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No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
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Año V Nro. 376 - Uruguay, 05 de febrero del 2010 |
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A los 74 años, José Mujica asume la Presidencia de Uruguay, un país valorado por su vocación democrática, su tradición de partidos políticos estables, su convivencia pacífica entre liderazgos partidarios, su respeto a las instituciones y los contratos del Estado con privados y entre éstos, para el funcionamiento de la economía. Mujica es uno de los políticos que generan mayor simpatía en la población uruguaya, es un veterano dirigente que conoce la picardía de las conversaciones en voz baja y que seduce a las masas desde una tribuna, con un discurso atractivo y de lenguaje claro y contundente. La habilidad que demostró para ganar una interna y quedarse con la postulación del Frente Amplio, pese a que el dedo del presidente Tabaré Vázquez señalaba con insistencia a otro pre-candidato de la izquierda uruguaya, y a la destreza que luego utilizó para asegurarse mayoría en las cámaras legislativas y para ganar un ballotage por amplio margen, ahora deberá usarla para manejar un país que se acostumbró a un crecimiento económico inusual. Sueños cambiados Mujica se enroscó en los años sesenta y setenta en un sueño revolucionario, que junto a otros jóvenes radicales quisieron ganar el poder para implantar en Uruguay un régimen de “liberación nacional y socialismo”. Al llegar a 2010, aquellos hombres que sufrieron en carne propia la derrota militar ante las Fuerzas Armadas, admiten que el proyecto de “liberación” se mantiene, pero que hay otras formas y otros propósitos no menores. Pero aunque no bajen del todo aquellas banderas socialistas, el contenido práctico que le asignan a aquellos sueños, es bastante diferente a lo que expresaban desde la clandestinidad, desde la cárcel o en rondas de mate amargo cuando salieron de prisión y la nueva democracia vivía sus primeros años. El aggiornamiento ha sido de toda la izquierda uruguaya y también de los dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), como Mujica. La coalición Frente Amplio, que había ganado por primera vez en 2004, renovó la confianza del electorado y gobernará entre 2010 y 2015, ahora liderada por Mujica. El MLN-T es un sector del F.A., con mucho peso, pero que tiene que armonizar posturas con otros grupos. La izquierda toda, ha asumido que la deuda está para pagarse y que es bueno tener cierta responsabilidad fiscal, como para generar confianza en inversores dispuestos a prestarle dinero al Estado. Ya no dice que el déficit que importa es el social y que el fiscal puede esperar. Asimiló la idea de mantener una tasa de inflación baja, de ser cuidadoso con la política monetaria, que el precio del dólar no se puede elevar artificialmente para dar competitividad, y sobre todo, que la pobreza puede bajar si hay crecimiento económico y que eso depende de la inversión, por lo que es imprescindible generar “un clima de negocios” propicio a esa inversión. Razones y emociones Seguramente el camino no sea tan lineal. Y también es seguro que una cosa es afirmarlo en los papeles y en el discurso, y otra diferente, es alinear las medidas de gobierno a esas aparentes convicciones. Mujica llega al gobierno con la seguridad de que debe trabajar para captar inversiones, pero también con el compromiso de atender específicamente a los más pobres, de contribuir a una distribución del ingreso más equitativa. Mujica llegó al gobierno con el voto de pobres que antes no votaban a la izquierda. Y ahora quiere cumplirles. Pero también llegó con el respaldo interno de los grupos más socialistas de la izquierda (el MPP que es una alianza creada por su MLN-T y el Partido Comunista), que esperan que este período tenga “un giro” a la izquierda, y a la “participación popular”. Y también ganó la elección con el apoyo de la imagen de su vice, el ex ministro de Economía, Danilo Astori, abanderado de la socialdemocratización del Frente Amplio. Muchos para responder a la vez, y públicos, socios o aliados, con intereses distintos y muchas veces contrapuestos. Valoraciones de libertad En materia de relacionamiento político, Mujica