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Reflexiones sobre el Mundial por Fernando Pintos |
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Bueno… A Dios gracias, el Mundial de fútbol ha terminado. Era ya hora para ello. Durante casi un mes, el planeta entero estuvo pendiente del «magno acontecimiento». Tengo un par de amiguitas, en la China continental, quienes me escribían dos o tres veces por semana, para contarme que iban a ver, por televisión, éste o aquél partido… Y ni qué decir de Guatemala City. Aquí, donde nunca se ha participado en un Mundial; en un país que fue asquerosa y fraudulentamente eliminado de aquella competencia por las turbias componendas entre el mandamás de la CONCACAF —el trinitario Jack Warner— y la alta dirigencia del fútbol mexicano, para que el clasificado fuese Trinidad Tobago en lugar de Guatemala… Aquí, digo, no volaba una mosca que no estuviera de alguna manera involucrada con las «emocionantes» alternativas de la justa mundialista. Durante los partidos, la ciudad entera se detenía, se paralizaba. Las oficinas adquirían una especie de parálisis intermitente, los cocineros arruinaban las órdenes en los restaurantes, una legión de altos ejecutivos desaparecía como por ensalmo (siempre «estaban en alguna comisión», o «estaban en junta», o se les justificaba con cualquier otro pretexto eufemístico)…
Pero también, pues algo bueno debería tener aquel odioso asunto, el tráfico se volvía mucho más soportable y hasta las calles se vaciaban si jugaba alguno de los mimados de la afición (Brasil, Argentina, España, Francia, Alemania). Aunque, por supuesto, siempre uno corría el riesgo de ser atropellado o abollado por algún cretino con harta prisa y urgencia por llegar a ubicarse frente a una pantalla chica. Extraño fenómeno aquél. Uno hubiera pensado que, ya fuera del Mundial Guatemala, y para colmo eliminada —lo reitero— de una manera tramposa e infame, aquí no cundiría el entusiasmo enfermizo por ese gran negociado de FIFA, el Mundial de Fútbol… Pero sí cundió, y de qué manera. Cundió hasta tal punto, que un montón de automovilistas circulaban empavesados con muy diferentes estandartes de países mundialistas… Caballeros en sus caballos de lata, preferían siempre la bandera de cualquier hijo de vecino, antes que la de Guatemala. En lo personal y dado que el Mundial no tenía mayor atractivo para mí —no jugaban ni Uruguay, que es mi país de origen, ni Guatemala, que es mi país de adopción—, apenas mantuve un tibio interés por España. Después del baldazo de agua helada, por Argentina… Tras el nuevo baldazo, cuando menos experimenté la tibia y lejana satisfacción de que entre los cuatro finalistas, había tres seguros países míos de origen: Italia, Portugal y Francia. Y, además, otro del cual también hubo en mi familia una lejana descendencia: Alemania. La última calmada satisfacción que me brindó el Mundial, del cual no vi ni siquiera la mitad de un solo partido, fue que de los cuatro finalistas ganara mi favorito: Italia. Del Mundial, apenas disfruté unas cuantas jornadas de tráfico suave. Y ni tan siquiera llegué a aprovechar lo que vaticinaba el matutino PRENSA LIBRE en un interesante reportaje que se publicó justo cuando comenzaba ese campeonato: una gran cantidad de mujeres, novias, esposas o amantes, quedarían durante casi un mes abandonadas e ignoradas, porque los correspondientes (novios, esposos, amantes) estarían muy preocupados por los partidos, la información periodística e, incluso, por coleccionar cromos con los jugadores de las diferentes selecciones. En fin, como siempre se ha dicho, Dios le da pan al que no tiene dientes… Y para colmo de desgracia, para algunos, que tenemos colmillos afilados de tigre diente de sable, ni migajas. Bueno, tal como dijeran los franceses, una vez terminada la final de este campeonato Mundial de Fútbol: «Cést la vie»…
El Mundial dejó cabizbajos a muchos. Por empezar, el nivel futbolístico fue mediocre. Las grandes estrellas demostraron, con creces, algo que vengo afirmando de varios años a esta parte: ningún jugador, en el mundo, vale ni 30, ni 40, ni 50, ni 60, ni mucho menos 70 millones de dólares. Los precios que se manejan en las transferencias de nivel mundial están brutalmente inflados. La publicidad que se maneja en torno a todos los «grandes jugadores del momento» está basada en mentiras, exageraciones, farsas reiteradas. La promoción de los grandes clubes es una payasada. Y la FIFA es un antro de crápulas y vivillos, que viven vampirizando ese enorme negocio en que se ha convertido el fútbol a niel mundial. Pero las mentiras tienen patas cortas y tranco de pollo. Brasil fracasó estrepitosamente; Argentina, Inglaterra, Alemania, Checoslovaquia y unos cuantos más, hicieron lo propio. La final se convirtió en un forcejeo mezquino, en una merienda campestre de mediocres. Y fue campeón el menos peor. Pero nada de ello importa. Lo que sí importa son las cifras, frías y descarnadas, que demuestran algunos detalles por demás reveladores. Veamos algunos interesantes datos publicados por EL PAÍS. En una nota publicada el pasado lunes 21 de julio, firmada por Eduardo QuaRtino y titulada EL FÚTBOL ES LA 17a. ECONOMÍA DEL MUNDO, se informa de lo siguiente: En la actualidad, el fútbol ocupa el lugar 17º entre las principales actividades económicas del mundo, y el volumen de dinero que mueve cada año está en el rango de los US$500 mil millones. Hay ahora, en todo el planeta, 240 millones de jugadores, quienes pertenecen a un millón y medio de equipos que están afiliados a la FIFA, de manera directa o indirecta. Por otra parte, el Mundial aportó para Alemania dos millones y medio de turistas entre los meses de junio y julio de este año. Debido a que el gasto per cápita de esos visitantes estuvo en un mínimo US$1,000, el Mundial inyectó a la economía alemana la nada despreciable suma de US$2,500 millones… Pero una suma similar se agregó al mercado interno del país anfitrión, gracias a la compra desenfrenada de televisores y de productos promocionales vinculados con el Mundial. Quince patrocinadores del «magno evento» pagaron, en conjunto, la friolera de US$500 millones, y la FIFA recaudó US$1,700 millones por derechos de televisión.
¿Querrían una moraleja para todo esto que acabo de mencionar? Pues bien, hay una y es de fácil captación: en todos los lugares donde el dinero corre como un tsunami, acuden y se congregan los mafiosos, de la misma manera que las moscas lo hacen siempre allí donde esté derramada la miel. Y si no me quieren creer, observen con estricta atención las penurias del fútbol uruguayo.
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