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Año V Nro. 376 - Uruguay, 05 de febrero del 2010  
 
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La batalla de los discursos
por Art Carden

 
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          Uno de nuestros jóvenes líderes más visionarios y carismáticos del siglo pronunció el miércoles pasado un discurso en el cual delineó cambios significativos en el modo en que discurren nuestras rutinas cotidianas. Su presentación se enriqueció con la promesa de un mañana más brillante: un mundo en el que seremos más saludables, más ricos, más sabios y estaremos más estrechamente interrelacionados con los lazos de nuestra humanidad común.

          No estoy hablando de Barack Obama. Estoy hablando de Steve Jobs.

          En la costa oeste, Steve Jobs reveló la más reciente adición a la línea de productos de Apple: el iPad. En la costa este, el presidente Obama pronunció su discurso sobre el estado de la Unión. Los dos se destacaron por sus visiones radicalmente disímiles. Hace años el sociólogo Franz Oppenheimer distinguió entre los “medios económicos” para la riqueza y los “medios políticos” para la riqueza.

          La diferencia crucial entre los dos es que los medios económicos—la producción y el intercambio—son una suma positiva, lo que significa que el comercio genera riqueza. Los individuos que utilizan los medios económicos alcanzan el éxito al ofrecer expandir las opciones de la gente y proporcionarles más oportunidades. El intercambio voluntario y el beneficio mutuo se encuentran en el corazón de los medios económicos, y esto quedó sintetizado en la revelación del iPad.

          En contraste, los medios políticos—la expropiación y la redistribución—son en el mejor de los casos una suma cero y, dado que la propia acción política requiere de recursos, los medios políticos para la riqueza a menudo son una suma negativa. Los individuos que emplean los medios políticos logran el éxito mediante la restricción de las opciones de la gente y al ofrecerles menos oportunidades. De encontrarse involucrado algún atisbo de intercambio, éste se da cuando Alan y Bárbara toman la propiedad de Clarisa y se la otorgan a Dylan. Aquí Clarisa es lo que el sociólogo William Graham Sumner llamaba “El hombre olvidado” o la mujer olvidada, como podría ser en este caso. La violencia y la coacción están en el corazón de los medios políticos, y esto se encuentra resumido cada año en el discurso sobre el estado de la Unión.

          De seguro, algunas de las primeras declaraciones sobre el iPad han sido críticas. Sin embargo, lo interesante de esto no es que el iPad haya sido sido desacreditado por algunos críticos. Lo que es interesante es que hayamos llegado a esperar boquiabiertos avances tecnológicos que cambien las reglas del juego cada vez que nos damos vuelta. Como lo ha señalado el economista Randall Holcombe, durante gran parte de la historia la gente podía esperar ver poco o ningún progreso económico en su época. Hoy día, sin embargo, el progreso económico—representado por más y mejores cosas, y más y mejores oportunidades—está entretejido en la trama misma de nuestra vida de cada día.

          Eso es evidente en lo que estamos haciendo ahora mismo. Usted está leyendo un artículo en Internet con “hyperlinks” que lo llevarán a recursos adicionales, y puede utilizar Google para corroborar todo lo que estoy escribiendo. Mientras reúno algunas notas preliminares para este artículo, estaba escuchando a la banda de un amigo de la universidad en mi iPod video de 30 GB, que es una especie de dinosaurio con respecto a lo que Apple ofrece actualmente.

          La primera computadora Macintosh tenía un precio minorista de 2.495 dólares en 1984; ajustados por inflación, habrían sido 5.170,17 dólares en 2008, el año más reciente para el cual se dispone de datos en el muy útil sitio www.measuringworth.com. El iPad más barato es de 499 dólares. Ajustado por inflación, el iPad más sencillo se vende aproximadamente a 1/10 del precio de la primera Macintosh. Incluso el iPad más sofisticado se ofrece aproximadamente a 1/5 del precio. A la luz del impresionante progreso económico que ha ocurrido sólo en la última década, la afirmación del presidente de Obama de que “la carga de trabajar más duro y durante más tiempo por menos” es una de “las cargas con la que las familias de los Estados Unidos han estado lidiando durante décadas” suena más que hueca.

          La diferencia fundamental entre la economía y la política se hace más evidente en la anticipación de los competidores y sus respuestas a la revelación del iPad. Empresas como Google, Amazon y Microsoft—firmas de miles de millones de dólares que están con Apple y otros a la vanguardia de la economía del siglo 21 pero que tienen todas menos de 35 años (al menos hasta que Microsoft celebre su 35 cumpleaños el 4 de abril)—están tropezando entre sí para ofrecer productos que le permitirán a la gente tener vidas más plenas y más prosperas. Representan lo que el economista William Baumol llamaba The Free-Market Innovation Machine (La maquina innovadora del libre mercado).

          Desafortunadamente, la máquina innovadora muy a menudo funciona en base a los caprichos de los políticos que se dedican a atender a los intereses especiales y un electorado crédulo. Y los atienden formulando afirmaciones de dudoso mérito teórico y empírico, como “empleos salvados o creados”, y apoyando “en nombre de los pobres, nada menos” políticas que hacen que empeore la situación de las personas humildes, como el salario mínimo.

          Los grandes eventos del miércoles ofrecen la oportunidad de analizar los contrastes entre la producción y la depredación. Barack Obama, el orador y político, habla de esperanza y cambio. Steve Jobs, el innovador y capitalista, lo genera.

Art Carden es Asociado Adjunto en el Independent Institute en Oakland, California, y profesor asistente en el Departamento de Economía y Negocios del Rhodes College.

Fuente: The Independent Institute
Traducido por Gabriel Gasave

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