Año III - Nº 155 - Uruguay, 04 de noviembre del 2005

 
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UNA BREVE MIRADA A
NOSOTROS MISMOS&

* Fernando Pintos
 


Uruguayos, todos: queridos míos& Me veo en la obligación de compartir con ustedes algunas reflexiones. Y en primer lugar diré: no crean que, por distante, sea yo ciego, tonto o lo que sería mucho peor, ciego ante las difíciles realidades que vive mi país. Nada de eso. Soy bien consciente de los gravísimos problemas económicos que Uruguay afronta y conozco que nuestra población ha sido notoriamente castigada por todo ello. Entiendo, perfectamente, de qué maneras tan radicales se ha estado perdiendo nuestro tradicional estilo de vida, nuestro particularísimo "Uruguayan Way of Life", del cual muchas generaciones han disfrutado debidamente y del cual siempre hemos estado orgullosos, y con sobrada razón. Conozco acerca de gobiernos que han oscilado entre lo malo y lo desastroso; de políticos que no han dado casi nunca la talla -en eso, se parecen llamativamente a nuestros jugadores de fútbol-; de unos apocalípticos escándalos bancarios (hermanitos Peirano y compañía); de calamidades financieras y estrecheces presupuestarias; de políticas económicas erróneas; de esa emigración incesante que nos desangra como pueblo (la gente tiene que ganarse la vida de alguna manera); de todas ésas y de muchas otras cosas que nos afectan tremendamente como país, como nación, como pueblo, como patria.

No por casualidad ha sido que, en las recientes elecciones, haya triunfado categóricamente una coalición de partidos de izquierda, terminando así como 175 años de alternancia de los partidos tradicionales en el poder. El mensaje ha sido claro: ¡Los uruguayos están hartos! ¡Los uruguayos están desesperados! ¡Los uruguayos quieren soluciones inmediatas y están hasta la coronilla de todo lo que hasta el momento han tenido o experimentado! Así es que conozco bastante exactamente, compatriotas míos, los alcances de su justificada frustración, de sus desesperaciones, de sus enojos y enconos, de sus vergüenzas y de sus penas frente a esa decadencia que en todos los niveles de la vida nacional se observa y que tiene, como naves insignias, a esos dos enormes icebergs asesinos: el desempleo y el subempleo.

Mas& Permítanme decir algunas cosas y hacerlo sin ánimo de pontificar. Me gustaría, por ejemplo, que en algún momento ustedes desprendiesen sus ojillos alucinados del pegajoso y mefistofélico Show Business con que el Primer Mundo nos obsequia a través de los medios de comunicación convencionales y posmodernos. Y más me placería que, una vez hecho eso, mirase cada cual en dirección de sí mismo, entendiendo esto último en cuanto la sobria y sabia definición de Unamuno: "Yo soy yo y mi circunstancia". ¿Qué significa esto? No que vayan a pasar todo el día haciendo gestos y poses delante de un espejo, sino, verse a sí mismos, al mismo tiempo, como individuos y como país. Sé que hacer tal cosa requerirá un tremendo esfuerzo, todo un ejercicio de voluntad, pues no en vano el Show Business posmoderno -ese verdadero "pan y circo" que ha sido montado por los amos de la Globalización- ha demostrado ser la peor de las drogas que hoy se consumen sobre este planeta y una calamidad mayúscula aún si se le compara con fenómenos tan devastadores como el Tsunami o el huracán Katrina que asoló Nueva Orleans.
Este Show Business es eso y mucho más porque, antes que nada, incita a despojarse del raciocinio, la reflexión y el pensamiento crítico& Para dejarse arrastrar por una caótica turbonada de luces, chisporroteos, lentejuelas, papel picado, serpentinas, estruendos varios, risitas forzadas y atroces sentimentalinas.
Pero también lo es porque, primero que todo, incita y obliga a ver el mundo a través de la lente adulterada de las egocéntricas conceptualizaciones primermundistas. Y agregaría algo todavía peor: el objetivo final de todo este gran espectáculo es despojarnos, radicalmente, de nuestra condición humana, pues en el momento en que todos seamos simples dígitos, y nos comportemos como un rebaño de ovejas aturdidas, o como los alucinados pollos de engorde en cualquier criadero posmoderno& ¡Seremos los habitantes ideales del mundo globalizado! Debemos entender que los medios posmodernos están estructurados para esto, para convertirnos en dóciles, obedientes, mansos y resignados habitantes de un "mundo perfecto" (vil caricatura del que imaginó Huxley) manipulado a discreción por los amos, los dueños& Personajes al estilo de un Bill Gates, por ejemplo. Así, todo ese circo infernal saturado de luces que encandilan, risitas histéricas y musiquillas pavlovianas, está destinado a roernos el alma, el espíritu y la mente, un día tras otro, hasta la muerte del "nosotros mismos", que obviamente será no la de nuestros cuerpos, sino la de aquello que somos y que hemos sido. Pero todavía peor que esa muerte, habrá de ser la terrible certeza de resignarnos ante la más abyecta de las esclavitudes.

