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Año V Nro. 354 - Uruguay, 04 de setiembre del 2009
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La nota aparecida en El País referente al planteo del senador Ruperto Long y sus dudas respecto a las exportaciones de libros a Venezuela, trae a mi memoria varios hechos que intentaré relatar para mayor conocimiento de todos y tal vez ayuden a entender como son, los Estados reguladores los que siempre crean los espacios para que se consigan lucros legales pero de dudosa moralidad. En el Uruguay de la dictadura se pretendió apoyar a la industria con “reintegros a la exportación” que en algunos casos llegaban al 25% del valor de lo exportado. Algunos Empresarios exportaban mercaderías cuyo costo de producción por ejemplo era de 1 dólar y lo facturaban a 10 dólares recibiendo un reintegro de 2,50 dólares, conseguían un comprador en el exterior que aceptaba dichas condiciones, el exportador proveía los fondos para que el importador le girase el valor de la exportación, dejándole la mercadería de regalo, ¿Dónde estaba la ganancia? Pues en el reintegro recibía 2,50 le había costado 1, ganaba 1,50 el 150% por unidad exportada ¿Quién perdía? Todos los uruguayos que mediante impuestos debían proveer los fondos para dicho reintegro. Cierto que deberían pagar un impuesto a la renta brutal, que de haberlo hecho se comería la ganancia, pero utilizaban S.A. que al poco tiempo cesaban su actividad y quedaban como deudoras de la DGI, también otras empresas que habían perdido cifras enormes por devaluaciones en sus balances podían licuar esa aparente ganancia sin generar impuestos a pagar. En otro momento de nuestra historia en Argentina por decisiones similares a las que hoy tomo Venezuela, aparecieron controles de cambio que dispararon un cambio negro paralelo que en oportunidades llego a ser superior en un 200% al oficial, posibilitando negocios interesantes, por ejemplo igual que ahora se imprimiesen libros en tiradas enormes y también se sobrefacturasen, en el momento de hacer el pago o transferencia se ingresaban los dólares vendiéndolos por el mercado negro y se hacia el pago correspondiente, consiguiéndose utilidades financieras extraordinarias. Pongámosle números, imprimimos 10.000 diccionarios a un costo de 1 dólar y los exportamos a 10 dólares o sea 100.000 en el momento de hacer el pago se ingresaban 50.000 dólares y se vendían en el mercado negro consiguiendo la moneda local para transferir los 100.000 dólares a los que restamos 10.000 de costo y 50.000 llevados, queda una ganancia neta de 40.000 dólares. Aquí también sucede como en el caso anterior las empresas que hagan estas operaciones deberían pagar “ganancias elevadas” a la DGI, pero siempre aparecen formas de evadir. Mi consejo al senador Long es que procure hacer el seguimiento para controlar si se hacen los aportes correspondientes a la DGI, pues ese creo seria el único ilícito legal. También queda el juicio moral y el destino que se de a dichas utilidades pero eso es otra cosa. Es cierto que en ambos casos relatados donde realmente se produce una irregularidad es en el País comprador, pues se estaría comprando mercadería que no podría venderse pues los precios de venta al publico resultarían muy caros comparados con mercaderías similares de precios normales, así que el importador debería venderlos a perdida o no venderlos. Es posible que algún ingenuo piense que controlando los precios de las importaciones podrían evitarse estas operaciones, bien les cuento que en el primer Gobierno de Alan García en el Perú, sucedió algo similar y para evitar estos “negociados” contrataron los servicios de una multinacional francesa, no recuerdo el nombre, yo estando en un LIBER (feria del libro) en Madrid presencié la negociación de un fuerte importador peruano comprando sobrefacturados varios millones de dólares de textos y al mismo tiempo “arreglando” con un representante de esa controladora la autorización para la compra. Siempre el ingenio humano va por delante de las reglamentaciones y los controles y también cabe la posibilidad de que los que aconsejan a los Gobernantes estas medidas al mismo tiempo estén lucrando con ellas. Una última anécdota, tome conocimiento por comentarios escuchados que en la Argentina del doble mercado de cambios no solo era conveniente comprar sobrefacturado para poner dólares fuera, sino que cuando se exportaba, si podían, subfacturaban oficialmente cobrando la diferencia por fuera, era comentario entre despachantes de aduana que llegaban a repintar las líneas de flotación de los buques graneleros para sacar el doble de toneladas de las facturadas. La única enseñanza que se saca de estas experiencias, es que lo mejor siempre es intervenir lo menos posible en la economía, tener libertad de mercados de cambio con un solo precio y no pagar reintegros que siempre son injustos para el que los paga, el pueblo del País exportador. © Guillermo Asi Méndez para Informe Uruguay
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