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Año V Nro. 367 - Uruguay, 04 de diciembre del 2009
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El Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, ofreció sus buenos oficios para resolver la última de las desavenencias entre Colombia y Venezuela. Necesita este organismo de manera urgente recuperar el protagonismo que otrora tuvo ya que hoy se está transformando en una organización irrelevante. Aunque quizás, ya puede ser demasiado tarde: A Insulza le está tocando regir los destinos de la OEA durante su creciente marginación. Primero fue la crisis diplomática causada por el ataque al campamento de “Raúl Reyes” de las FARC en territorio ecuatoriano. La recuperación de las relaciones con Venezuela y Nicaragua se logró en la cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo, y no en la OEA con Ecuador, los esfuerzos de ésta permanecen en punto muerto. Luego, en septiembre de 2008, los disturbios separatistas acontecidos en Bolivia, llevaron a una intervención exitosa de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), en reunión extraordinaria, respaldó sin vacilaciones a el presidente boliviano Evo Morales. Más recientemente el golpe de estado hondureño puso a prueba la capacidad de la OEA. La presencia facilitadota de Óscar Arias no hace más que evidenciar la desconfianza de Estados Unidos en un Secretario General que el Departamento de Estado percibe cercano al coronel Hugo Chávez. Es verdad que Insulza no tiene las cosas fáciles. Negociar con un elemento tan inestable y desestabilizador como Chávez, constituye un reto mayor. El y sus compañeros del Alba (Alianza Bolivariana de las Américas) han desafiado a la región con el reemplazo de la institucionalidad interamericana por una más “democrática y solidaria”, es decir, una controlada por ellos y sólo ellos. La amenaza del retiro de la OEA de países como Venezuela, Ecuador y Nicaragua pesa como una espada de Damocles sobre la cabeza de Insulza. Hoy dos situaciones ponen en peligro la frágil estabilidad interamericana. La confrontación entre dos bloques ideológicos podría, a mediano plazo culminar en un enfrentamiento militar en Sudamérica o Centroamérica. Honduras éste pequeño país centroamericano, sin interés geoestratégico, se erige como una víctima colateral de este enfrentamiento. Allí, los Estados que apoyan la expansión del modelo chavista se oponen a aquellos que ven en el golpe militar su muro de contención. Más allá de la necesidad o no del retorno de Zelaya, no existe consenso. ¿Debe volver con condiciones o sin ellas? La pregunta no es sencilla de responder, en ella se centra la segunda amenaza que enfrenta la región: el uso y abuso de la democracia plebiscitaria, una enfermedad esparcida que erosiona los principios de la democracia liberal consagrados en la Carta Democrática Interamericana. Mientras otras regiones del mundo, a pesar de la crisis, avanzan hacia una mayor integración comercial y hasta política, en Latinoamérica debemos retornar a lo básico, la búsqueda de la convivencia pacífica y la defensa de la democracia. Si el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza no hace el menor esfuerzo en abordar las amenazas, sobre todo de los países del Alba liderados por Chávez contra el organismo el escenario no es nada halagador. Es muy posible que el proyecto bolivariano tenga en mente que Unasur ocupe el espacio, no para complementar a la OEA, sino para suplantarla. De esta manera sesenta años de construcción de multilateralismo en el seno del organismo serán echados por la borda. ¡Hasta el próximo análisis…! © Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez para Informe Uruguay
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