalizada que anima a los uruguayos son evidentes. Este gobierno, que ganó entre otras cosas porque la gente depositó esperanzas legítimas en él, es un fracaso que en lo único que acierta es en ponerles la mano en el bolsillo a los uruguayos.

            Las puertas del aeropuerto de Carrasco no paran de abrirse por la emigración de jóvenes, que no es de ahora, pero que manifiesta el síntoma más dramático de la desesperanza. ¿Alguien se va si puede aquí emprender una vida digna?

            El Frente Amplio demostró no tener proyecto, o mejor dicho el suyo fue camuflar momentáneamente el que sostuvo históricamente. Quedó estancado en un Uruguay que a través de su Estado repartía felicidad, pagada por los excedentes que nos quedaban de venderle a los países que devastado por la guerra necesitaban nuestra producción. Pero eso fue hace mucho, y ahora hay que competir y ser mejores, más inteligentes y abrir mercados.

            Los países que antes sufrían, son los que reciben ahora a los jóvenes que se van frustrados.

            Nuevamente la gran esperanza vuelve a ser obtener un cargo público. Son decenas de miles los que se anotan para poder entrar a la administración pública. Algunos creen que es una gran noticia, cuando en realidad es la foto del Uruguay marchito. Va en línea con la alegría de un presidente que festeja como gran logro que la selección salga cuarta en la Copa América. Es lógico, la propuesta del gobierno es un Uruguay de cuarta.

            Ese es, también, el espíritu de la reforma tributaria que golpea a los que cometen la locura de trabajar, no sea cosa que mejoremos en la tabla de posiciones.

            Cuando un partido político cree que gana poniendo una heladera de candidato, lo que lo espera es el freezer.