quiere garantizar el respeto a la oposición y le ofrece participación en el diseño de políticas de Estado, sobre cuatro ejes: energía, medio ambiente, seguridad pública y educación. Muestra una disposición dialoguista mayor que la del primer gobierno de izquierda. Sobre los medios de prensa hay cierta ambigüedad. Mujica y Astori habían expresado antipatía con leyes de regulación, pero ahora todo el Frente aparece interesado en fijar cuotas sobre el contenido de divulgación de medios electrónicos (porcentaje de producción nacional en canales, etc.). Esa sensación simultánea, de tolerancia a la libertad por un lado, pero con la voluntad de incidir en la toma de decisiones a través de alguna medida o política del Estado, configura una de las contingencias del nuevo gobierno. También lo fue en parte en la primera administración de izquierda. Mujica no es un estatizador y así lo ha dicho. Rechaza la burocracia y aclara que es “más libertario que estatista”. Por ejemplo, ante la insistencia de grupos que lo apoyan, para crear un frigorífico estatal como ente regulador del mercado, Mujica ha dicho que no está de acuerdo. En lugar de eso propone que los obreros instalen su propia planta, en un proceso de autogestión que aspira a generalizar en varios rubros. No quiere un frigorífico del Estado, pero sí se inclina a regular algunos precios de cortes especiales de carne o ha utilizado la amenaza de impuestos a las exportaciones como presión para que los frigoríficos bajaran el precio de este producto, fundamental en la cocina uruguaya. La tentación por las soluciones creativas, entendido esto por mecanismos heterodoxos, que buscan cumplir determinado objetivo indirectamente, es uno de los riesgos a distorsiones de mercado para el nuevo gobierno. La apertura a la fuerza El Uruguay ha asumido su realidad de país chico, con un mercado interno insuficiente como para cerrarse al mundo. No ha sido fácil pero casi sin admitirlo en voz alta, poco a poco, los tres millones y pico de uruguayos se dieron cuenta que el país no puede depender de su consumo interno. La libertad de comercio exterior estaba muy mal vista hasta no hace poco tiempo, pero el velo comenzó a correrse con la aventura de la integración comercial. Los uruguayos entraron al Mercosur por una puerta del costado, cuando se dieron cuenta que Argentina y Brasil avanzaban de la mano y no había que dejar pasar el tren sin subirse. Y la idea de la integración tuvo que ser vendida más como una ventana de oportunidades que una puerta a un camino de riesgos. En lugar de producir para uno poco más de tres millones de consumidores, se podía pasar a tener una demanda superior a los doscientos millones. Claro que la reciprocidad de apertura comercial implicaba que había que desmantelar una protección artificialmente pesada, a fábricas que se quedarían sin sentido de ser. Hay que abrirse, fue el mensaje político para comprender en pocas palabras la conveniencia de integrarse al Mercosur. Después hubo tiempo para explicar que los socios grandes encuentran la forma de poner barreras al comercio libre o que incluso pueden utilizar esos mecanismos para que los inversores no instalen plantas en este pequeño país, dado que son ciertos los riesgos de frenar camiones en una frontera. Desafíos y riesgos El desafío de Mujica está en el cumplimiento de su propósito de sensibilidad a la pobreza y de generar oportunidades para la movilidad social de éstos, sin que las medidas que su gobierno adopte en ese sentido, terminen incidiendo negativamente en el ejercicio de las libertades políticas y económicas. Es decir, que las decisiones que sean a favor de los pobres, no alteren el clima de negocios necesario para generar inversión y con eso mayores puestos de empleo. En el horizonte político se perciben algunos focos de riesgo potencial sobre el ejercicio pleno de libertad económica.
Fundamentalmente, este tipo de contingencias estarán en la confianza de Mujica en su instinto político para lograr impacto y éxito con la gente, mediante “soluciones creativas”, entendidas como medidas heterodoxas de incidencia estatal sobre el funcionamiento de la economía, con riesgo de alterar negativamente el escenario de inversión privada. Fuente: Cadal
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