Nos preocupa el “más o menos”
por Dr. Jorge T. Bartesaghi
|
|
|
Allá por la década del 60,en sesión de la Junta Departamental de Río Negro, un muy popular edil (de quien guardo los mejores recuerdos), pretendiendo amparar su alocución en la supuesta solvencia técnica del presidente, dirigiéndose a él con el respeto habitual, le dice: “Señor Presidente, usted que es medio profesional…”. El presidente, Esc. Conrado Laurenz, le interrumpe indignado diciéndole: “Sepa usted señor Edil que la Universidad de la República no expide medios títulos.”
Tan particular anécdota aflora entre mis recuerdos, seguramente atraída por situaciones de actualidad que, por alguna similitud, crean esa asociación de ideas.
No necesito mucho esfuerzo para advertir que la vuelta a escena de aquel simpático disparate la provocan otros disparates políticos que, sin el amparo de las excusas que pudieron exonerar a aquel edil, reeditan yerros, ligerezas, improvisaciones, exabruptos y hasta groserías absolutamente impropias de la función que cumplen y del rango que ostentan.
La repetición cotidiana de estas actitudes pretende acostumbrarnos a pensar que las formalidades no existen, los usos y costumbres son obsoletos, y lo que es peor, que la normativa jurídica toda, empezando por la constitucional, tiene un valor relativo. Es decir, están ahí para cumplirse “mas o menos”.
En este marco de necesaria síntesis me referiré solamente a dos episodios recientes que, por su gravedad, a nuestro juicio configuran gravísimas violaciones constitucionales. En primer lugar, al escandaloso acto político protagonizado por el Presidente de la República y su Consejo de Ministros en Paso de los Toros, y luego los últimos episodios del sainete por entregas que protagoniza el ahora senador José Mujica.
El primero de los hechos fue verdaderamente indignante. Un presidente que renuncia a la representación que inviste de todos los orientales, para asumir personería por sólo una parte de ellos (los frenteamplistas, y creo que no todos) y lo que es peor, en contra del resto del país que aparecía como su enemigo.
Un presidente que tolera, cuando no organiza, el “acarreo” de militantes de su partido, en 60 o 70 ómnibus, con el único objetivo de servir de marco bullanguero y festivo de la parodia que se desarrollaría en el “tablado”.
El señor presidente debió haber sabido que no estaba en el barrio, que los ministros sentados en el escenario no son una comparsa carnavalera, y que su gran público, ese con ancestral tradición democrática y republicana (no el acarreado por el paseo y un par de chorizos) que hubo de soportarlo por televisión, no merece la actuación histriónica propia de un “milagrero”, con la que nos obsequió.
También debiera saber que se ofende nuestro concepto de dignidad republicana cuando el presidente de la República se sobreactúa, al mejor estilo de su colega tropical, buscando la carcajada fácil de un público “elegido de la pata”. Ese no era nuestro Uruguay, esa no era nuestra gente, ese no era nuestro estilo y tampoco ese era nuestro presidente.
Pero lo verdaderamente grave no es mi apreciación personal, abiertamente negativa, ni siquiera la de tanta gente que piensa en consonancia. Lo grave es que el presidente no advierta que incurrió en violación de las normas constitucionales, que actuar contra los mandatos de la Carta es de absoluta gravedad, y que aquí no puede pensarse en interpretaciones de “más o menos”.O se cumple el mandato constitucional o se le viola.
No puede disimularse el incumplimiento con peregrinas interpretaciones ni con calificaciones de “profetas del oscurantismo” que no son otra cosa que vedadas amenazas.
Si tiene cuatro patas, pelos, trepa por el tejado y dice “miau”, es un gato. Y el acto de Paso de los Toros, vístase como se vista, véase como se vea, no es otra cosa que un acto político partidario electoral, y como tal violatorio de la Constitución de la República.
Y qué decir frente a las últimas barbaridades del senador José Mujica. A pesar de que no nos gusta calificar, en este caso nos vemos obligado a hacerlo.
¿Cómo denominar a quien desde su sillón senatorial se atreve a afirmar públicamente que “la Constitución de la República es un chicle y no hay que darle pelota”?
Nadie hasta la fecha en este país se atrevió a decir disparate de tal entidad.
No es necesario profundizar en argumentación alguna para concluir, sin violencia, que nos enfrentamos a una grosera violación de la Carta, de entidad tal que no imaginamos otro procedimiento que dar andamiento a los mecanismos constitucionales de juicio político.
Frente a lo expuesto pierde toda relevancia el análisis de sus últimos brulotes.
“A estos viejos de la Corte vamos a tener que darle pelota”, etc., etc.
Se dice de este hombre que es un brillante comunicador. No dudo eso, pero menos dudo que su capacidad comunicacional es la mayor agravante en su acción disolvente social.
El pasado del senador Mujica no le autoriza a adoptar posturas suficientes ni mesiánicas. Ese pasado (por el que nunca le sentí pedir el perdón que reclama de otros) debiera exigir de su capacidad comunicacional una actitud aglutinante, positiva, constructora de unidad nacional, y no promover la grosería soez o el desprecio por formas de educación que hacen a nuestro patrimonio cultural.
Estas situaciones son demasiado graves. Con ellas no podemos ser “más o menos” tolerantes.
La jerarquía de la función que desempeñan nos impide la tolerancia que tenemos con aquel edil de la anécdota.
Porque aquel hombre (de iniciales R. S.), que en su vida privada fue un modesto portero de una institución pública, más allá de sus dificultades de expresión y de sus límites culturales, fue un verdadero patriota que cumplía con honor su función intentando, a su manera, ayudar a sus paisanos.
El podía decir “medio profesional”. El presidente y el senador no pueden hacerlo.
Comentarios en este artículo |
|
|