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Año V Nro. 280 - Uruguay,  04 de abril del 2008   
 

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Lobo Gris

El caso contra el capitalismo
I. El egoismo

por Lobo Gris de Lothlórien
 
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En esta serie de ensayos voy a demostrar las contradicciones lógicas y praxeológicas inherentes a toda crítica al capitalismo. De esta manera, también al mismo tiempo demostraré que toda economía alternativa al capitalismo contiene algún grado de contradicción. Algunas son tan absurdas que resultan imposibles. Otras, son lo suficientemente absurdas como para que no sean sustentables en el tiempo. Otras, simplemente mantienen un discurso lógicamente absurdo, y en la práctica sólo funcionan porque el nivel de socialismo aplicado es lo suficientemente pequeño como para que el basamento capitalista pueda sostenerlo. (*)
La idea esta vez, a diferencia de artículos anteriores, es presentar el caso exponiendo un aspecto por vez. De esta manera, cada exposición es más concreta y acotada, y por lo tanto, más fácil de comprender y de discutir.
(*) Aquí, por supuesto, implícitamente estoy diciendo que todo lo que se opone al capitalismo, es de alguna forma socialismo. Pero como muchos socialistas odian que se los encasille como tales, por el momento no voy a insistir en esta idea. A medida que progrese en la serie, se hará evidente que toda crítica al capitalismo se sustenta en algún principio moral o teórico socialista. Pues las únicas alternativas lógicamente concebibles son el capitalismo puro, el socialismo puro, y toda la serie de híbridos intermedios. Pero esto lo dejaré para después.

El caso contra el capitalismo. I. El egoismo.

         Uno de los principales ataques al capitalismo consiste en la acusación de que se sustenta en una moral egoísta e individualista. Estos ataques, se fundamentan, por supuesto, en la idea de que la economía tiene que ser solidaria, en dar al otro sin exigir nada a cambio, y todas esas ideas que tienen más de románticas que de prácticas, y que se parecen más a un mundo fantástico que a la realidad, presente o posible.

         Veamos. Imaginemos entonces que por alguna extraña razón se ha formado una comunidad fundamentada en estos principios solidarios. ¿Qué pasa si uno decide vivir de los regalos que los otros tan noble y desinteresadamente le dan? Es decir, si todos trabajan para darle al otro, entonces yo, más inteligente, podría aprovechar la situación, no trabajar, y vivir de lo que producen los demás.

         Si consideramos real semejante situación, tenemos que admitir que esto encaja perfectamente dentro de sus prescripciones morales. Es un sistema hecho a la medida de los egoístas: el egoísta va a vivir del solidario. Y el solidario va a seguir manteniendo al egoísta, porque el solidario no pide nada a cambio. Su fin es ser solidario.

         Pero el solidario no es tan tonto, dirán algunos. ¿Por qué el solidario va a seguir produciendo para el egoísta? Al egoísta se lo va a separar de la comunidad. Ups! pero entonces... es falso que dicha comunidad se sustente en la solidaridad y en dar a otro sin esperar nada a cambio. Pues del otro se espera que haga exactamente lo mismo. En otras palabras, en realidad es una comunidad sustentada en el intercambio: yo te doy si vos me dás. Es una contradicción lógica decir que "yo te doy sin exigir nada a cambio, si vos me das sin exigir nada a cambio". Salta a la vista.

         ¿Qué pasó? Pues que el sistema solidario al final no es tal. También se rige por el principio del egoísmo, pues este está implícito en el principio de reciprocidad sobre la que se construye toda sociedad.

         De esta manera, hemos alcanzado dos alternativas: una presenta una contradicción lógica, otra es una contradicción praxeológica.

         El sistema realmente solidario, es una contradicción praxeológica, es decir, es contraria a la forma en que los seres humanos actúan. Nadie en su sano juicio, ni siquiera el más comunista de todos, puede decir que el egoísta va a ser mantenido voluntariamente por los demás, sin que éstos reciban nada a cambio por parte del primero. Es decir, al final de cuentas, todos son egoístas. Porque todos exigen algo a cambio.

         Por lo tanto, en la realidad sólo es posible un sistema fundamentado en el egoísmo. Y como tal, cualquier sistema o comunidad real cuyos integrantes argumenten que es solidario, no hace más que intentar imponer una ilusión ideológico-discursiva lógicamente absurda. Y cualquier propuesta económica que prescriba la solidaridad como principio moral rector, es un imposible fáctico.

         Ciertamente que podríamos considerar casos en los que ciertas relaciones no se sustentan en el egoísmo. Al menos no en la clase de egoísmo del que hablamos, porque estrictamente hablando sí son relaciones egoistas (el caso de los niños mantenidos por los padres, por ejemplo). Pero aún bajo un concepto más laxo de egoísmo, para considerar como no egoísta esta clase de relaciones, no se puede extrapolar a las relaciones sociales de las que hablamos. Porque un padre admite mantener a sus niños. Y siente placer al hacerlo. Pero no podemos esperar la misma clase de comportamiento y placer para cualquier persona. El egoísmo siempre va a dominar en cualquier otro caso: el que siendo capaz de trabajar, no lo hace, no es aceptado en la comunidad. Porque no da nada a cambio de lo que recibe.

         Sólo un sistema económico fundamentado en el egoísmo es posible en la realidad. Por lo tanto, cualquier argumento en contra del capitalismo que se sostenga en el problema del egoísmo, no tiene validez alguna. Y cualquiera que se imagine un sistema solidario, no hace más que imaginarse mundos absurdos.

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