|
El diálogo menos deseado…
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
|
|
|
No es probable que haya muchos en Bolivia que se muestren partidarios del actual diálogo para resolver problemas, para acercar posiciones, para evitar conflictos. Se sospecha que se procura, simplemente, de ocultar oscuros designios. También hay otros que publican su adhesión a un diálogo, para demostrar que ellos no serán los que lo rompan, aunque el interlocutor sea intransigente y que, con sus demandas, haga imposible tratar temas con sensatez y honestidad. Los que advierten esto ultimo, ciertamente desconfían y ven en un diálogo de esta naturaleza, no sólo una pérdida de tiempo, sino de una maniobra distractiva para seguir atropellando con clara conducta antidemocrática.
Ciertamente, todos estamos intrigados con el contenido, el significado y las perspectivas del pretendido diálogo en Bolivia. Parece tarea imposible esclarecer los propósitos ocultos. Esto se enreda cada vez más. Y son muchos los que contribuyen a esta gran confusión, entre ellos las convocatorias externas al diálogo en Bolivia, sin saber qué es lo que se debe dilucidar. Este es el caso de los que aprobaron la Declaración de la Moneda que leyó la señora Bachelet, Presidenta de Chile, y de las constantes exaltaciones vacías al valor de reunirse y discutir los problemas.
Pero, tampoco son pocos –quizá también en el extranjero- incluyendo a populistas, dirigentes regionales y opositores, que creen que el diálogo de Cochabamba sea ahora el camino para resolver las agudas diferencias entre populistas y demócratas. El diálogo, se sabe, está bloqueado por la intransigencia.
Las diferencias nacen, esencialmente, en el documento del Movimiento al Socialismo, adoptado en el cuartel militar de La Glorieta, y que pretende se apruebe como constitución política del estado, la que, en verdad, representa el propósito de convertir a Bolivia en un estado anacrónico, seudo socialista, con instituciones del ya desaparecido incario, con una deformación de la justicia que se pondría al servicio del oficialismo, con instituciones, como el parlamento, divididas en su representación con electos y designados, con la parcelación entre habitantes de las ciudades y los del campo, con desconocimiento de las autonomías adoptadas por voto popular en cuatro departamentos; Imposible dialogo por la pretensión del populismo de inventar un imposible régimen autonómico para tres docenas de comunidades, algunas con menos de un centenar de integrantes, para oponer a las autonomías departamentales; en fin, porque el populismo procura convencer que es buena una constitución que en el futuro se modifique por simple mayoría en el parlamento. Por último –aunque hay más- en una demostración de un arrebatado culto a la personalidad, se intenta establecer la reelección indefinida del actual presidente, esto, por supuesto, con la influencia del chavismo.
El oficialismo insiste en que el diálogo sólo debe servir para incorporar los regimenes autonómicos departamentales en su constitución. Se empecina en no dialogar y corregir las incongruencias, eliminar los atentados a la institucionalidad republicana, preservando la democracia representativa y, sobre todo, la Bolivia libre. No como nación subyugada al populismo que dirige Hugo Chávez.
El dialogo, si se cierra a todo lo que concierne a los bolivianos, si se insiste en exclusiones racistas y en consagrar facultades dictatoriales, será –ya lo es- el menos deseado. No parece que así prosperará.
» Arriba
|