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Arriba el telón * Fernando Quiroga |
Y hablando de italianos, operas y otras yerbas, hay tanta violencia en una película de gangsters como en según que operas.
Siempre recordare la primera opera barroca en que intervine, se trataba de una obra de Emilio del Cavaliere, que era un compositor romano que actuaba como organizador de los espectáculos de los Medici.
Era una obra de esas moralizantes en que se describía el infierno, y en el borde del escenario habían colocado unas velas gruesísimas para darle un aire tenebroso a la escena.
Una de las cantantes se aproximo peligrosamente a las velas y se le quemo un cacho del vestido, los espectadores de la primera fila apagaron el conato de incendio a chaquetazos, y la pobre cantante una vez superado el pánico pudo continuar su trabajo.
Otra vez fui a tocar en una opera barroca en la que los músicos íbamos vestidos de época.
Me pusieron una peluca de esas que caían sobre los hombros, y al final de todas las sesiones cuando ya todos empezábamos a prepara el viaje de vuelta a casa, el director me regalo la famosa peluca.
Yo soy calvo desde los veinte años, y me encontré rarísimo con aquel artilugio, casi irreconocible.
Cuando volví al conservatorio después del permiso que me habían dado para ir a tocar en esa opera, me puse la peluca y entre en el hall de la institución, que estaba lleno de gente que se quería matricular.
Poniendo una voz rara así nasal, me personé en la secretaria y delante de un administrativo que me conoce desde hace años, ya que hace 23 años que trabajo en el mismo conservatorio, y que obviamente no me reconoció, me matricule como alumno de guitarra.
Cuando el buen hombre tuvo llenas todas las fichas correspondientes, los datos bancarios y toda la pesca, me saque la peluca y la puse encima del mostrador.
Estuvo una semana sin hablarme.
En otra opera que hicimos en Canarias un escenográfo excéntrico disfrutaba jugando con las luces durante la representación.
En una de esas y haciéndose el artista fue amortiguando las luces hasta dejar la escena a oscuras.
El silencio que siguió fue sobrecogedor, cuando el tipo le pregunto al director de escena porque no sonaba ninguna nota, el tipo le dijo tranquilamente:
Debe ser porque apagaste las luces y no ven la partitura, pedazo de imbecil&
Nunca mas vi aquel escenográfo, y eso que me recorrí las Españas con la tiorba al hombro&
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