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Año V Nro. 393 - Uruguay, 04 de junio del 2010  
 
 
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Carlos Malamud

La herencia de Alvaro Uribe
por Carlos Malamud

 
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          El resultado de la elección presidencial colombiana del pasado domingo no deja lugar a dudas, la herencia de Álvaro Uribe sigue latente, si bien sea quien sea el próximo presidente que resulte elegido en la segunda vuelta intentará tomar distancia con el pasado. De todos modos, a la hora de elegir entre dos candidatos que pensaban seguir aplicando las líneas maestras de la política de seguridad democrática de Uribe, la ciudadanía se inclinó por Juan Manuel Santos, el candidato que estaba en mejores condiciones de ejecutar el legado del uribismo y, de ser posible, acabar militarmente con la pesadilla de terrorismo y el narcotráfico.

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          Desde esta perspectiva el resultado fue aplastante. Los casi 25 puntos porcentuales que separan a Santos de Antanas Mockus son el testimonio rotundo de la realidad colombiana. Sin embargo, las encuestas, al menos aparentemente, fueron incapaces de reconocer esta realidad. Según los responsables de las principales empresas demoscópicas la prohibición de difundir resultados en la semana previa a la elección les complicó el trabajo. De hecho, las últimas mediciones de opinión pública se hicieron entre 12 y 14 días antes de los comicios.

          Es verdad que los últimos datos publicados hablaban de un empate técnico, pero a éste se llegó después de unas semanas de vertiginoso crecimiento del apoyo a Mockus. Su rápida ascensió llevó a numerosos periodistas y analistas a hablar de una verdadera revolución política en Colombia. Pero luego esta tendencia fue seguida por un estancamiento y posterior decrecimiento de su respaldo. Por el contrario, Santos, que partía inicialmente como favorito y debió enfrentarse al embate de la marea verde, logró recuperarse finalmente gracias a una propaganda agresiva y, a veces, cargada de negatividad contra su rival.

          Por eso, lo que no pudieron medir las encuestas, porque no les fue posible, fue el cambio de tendencia que se estaba produciendo en el electorado. Tampoco pudieron registrar el impacto de los debates electorales de la última semana, en que el matemático y ex rector universitario Mockus brilló sólo de forma mortecina.

          También se equivocaron las encuestas al pronosticar un aumento considerable del nivel de participación, que finalmente se quedó en un modesto 49%. Se decía que una afluencia masiva de jóvenes electores urbanos, los que nutrían las redes sociales que apoyaban a Mockus, le permitiría al ex alcalde de Bogotá obtener un excelente resultado. Pero nada decían del electorado rural, al que a priori se considera un bastión del uribismo. La afluencia de votantes fue desigual en todo el país, destacando el 61% de participación de Cundinamarca o el 60% de Bogotá, frente al 38% del departamento de Bolívar o el 46 de Valle. De repetirse conductas de pasadas elecciones podría producirse un aumento de la participación ciudadana en la segunda vuelta de cerca de un 10%.

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          Con todo, el resultado fue apabullante y, se podría decir, casi concluyente. Con estas cifras, el 46%, Santos se quedó a muy poco de evitar la segunda vuelta. Lo hubiera hecho en otros sistemas políticos latinoamericanos, como el nicaragüense o el argentino, hechos para beneficiar a candidatos concretos frente a una fragmentación del voto de sus rivales, y que tienden a distorsionar el objetivo legitimador de la segunda vuelta.

          De todos modos, pese a la abrumadora ventaja de Santos aquí también se puede recordar aquello de que una segunda vuelta es una nueva y distinta elección, razón por la cual el ganador no debe bajar la guardia si aspira a llevarse el premio mayor. De ahí la importancia de las alianzas que establezca, tanto las más seguras, caso de los conservadores, como las más difíciles, como ocurre con Cambio Radical, de Germán Vargas Llera. Sin embargo, quien tendrá el trabajo más complicado y más arduo será Mockus, que deberá remontar una diferencia de más de 3.600.000 votos. Sea quien sea el ganador no hay duda que volverá a ser el pueblo colombiano quien se exprese, y probablemente en una nueva jornada de civismo como la vivida el domingo 30 de mayo.

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Fuente: Infolatam

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