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Año V Nro. 367 - Uruguay, 04 de diciembre del 2009
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Este año, a partir de la caída de los ingresos fiscales, producto de la menor cosecha y de la recesión interna generada por la salida de capitales, como reacción a la expropiación de los fondos de pensión, del clima político y social pre electoral y del entorno financiero internacional predominante hasta mediados de año. Y producto de un continuo crecimiento del gasto público nacional y provincial, se perdió, bien medido, el superávit fiscal. La “excusa” utilizada por el gobierno nacional de que la pérdida del superávit fiscal de este año es parte de la política anticíclica desarrollada por todos los países en medio de la crisis financiera global, es falsa. Los países que expandieron el gasto para tratar de compensar la caída en el gasto privado, lo financiaron colocando deuda voluntaria, consecuencia del temor de los inversores que vendían activos financieros privados de todo tipo y compraban deuda pública. O utilizando fondos anticíclicos guardados en la bonanza. Y concentraron ese mayor gasto en rebajas impositivas transitorias para alentar el consumo, o en inversiones públicas “de una sola vez”. Si bien es probable que los ingresos impositivos mejoren por el rebote del nivel de actividad y por la mejor cosecha de soja, el gasto seguirá creciendo bien por arriba del aumento previsto de los ingresos. Los subsidios, en su mayoría, se concentraron en sectores de ingresos medios y altos. La inversión pública, por su parte, muestra claros indicadores de sobrecostos, de falta de prioridades, de desorden administrativo y de insuficiencia, respecto de lo necesario, en especial en infraestructura de energía y transporte. En síntesis, la Argentina presenta hoy, desde el punto de vista fiscal, todos los males. Ya no hay superávit fiscal y ello afecta la tasa de inflación y la disponibilidad de crédito al sector privado. La expansión del gasto ha sido ineficiente en términos de crecimiento económico de largo plazo y de la calidad de los bienes públicos, e injusta desde el punto de vista distributivo. Y el federalismo se ha perdido de la mano de un modelo de poder particular. Como se observa, el problema es mucho más que el déficit. Y la agenda a futuro obliga a repensar no sólo la forma de recuperar solvencia fiscal intertemporal, sino, además, un esquema impositivo estable y sin sorpresas, ni distorsiones. Una política de gasto, eficiente que mejore la calidad de los bienes públicos y la distribución del ingreso. Y, finalmente, un replanteo del Federalismo tanto por el lado de los ingresos, como por el lado de los gastos. Menuda tarea. Fuente: Enrique Szewach
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