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Año V Nro. 354 - Uruguay, 04 de setiembre del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 
Fernando Pintos

Caminar por las paredes…
por Fernando Pintos

 
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         Este señor, judío, era un empresario importante. Entró en el banco, pidió para hablar con el gerente, y no bien éste le atendió, le dijo sin mayor preámbulo: «Buen día, Vengo a solicitar un crédito urgente».

         El gerente estaba encantado de atender en persona a un gerente importante como aquél. Y le dijo: «Veamos, Don Moisés… ¿Qué cantidad es la que usted necesita?». Obviamente, la respuesta lo dejó con la boca abierta.

         —Quiero que me dé un crédito urgente por un dólar.

         —¿Cómo me está diciendo? ¿Un dólar? Por favor, Don Moisés, no es necesario solicitar un crédito por esa cantidad… Puede usted retirarlo de cualquiera de sus cuentas. (¡Cof! ¡Cof!)… ¿Se lo saco de una de sus cuentas corrientes o de una de sus libretas de ahorro?

         —Pero, ¿es que acaso yo hablo en chino o en turco? ¡Le he dicho, claramente, que quiero que se me conceda un crédito de un dólar en moneda americana! ¿Es tan difícil de entender?

         —Pero… Es que… Fíjese usted…

         —¿Qué está insinuando? ¿Qué no me quieren conceder mi crédito? Sepa que, en ese caso, ya mismo le estoy cancelando todas las cuentas, las libretas, las cajillas de seguridad, el servicio VIP, las tarjetas de crédito de toda mi familia, el fondo de inversiones… ¡Y me voy a otro banco donde me traten mejor que ustedes! ¡Por el gran corno!

         Para esas alturas, el gerente del banco no sabía si ponerse lívido o granate, si jadear, hipar o simplemente lloriquear.

         —Pero, Don Moisés… ¡No me malinterprete! Desde luego que no tendremos ningún inconveniente en concederle su crédito, ¡faltaría más! Y bien, ¿qué plazo desea?

         —Que sea por un mes…

         —¿Un mes, dijo?… Mmmm… Bien: como es un plazo corto, le aplicaremos un interés del 10 por ciento… Pero, por ser usted uno de nuestros mejores clientes, se lo vamos a dejar en un 5 por ciento… ¿Qué le parece?

         —Me parece razonable… Ahora bien: como garantía por el préstamo, quiero dejar mi Mercedes Benz de último modelo. Recién lo compré la semana pasada…

         —¿Su Mercedes Benz flamante? ¿Un carro que vale más de cien mil dólares?¡Pero Don Moisés! Por esa cantidad que usted pide, no es necesario que nos deje una garantía. Además, tratándose de usted, ¡aquí sobra cualquier garantía!

         —¡Pero le he dicho que quiero dejar de garantía el Mercedes! ¡Si no me lo aceptan, cancelo las cuenta y todo lo demás, y me voy a otro banco para pedir mi crédito! ¿Acaso yo hablo en tibetano o arameo antiguo?

         —¡Pero no, Don Moisés! ¡De ninguna manera! ¡No se altere! Aceptamos con mucho gusto su garantía, por supuesto… Puede dejar ya su Mercedes en el parqueo del banco. Y ahora, no tiene más que firmar aquí… ¡Eso! ¡Muy bien Don Moisés! ¡Ya tiene su préstamo! ¿Lo quiere en un billete o en monedas? ¿Billete? ¡Bien, bien! ¡Aquí lo tiene! Un dólar exacto y entero… Ni más ni menos… Autenticidad comprobada. Muchas gracias y quedamos a sus gratas órdenes, como siempre… No se pierda, ¿eh? Y no se preocupe por nada. Ordenaré una custodia especial de 24 horas diarias para cuidar su valioso Mercedes… ¿Eh? ¡Es bueno verlo sonreír! Hasta pronto…

         Un rato después, el tal Don Moisés llega a casa y corre en busca de su mujer. Exultante, la agarra por los hombros, la sacude y le dice:

         —¡Sara! ¡Ya nos podemos ir de vacaciones tranquilos! ¿Vos te fijaste que en cualquier parqueo desgraciado te cobran dos y hasta tres dólares la hora? ¡Pues me conseguí uno con vigilancia especial para el Mercedes, y por tenerlo un mes, me van a cobrar apenas un dólar con cinco centésimos!

         Moraleja: eso sí que es ser vivo y caminar por las paredes… ¿Eh?

© Fernando Pintos para Informe Uruguay

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