La Batalla es Económica
Capitalismo y socialismo
por Eduardo García Gaspar
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Es una costumbre arraigada en varias comunidades políticas y de intelectuales, y se sustenta en una crítica que usa adjetivos como arma principal. Al capitalismo, objeto de los odios de esas comunidades, se le califica de las más variadas formas.
Se dice que es inmoral, que fomenta la codicia, que es inestable, que está sujeto a crisis cada vez mayores, que es un instrumento de explotación, que glorifica el lucro, que es salvaje… en fin, estos y otros más, son adjetivos asignados al capitalismo, casi como una reacción en el perro de Pavlov.
Si bien, arrojar calificativos como una herramienta que critica a una posición es un argumento inválido, que no demuestra nada, la táctica ha tenido resultados más o menos exitosos. En México, por ejemplo, uno podría esperar que el PAN, clasificado siempre como de derecha, apoyara el capitalismo.
Pero en realidad el PAN es otro partido más que apoya medidas opuestas al capitalismo, y no es en exceso diferente al PRI, por ejemplo, otro partido que en lo general se inclina a hacer lo opuesto de lo que el capitalismo indicaría. Ninguno de esos dos partidos, la verdad, es de derecha.
El tema, me parece, bien vale una segunda opinión para aclarar algunas ideas que no son complejas. El capitalismo parte de un principio, el de la libertad humana. Es decir, quien es partidario de la libertad, aunque no lo reconozca, es un capitalista en su fuero interno.
Los problemas surgen con las consecuencia de esa creencia en la libertad de las personas. Si usted cree en la libertad y lo cree con firmeza, va a concluir que no es deseable el intervencionismo estatal. Y esto hace salir chispas con el socialismo y sus variaciones, puesto que éste propone limitar esa libertad con un gobierno interventor.
La batalla genérica se ve, por tanto, en el nivel del papel del gobierno. Los socialistas quieren un gobierno grande con muchas funciones (Obama es un buen ejemplo de esta posición con su intervención económica y en servicios de salud, pero también lo es Hugo Chávez y sus medidas, más bastante más extremas).
Los capitalistas, por su lado, creyendo en la libertad, sostienen que las personas pueden y tienen la capacidad de valerse por sí mismas, sin necesidad de un gobierno que limite su libertad. Por esto, los capitalistas son los más grandes defensores de libertades de expresión y de libertades políticas y religiosas, donde rechazan intervenciones estatales de censura, por ejemplo.
Muy pocos en estos tiempos propondrían limitar libertades políticas, ni libertades de creencia. Hasta los socialistas, que en tiempos idos, querían deshacerse de esas libertades, ahora las aceptan en países democráticos (pero no en naciones como ahora Venezuela y Bolivia).
Esto concentra la batalla específica entre socialistas y capitalistas, en el campo de las libertades económicas. Los capitalistas, defensores del resto de las libertades, tienen la posición más congruente: si se defiende la libertad de expresión y de voto no queda más que también defender libertad de trabajo y de empresa. A esto se le llama libre mercado.
Por su parte, los socialistas tienen la posición opuesta, no quieren mercados ordenados por personas libres, sino mercados que sean ordenados por el gobierno. Esta es la gran discusión, el terreno en el que se dan las mayores diferencias de opinión.
Los capitalistas justifican su posición argumentado que los mercados libres crean mayor prosperidad, que así se usan los recursos que siempre son limitados, de una manera más eficiente. Y que el único papel del gobierno es proteger libertades de propiedad, solucionar disputas entre las personas y desarrollar un marco de leyes que proteja la libertad de mercado. Esto, dicen los capitalistas, beneficiará a todos.
Los socialistas opinan lo opuesto, dicen que la intervención del gobierno es la que crea más prosperidad y que por eso, la burocracia debe planear la economía con disposiciones que regulen precios, otorguen subsidios, creen incentivos particulares y demás.
Todo lo que he querido hacer es centrar la discusión en donde ella se encuentra, fuera del uso de adjetivos, y dentro del campo de las libertades económicas entre capitalistas y socialistas. La ventaja de esta discusión es que sí puede probarse cuál de los dos bandos tiene la posición más débil. Sabemos con bastante certeza que el sistema socialista no produce prosperidad en el mismo nivel que lo hace el capitalismo.
Con autorización de © Contrapeso.Info
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