Proteccionismo
La idea chatarra sigue viva
Eduardo García Gaspar
Hace varios años tuve una conversación interesante con un amigo socialista. Me dijo él en ese tiempo que las fronteras de los países debían cerrarse a los bienes importados con el objetivo de permitir el crecimiento de la industria local. Le respondí que esa idea era una noción chatarra, es decir, de las que tienen buena apariencia pero no alimentan.
Si debe cerrarse la importación de bienes para proteger a las industrias nacionales resulta lógico que también se cierre la entrada de libros para proteger a los autores nacionales y que una ley impida importar obras de Cervantes y Shakespeare. Más aún, para proteger a los profesores nacionales se prohibiría la importación de libros científicos y técnicos. También se impediría recibir cables extranjeros de noticias, para ayudar a los servicios nacionales. Se prohibiría el turismo en ambas direcciones también.
Cerrar fronteras con ese objetivo de ayuda nacional es absurdo y conduce a más problemas de los que intenta resolver. Por ejemplo, produce contrabando y eleva la corrupción gubernamental. Aún con todos los defectos que usted quiera, la idea de cerrar fronteras sigue viva y gozando de buena salud en las mentes de muchas personas... a pesar de evidencias prácticas y razonamientos lógicos que demuestran lo contrario.
En estas fechas, por ejemplo, hay discusiones sobre en tratado de libre comercio de Centro América y los EEUU (CAFTA, aprobado por margen mínimo). Hay personas que lo desean y otras que lo rechazan. Estos últimos alegan que no funcionaría porque tampoco ha funcionado NAFTA, el tratado de Canadá, EEUU y México. ¿No ha funcionado?
El comercio entre EEUU y México se triplicó, se han creado empleos y se han soportado crisis. En México, una de las estrategias para combatir la inflación ha sido precisamente la importación de bienes. Pero en esto se necesita cierta sutileza de pensamiento. No puede tratarse el asunto con infantilismo. Si se esperaba que NAFTA hiciera de México un país desarrollado en 10 años, ésa era una expectativa irreal... igual a la de esperar que con Fox el país se convirtiera en Irlanda.
Quien busca soluciones mágicas que producen milagros repentinos va a criticar todo y a proponer soluciones incongruentes. El comercio libre es necesario y conveniente, pero no es la solución al estilo de Harry Houdini, David Copperfield, Siegfried y Roy. Tener libre comercio no equivale a conjurar a Merlin,ni al genio de la lámpara de Aladino. La prosperidad no tiene recetas sencillas. Requiere esfuerzo, por ejemplo, con la implantación de reformas que actualicen leyes e instituciones. Hay que trabajar.
Los opositores al comercio libre de bienes son también personas que tienen qué perder en esto. Los productores nacionales defenderán su posición ante la entrada de productos más baratos y de mejor calidad. Por ejemplo, en México usted ahora encuentra más marcas de cervezas con mayor variedad de precios, lo que ha hecho que al menos un productor local lance cervezas de precio menor. Esto no hubiera sucedido de no tener comercio libre.
La idea chatarra de cerrar fronteras para proteger a la industria local tiene también popularidad entre la gente común. Esto sorprende porque son los consumidores los primeros beneficiados con el libre comercio y los más afectados con la prohibición de importaciones. Me parece que esto se debe a la popularidad de esa palabra tan desgastada, soberanía.
Si usted define soberanía como el ser autosuficiente y no depender de nadie para satisfacer sus necesidades, que es la definición aceptada por los opositores del libre comercio, mucho me temo que tendremos que regresar al paleolítico y renunciar a la división del trabajo. Pero si usted define soberanía como prosperidad creciente, las cosas que hará serán muy diferentes: las fronteras se abrirán, se establecerá un sistema de libertades y de estado de derechos y otras medidas liberales.
Todo lo que he querido hacer en esta segunda opinión es algo muy sencillo: existen ideas malas que son alimentos chatarra de la mente. Una de ellas es la que propone cerrar fronteras y reducir el comercio libre de bienes. Una buena parte del camino a la prosperidad es quitarnos de encima ideas chatarra como ésa.
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