Integración, esa bendita palabra por Raúl Seoane

             Mucho se habla de que el Mercosur quiere llegar a ser como la Unión Europea, pero no se hace hincapié entre las diferencias existentes regionalmente entre Europa y América.

             Algo que no se tiene en cuenta cuando se quiere hacer un Mercosur similar a la UE, es que éstos tienen una muy desarrollada tecnología de punta, y el mundo futuro está basado en esta tecnología, en tanto los países que componen el Mercosur carecen de ella totalmente.

             Las malas políticas educativas que rigen en los países del área, sumado a los bajos presupuestos asignados a la educación, atentan fuertemente contra una real integración al estilo europeo, porque sin tecnología, sin innovaciones, vamos a crear un monstruo con millones de individuos, pero vamos a continuar siendo bananeros, subdesarrollados, emergentes, o como quieran llamarnos, porque el mundo futuro se va a basar en las altas tecnologías, las que vamos a tener que importar cuando y como a ellos se les ocurra.

             A diferencia del Mercosur, los países europeos tienen economías muy simétricas entre sí, salvo algunas excepciones, y las escasas asimetrías existentes entre ellos son fácilmente ajustables con acuerdos y prebendas puntuales. Pero sobre todas las cosas, la principal diferencia existente es que los europeos tienen una cultura al trabajo muy arraigada, a diferencia de muchos países de nuestro continente. Esto, a la hora de integrarse plenamente es de una importancia vital.

             Las asimetrías entre Argentina y Brasil son más políticas y de beneficios especiales a determinadas industrias que reales, por lo que ambos países pueden complementarse perfectamente con pequeños ajustes. Sin embargo, las asimetrías existentes entre Uruguay y Paraguay más las de nuestros posibles nuevos socios Bolivia y Ecuador, comparadas con Argentina y Brasil, son tan grandes que los ajustes deben ser de una magnitud tan importante que al final van a resultar imposibles de cumplir.

             Esta es una importantísima razón por la cual Uruguay debe firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y con otros países que puedan transferirnos tecnología de punta y atraer inversiones genuinas que no existen con el capital nacional existente, para poder crecer y competir de igual a igual con los “papás” mercosureros. Lo contrario va a generar roces y enfrentamientos de nunca acabar, porque no podemos confiar en las promesas de brasileros y argentinos, porque ya las conocemos.

¿Pero esto es realmente integración?

             Como soy bruto, pero bruto de verdad, quisiera que alguien me explicara, más allá del odio inherente en la izquierda latinoamericana hacia los Estados Unidos, cuáles pueden ser las trágicas consecuencias para el Mercosur de un Tratado de Libre Comercio con el país del norte. Van a existir problemas en algunos sectores económicos, van a existir inconvenientes con algunas exigencias, pero también existen salvaguardas transitorias hasta que esos sectores se acomoden competitivamente.

             Buscando la definición de la palabra integración me encontré con lo siguiente:

• Es el proceso mediante el cual todas las aplicaciones de una empresa se comunican entre sí, mediante procesos transparentes y en tiempo real.

“Procesos transparentes y en tiempo real”

• ¿Qué procesos transparentes tiene el Mercosur cuando la inflación en Argentina es digitada por el dedo presidencial?
• ¿De qué proceso transparente podemos hablar cuando el Presidente pro témpore no se digna acercar a las partes o intentar, por lo menos, una solución en el conflicto uruguayo argentino?
• ¿Qué procesos transparentes podemos esperar cuando se paran las exportaciones uruguayas hacia Brasil?
• ¿De qué procesos transparentes podemos hablar cuando tanto Argentina como Brasil subsidian determinados sectores de la producción en desmedro de sus socios?
• ¿Es un proceso transparente el conflicto por las pasteras, cuando las pruebas internacionales indican que estas no contaminan, pero igualmente el gobierno argentino continúa con la confrontación?

• Es el proceso a través del cual la organización aprende a introducir criterios y especificaciones en sus sistemas de modo que satisfagan a todos sus clientes mediante una gestión eficaz y eficiente de todos los recursos existentes.
• ¿Cuáles criterios, los argentinos o los brasileros?
• ¿Cuál eficiencia, la de subsidiar determinados productos que no son competitivos dentro del Mercosur?

• Imaginario proceso evolutivo por el cual sistemas menos ordenados dan lugar a sistemas más ordenados, lo cual resulta en niveles de complejidad cada vez mayores.

             Si por proceso evolutivo estamos hablando del totalitarismo imperante en Venezuela, donde se cierran medios de comunicación por ser opositores, o en Argentina, donde se presiona y se persigue a los empresarios para mantener ficticiamente un índice inflacionario bajo, o en Brasil donde la corrupción y la delincuencia van de la mano, lo siento, prefiero no evolucionar. ¿Evolucionar con piquetes en las rutas, o con desocupados subsidiados con los planes trabajar? Si antes decíamos que los europeos tienen arraigada una cultura al trabajo, los Planes Trabajar en Argentina y sus similares uruguayos, impuesto por el comunismo de Marina Arismendi, son la antítesis porque fomentan la vagancia, y existen gran cantidad de pruebas para respaldarlo.

• Capacidad que tiene un pueblo invadido para adoptar como propias las costumbres y tradiciones de los invasores.

             Es más que probable, que los popes del Mercosur hayan decidido implementar esta cuarta opción. Ya veo una parte de Uruguay hablando en portugués con invasión de productos brasileros, y la otra diciendo “ché, pibe”, comiendo mantecol, declarando que el dulce leche es argentino y vendiendo a Gardel por treinta monedas de plata.

             Si esto es así, aprendamos rápidamente a bailar zamba, cueca y chacarera, samba, bossa nova y lambada. Olvidémonos de Zitarrosa, Viglietti, Jaime Ross y Rada. Acostumbrémonos a comer feijoada en lugar de asado y pebetes en lugar de refuerzos. Olvidémonos de los frankfurters y comencemos a comer salchichas o panchos.

             Bolivia lo empezó a vivir en carne propia durante la estatización de los hidrocarburos, y ahora lo vuelve a revivir en el populismo de Evo Morales, asesorado por el bolibolchista Hugo Chávez. Basta leer el epígrafe de un artículo aparecido en Urgente 24 para darnos cuenta de la injerencia cada vez mayor del mono bananero: "Evo Morales rescindió el contrato con AISA (Aguas del Illimani S.A.) filial de la francesa Lyonnaise des Eaux, y anunció que otras entidades que administran los recursos naturales del país correrán igual suerte. Además, cargó nuevamente contra las telefónicas. El ministro de Agua, Abel Mamani, quien era cuestionado por varios sectores, fue aclamado luego del anuncio. La nueva empresa de aguas contará con apoyo venezolano". Si esto no es invasión e injerencia de otro país en los asuntos internos de Bolivia, díganme que es. Y sin embargo, los capitostes del Mercobluff no reaccionan. ¿Estarán en connivencia para reconquistarnos y devolvernos a nuestra primitivo status de colonia?

             No puede existir una integración plena desde el momento en que el presidente bolivariano Hugo Chávez intenta politizar al Mercosur. Recordemos las recientes declaraciones del vicepresidente paraguayo Luis Castiglioni, quien expresó su temor ante la eventual "contaminación que Hugo Chávez, (presidente) de Venezuela, pudiese producir en el Mercosur con su ideología".

             A su vez, su par argentino busca hacer un acuerdo populista al declarar la semana pasada que el Mercosur se tiene que ampliar "para no ser meramente un acuerdo económico" y que el gran desafío "en la región es construir el poder popular". ¿Al estilo piquetero?