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La carreta del diablo
por Carlos Caggiani
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Muchas opiniones, llevan a que Irán, Venezuela y Cuba, son la carreta del diablo tratando de rodar en los caminos de América del Sur.
Con la ayuda de Chávez y Correa a la guerrilla terrorista de la FARC, y posiblemente la influencia del gobierno radical iraní, queda demostrado que se está tratando de conseguir una desestabilización en la región con pretensiones de unir a grupos subversivos en el camino de tener un control “bolivariano” en Latinoamérica.
La carreta del diablo avanza, y forma frentes en los diferentes países, como la casa del ALBA en Perú, con más de doscientos locales dedicados a borrar la influencia estadounidense y a apoyar la llamada alternativa bolivariana, la formación de entrenamientos militares en Bolivia, el apoyo al candidato presidencial peruano Ollanta Humala, la famosa valija con $800,000 dólares llevada a la Argentina para ayudar a la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, las pruebas relevadas en la computadora del terrorista Raúl Reyes en la conexión con la FARC y la presencia de Hezbollah en la Argentina.
Aunque Venezuela niega su colaboración al ALBA, el gobierno peruano dice que reciben ayuda a través de Bolivia, y que la mayoría del soporte llega de una asociación entre las embajadas de Venezuela, Cuba y Nicaragua en la ciudad de La Paz.
Chávez trata de aminorar su relación con el grupo de la FARC, niega el tratar de ayudar económicamente a la campaña de Fernández, y también niega las pruebas encontradas en las computadoras del terrorista Raúl Reyes, abatido en un campamento protegido por el gobierno ecuatoriano. A su vez, trata de hacerse amigo de Uribe, al que criticó y hasta insultó, antes de que este presentara pruebas de su ayuda al grupo terrorista.
Correa niega su participación de ayuda a la FARC, y Evo Morales y Daniel Ortega se mantienen calladitos y al margen lo mismo que Cristina Fernández.
Irán promete toda clase de ayuda y las visitas de Chávez a este país dejan claro una alianza que tarde o temprano mostraría su presencia en Latinoamérica.
Toda esta trama, deja mucho que pensar, pues ninguno de los gobiernos Latinoamericanos se anima a poner el palo en la rueda de la carreta del diablo para que esta deje de rodar.
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