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Año V Nro. 376 - Uruguay, 05 de febrero del 2010  
 
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2010: el riesgo político regresa
por Javier Santiso

 
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          Una nueva década se inicia, dejando la anterior atrás. Probablemente el riesgo político nunca haya desaparecido de los mercados financieros y de América latina en particular. Los eventos de Argentina y de Venezuela, en estas primeras semanas del 2010, nos recuerdan que este riesgo sigue siendo probablemente lo que más y mejor define a un mercado emergente: un país en el cual la dimensión política puede alterar, positivamente o negativamente, las variables económicas y financieras, en magnitudes mucho más importantes que las experimentadas en los países OCDE.

          En la década de los años 2000, el riesgo político no ha desaparecido completamente. Sólo fata recordar los episodios del default argentino en el 2001, con una elevadísima rotación de presidentes, ministros y gobernadores o las primas de riesgo que alcanzaron récords históricos en Brasil en el 2002, cuando los mercados financieros se asustaron por ver emerger como favorito en los sondeos a Lula. Desde entonces, estos riesgos políticos han disminuido considerablemente.

          La re-elección de Lula en el 2006 fue aplaudida masivamente por los mercados financieros mientras, como hemos subrayado en un trabajo publicado recientemente (ver Sebastián Nieto-Parra y Javier Santiso, 2009, "Revisiting Political Budget Cycles in Latin America", OECD Development Centre Working Paper, No. 281, Paris), los ciclos electorales y los ciclos fiscales se encontraron más desvinculados que en el pasado, en la década de los 2000 y en particular durante las repetidas elecciones presidenciales del año 2006.

          Este logro del desacoplamiento de los ciclos fiscales y electorales es sin duda uno de los grandes hitos alcanzados por la región en la década de los 2000. En muchos países se vislumbra como duradero. Las recientes elecciones presidenciales en Uruguay o en Chile lo corroboran si fuera necesario. Sea quién sea, el centro izquierda o el centro derecha, el ganador, los mercados apenas se alteraron. En diciembre, justo antes de las elecciones presidenciales, la presidenta chilena, Michelle Bachelet, lograba un nuevo récord histórico en su aprobación, que alcanzó el 81%, según una encuesta difundida por Adimark. En Brasil, Lula también alcanzó récords de aprobación por una gestión económica también aplaudida por los mercados. En este país también apunta a que los comicios de octubre 2010 tampoco logren alterar los mercados financieros, sea quien sea el ganador, de centro izquierda o de centro derecha.

          Estas trayectorias contrastan con las de otros países de la región. Con el estreno del año 2010 y de la nueva década, Argentina y Venezuela vienen a recordar que el riesgo político, y sus efectos económicos y financieros no han desaparecido de todos los países de la región. En Venezuela, Chávez finalmente optó a principios del 2010 por devaluar un 50% el bolívar, una medida que impacta empresas españolas como Telefónica, BBVA, Repsol o Mapfre, que no pueden repatriar los beneficios logrados en el país caribeño.  En Argentina, la presidenta Kirchner buscó forzar la salida del gobernador Martín Redrado, provocando una depreciación de la deuda argentina de casi 10% en un par de días, en los mercados financieros alterándose al ver puesta entre dicho la independencia de la institución monetaria. La crisis institucional y política argentina recuerda, si fuera necesario, cuánto un mercado emergente sigue siendo ante todo un mercado en el cuál las variables económicas y financieras pueden verse alteradas por factores políticos.

          Estos episodios sin embargo invitan a una reflexión más amplia. Quizás estamos presenciando también un panorama en el cual los países OCDE comparten cada vez más rasgos “emergentes”. El nuevo gobierno griego destapó al llegar al poder un gran maquillaje de las estadísticas nacionales, en particular para encubrir el deterioro de las finanzas públicas, algo que comparte este país europeo con Argentina – dónde muchos economistas denunciaron el maquillaje de las estadísticas del INDEC, en particular en materia de inflación.

          Más recientemente, Islandia, otro país europeo, se destacó por una trayectoria económica explosiva, colocando el país al borde de un default en diciembre del 2009, algo que sólo se pensaba factible de ocurrir en países emergentes, y en particular en América latina, dónde Argentina y Ecuador se ilustraron en los años 2000 con nuevos impagos de deuda soberana. A principios del 2010, el parlamento islandés aprobó la norma que permite reembolsar cerca de US$5.400 millones perdidos por ahorradores holandeses y británicos cuando la firma Icesave colapsó en 2008, alejando así el espectro de un default. Éste volvió a resurgir de inmediato, al anunciar el presidente de Islandia que no va a firmar y que en su lugar convocará un referendo para no pagar esa deuda externa.

          Todos estos episodios muestran que estamos asistiendo a un gran cambio en el ajedrez internacional de los riesgos político-financieros. Cierto, los emergentes (de América latina como de otras regiones) siguen siendo expuestos a riesgos políticos. Pero al mismo tiempo estamos viendo en estos mismos mercados emergentes -Chile encabezando un grupo cada vez más amplio-, cómo han desaparecido o están disminuyendo los riegos políticos.

          Paralelamente, estamos viendo también como en países europeos, en el corazón mismo de los países más avanzados, resurge el espectro del riesgo de default político, como lo estampilló un banco de inversión al referirse a Islandia, y los riesgos vinculados a los oleajes políticos o maquillajes estadísticos, deudas explosivas y déficits fiscales récords, algo que en la década anterior y a finales del siglo pasado pensábamos todos era la exclusividad de los remotos, exóticos e indisciplinados países emergentes.

Fuente: Infolatam

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