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Año III - Nº 215
Uruguay, 05 de enero del 2007
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Daniel Pippes
Por qué Occidente podría fracasar
por Daniel Pippes

Traducción: Nicolai Nicolaievich Romanov
 
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          Después de haber vencido a fascistas y comunistas, ¿Occidente ahora  va a llegar a vencer a los islamitas?

          A primera vista, su superioridad militar parece hacer su victoria inevitable. Mismo si Teherán se dota de armas nucleares, los islamitas no disponen de ningún aparato militar comparable al posterior a la Segunda Guerra Mundial, o al de la Federación Rusa luego de la implosión de la Unión Soviética posterior a la Guerra Fría. ¿En qué los islamitas pueden compararse a la Wehermacht o al Ejército Rojo? ¿O a las SS o los Spetznaz? ¿A la Gestapo o a la KGB? ¿E inclusive a Auschwitz o a los Gulags?

          Sin embargo, cierto número de analistas, dónde se incluye vuestro servidor, creen que las cosas no son tan simples. Los islamitas (definidos como personas que exigen vivir según la ley sagrada del Islam, la "charia"), podrían, en efecto, obtener mejores resultados que los otros totalitarismos. Los islamitas se pondrían muchísimo más violentos. Porque Occidente, a pesar de la enormidad de su material, presenta fallas lógicas potencialmente fatales. Tres de ellas, el pacifismo, el odio a sí mismo y la autosatisfacción, merecen una atención particular.

          Pacifismo. Dentro de los medios instruidos e intelectuales, se encuentran muchos voluntarios con la convicción de que "no es la solución militar", aquella a los problemas actuales; "un mantra" aplicado al Líbano, Irak, Irán, Afganistán, a los kurdos, al terrorismo, y al conflicto árabe-israelí. Pero este pacifismo pragmático ignora que la historia moderna entrega numerosos ejemplos de soluciones militares. ¿Que fueron entonces las victorias sobre el Eje, la derrota de USA en Vietnam y de la URSS en Afganistán sino soluciones militares?

          El odio a sí mismo. Elementos nada despreciables de muchos países occidentales, notoriamente USA, Gran Bretaña e Israel, creen que su gobierno es el depositario de su mal y consideran el terrorismo actual como el castigo a pecados anteriores. Esta actitud de "Vimos al enemigo: somos nosotros" conduce a reemplazar una réplica adecuada por el apaciguamiento, acompañada de una disposición a reconocer sus tradiciones, traiciones y realizaciones. Así Osama Bin Laden honra enormemente a los ultra-izquierdistas Robert Fisk y William Blum. Los partidarios occidentales del odio a sí mismos se revelan como de una importancia enorme debido a su rol de "hacedores" de opinión dentro de las universidades, los medios, las instituciones religiosas y las artes. Ellos sirven a los islamitas de mudjahidinesauxiliares.

          Autosatisfacción. La ausencia de presencia militar islamita importante inspira un sentimiento de desprecio a numerosos occidentales, sobre todo a la izquierda política. La guerra convencional, con sus hombres uniformados, buques y aviones, sus batallas sangrientas y la conquista de territorios y recursos es fácil de comprender, pero la guerra asimétrica contra el Islam es elusiva, poco comprendida tanto por el público en general como por los propios políticos. El empleo de embarcaciones  y grandes camiones cargados con cientos de kilogramos de altos explosivos debe dar la percepción de un enemigo tal como un adversario digno de ese nombre. Es así que muchos son, como Jhon Kerry, que quieren tratar al terrorismo como una simple banda de "camorristas".

          Pero los islamistas despliegan, de hecho, medios temibles pasando largamente los cuadros del terrorismo:

  • Un acceso potencial a las armas de destrucción masiva capaces de aniquilar la vida de Occidente.
  • Un atractivo religioso que posee raíces muy profundas y ejerce una influencia más duradera que las ideologías artificiales del fascismo o del comunismo.
  • Un aparato institucional elaborado, financiado y organizado de una forma impresionante, en la medida de conseguir su credibilidad, de suscitar buenas voluntades y de tener acceso al éxito electoral.
  • Una ideología capaz de atraer a musulmanes de todas las tendencias, desde los lumpen proletarios a los privilegiados, de los analfabetos a los universitarios exitosos, de gente perfectamente integrada a la sociedad a los últimos de los psicópatas. Desde yemenitas a canadienses. El movimiento escapa a toda definición sociológica.
  • Una marcha  no violenta, llamada "el islamismo legal", que concreta la islamización por medios tanto educativos como políticos y religiosos, sin recurrir a la ilegalidad o al terrorismo. El islamismo legal se impone con bastante suceso tanto dentro de los países de mayoría musulmana (como Argelia) como en países de minoría musulmana como el Reino Unido.
  • Un número formidable de activistas en sus cuadros. Si los islamistas constituyen del 10 al 15% de la población musulmana mundial, sus efectivos representan a unos 125 a 200 millones de personas, es decir un número mucho mayor que la totalidad de los fascistas y comunistas antes jamás vista.

          El pacifismo, el odio a sí mismo y la autosatisfacción prolongarán la guerra contra el Islam radical y por lo tanto causarán más víctimas inútiles. Parece altamente probable que los occidentales de izquierda no podrán sobrevivir a este tipo de enfermedad y afrontar la amplitud real de la amenaza que implica las pérdidas humanas y materiales.

          El mundo civilizado deberá imponerse todo junto, pero tardíamente y pagando un precio exagerado.

          Y si los islamitas se mostraran hábiles, evitando destrucciones masivas y se concentraran sobre la acción legal política, no violenta,  su movimiento quedaría dinámico e intacto, entonces sería difícil de ver que podría detenerlos.

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