Ahora pregunto: ¿acaso alguien creerá que la batalla de El Álamo fue una gesta más grandiosa y más gloriosa que el sitio de Paysandú? Quien así crea, estará terriblemente equivocado. Sin embargo, todo el mundo a lo largo y ancho del planeta "sabe", de alguna manera, qué fue lo que sucedió en El Álamo. Bueno, en realidad saben las épicas falsedades y románticas distorsiones que diversas versiones de Hollywood han difundido acerca de todo ello. Como contrapartida, nadie, ni siquiera en Uruguay, recuerda qué tan grandiosa, qué tan espléndida, qué tan gloriosa fue la defensa de Paysandú, a cargo de un puñado de héroes uruguayos& ¿Nos entendemos ahora? Bueno, sé muy bien el efecto que las felices marquesinas de McDonald's, Burger King y Pizza Hut provocan en las mentes de los consumidores compulsivos. También sé a ciencia cierta que esa caja boba que en algún momento hemos denominado televisor, les tiene el seso sorbido a legiones de fieles televidentes y cablevidentes con su incomparable espectáculo, pues hoy por hoy, las 24 horas del día es Show Time. Admitiré que no está mal ser cosmopolitas, pero haré la siguiente observación: está peor que pésimo resignar lo que uno es, las raíces de dónde uno proviene y la misma razón de ser de cada cual, a cambio de unos espejitos baratos y algunas cuentitas de colorinches& De tal manera que es mi deben decirles que dejen de alucinar con Nueva York, Londres, París, Roma, Miami, Berlín, Madrid, Boston, Los Ángeles& (Después de todo, la tan carareada Miami no es más que una versión cuasi tropical, corregida y aumentada de nuestro Chuy). Terminen de suspirar por el American Way of Life, porque nuestro estilo de vida es mejor que esa cochinada gringa. Observen, por un momento, la historia de su propio país y enorgullézcanse de ella y de ustedes mismos. Aprecien, de verdad, la extensa cultura del Uruguay puesto que, cuando la exploren con un poco de cuidado, se van a quedar maravillados, boquiabiertos de tanta riqueza. Léanse, por ejemplo, los cuentos de un Yamandú Rodríguez o de un Juan José Morosoli. Repasen el "Fermentario" y la "Moral para intelectuales de Vaz Ferreira". Léanse a José Enrique Rodó no por la obligación de salvar un curso, sino con el deseo de aprehender un pensamiento poderoso que conserva vigencia. Revisen la obra de Zum Felde. Deléitense con la poesía de Juana o Delmira. Y si quieren poesía de antes que les explique el por qué de algunos personajes que han sido vox populi, léanse "La loca del Bequeló", de Ramón de Santiago. Pero, ¿qué les digo? Llénense los ojos y el alma de teatro uruguayo, que es mucho y excelente. No se pierdan una temporada de la Ossodre, pero también busquen placer en el canto popular, el folclor, las murgas, el candombe. Recorran museo y galerías. Dénse de vez en cuando una vuelta por Montevideo: es una ciudad llena de entrañables paisajes arquitectónicos, de tradiciones y de historia& Visiten las bibliotecas. Recorran el país, porque es grandioso y tiene infinidad de bellezas que hablan de ayer y de hoy. Disfruten, en lo posible, nuestra gastronomía. Cosas tan sencillas y entrañables como el mate y las tortas fritas en días de lluvia& O como deleitarse con el sabor y la textura de un buen pan marsellés, de unos bizcochos de los buenos, del asado tan tradicional, de las empanadas, la pascualina, la pasta frola& ¡El viejo y deportivo postre Chajá! ¡O el massini de la confitería Carrera! ¡O las bombas del Oro del Rhin! Ciertamente: duraznos como los nuestros, hay pocos en todo el mundo. Pero, ni qué decir de tomarse una mañana entera de domingo para recorrer nuestro mercado de las pulgas, la tradicional feria de Tristán Narvaja (donde son visitas de rigor el Discomoda de Pinocho Acosta y El Astro de los Discos de Luis Bercovici)& Por no hablar de nuestras librerías, nuestras playas, nuestros impresionantes balnearios, la belleza de nuestras mujeres (siempre espléndida), y hasta el alicaído fútbol uruguayo en un fin de semana.

Encierra Uruguay una enormidad de maravillas, todas dignas de ser admiradas, valoradas y disfrutadas por quienes tienen la suerte de vivirlas y tenerlas a la mano. Uruguay es muchas cosas pero, diría sin temor a equivocarme, es antes que nada algo muy parecido al viejo nombre y lema del movimiento independentista irlandés, el "Sinn Fein"& O sea, nosotros mismos.