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Al fin del arco iris hay…frustración
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por Dr. Alberto Volonté Berro |
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Quién no ha corrido en su niñez en busca del lugar donde nace el arco iris; allí donde, según la leyenda, una inmensa riqueza nos espera. Y ya de adultos, qué sería de nuestras vidas sin una cuota de ilusión, de esperanza. La ilusión no es una cosa vana. Es el motor de nuestras realizaciones, cuando está basada en proyectos razonables. Y esto vale tanto para las personas como para las sociedades.
No se debe correr detrás de utopías. En la historia de la humanidad, las utopías suelen ser responsables de grandes desilusiones, de graves frustraciones colectivas. Ya conocemos el peligro que, para la convivencia democrática, conllevan la frustración y el desencanto social. Han sido el caldo de cultivo de todos los totalitarismos.
La desilusión, la frustración, el desencanto, suelen abrir la puerta a males aun peores que aquellos que provocaron esos sentimientos.
Un día aprendimos que el arco iris era un juego de luces de las brumas, cuando se van las tormentas y bajan las nubes: una hermosa ilusión que la vida y la madurez se encargan de poner en su lugar.
En estos días, empezamos a comprobar que una incipiente inflación comienza a golpear la economía uruguaya. También vemos que para mitigarla se aplican las mismas recetas que en los últimos quince años; vale decir, en las administraciones de los doctores Lacalle, Sanguinetti y Batlle: restricción del crédito por parte del Banco Central con reducción del circulante y, por otro lado, ciertas políticas de carácter administrativo que buscan abatir precios. Ninguna novedad, ninguna magia.
Así como se lograron escasos resultados en otros tiempos, mucho nos tememos que también ahora los resultados sean magros.
Vemos, entonces, como comienzan a convertirse en frustraciones aquellas ilusiones, aquellas expectativas, generadas en un clima pletórico de esperanzas, en el cual los uruguayos habían sido convocados a festejar a fines de 2004.
Frustración es comprobar como la economía sólida, estable, que recibió este gobierno, muestra signos preocupantes, aunque la coyuntura internacional es la más favorable de los últimos cincuenta años. La situación se complica día a día al compás de los reclamos que provienen del sector privado y más aún del público.
Nos preocupan los reclamos corporativos, como los de los anestesistas, cuyas razones comprendemos. Pero no compartimos la forma en que se expresan, mucho más propia de sociedades que han perdido las libertades que de aquellas que, en libertad, discuten los temas con espíritu abierto, exponen sus razones y muestran flexibilidad para conceder, sin empecinarse en enarbolar a ultranza sus posiciones que, muchas veces, no son otra cosa que la defensa del interés del cuerpo que integran.
El sector público no sólo se está viendo frustrado en los sueños e ilusiones forjadas, sino que quienes dependen de él sienten que sus expectativas no se cumplen. El pueblo encuentra que la calidad del servicio en las dependencias del Estado sigue estando muy lejos de la que imaginaron cuando creían que el flamante gobierno iba a hacer la magia de dejar a todos contentos.
Los jubilados están realmente preocupados. Hace pocos días, una señora le planteaba personalmente al propio Presidente de la República en la Rural del Prado su dificultad para enfrentar la vida con 1.600 pesos por mes. Sin duda, la actitud de esa señora fue una manifestación de desilusión, de desencanto ante el incumplimiento de las expectativas.
Los mencionados no son los únicos motivos para la frustración colectiva. También se le pidió a los uruguayos que festejaran porque ya nadie iba "a meter la mano en la lata" por mas que "metieran la pata". Tantas veces se ha equivocado en estos treinta meses el gobierno en sus diversas políticas sectoriales que no es necesario enumerar las veces que ha “metido la pata". Sin embargo, "la mano en la lata" o "el corte de la mano que se metió en la lata" merece algunos comentarios. Un reciente dictamen del Tribunal de Cuentas comprueba ilegalidades, irregularidades y absoluta falta de pericia en la forma en que el Poder Ejecutivo privatizó a PLUNA hipotecando intereses nacionales. El semanario Brecha acaba de detallar las distintas irregularidades, ilegalidades, contradicciones y absoluta falta de transparencia que rodea al ex Director de Casinos Municipales – hoy ascendido a Director de los Casinos del Estado- Cr. Juan Carlos Bengoa. FUCVAM acaba de formular por escrito ante el Presidente de la República y al Canciller Gargano, denuncias muy duras en torno a la forma en que se está llevando adelante el intercambio comercial entre Venezuela y Uruguay, acreditando pruebas que demuestran el privilegio o los privilegios que beneficiarían a una empresa uruguaya exportadora de viviendas prefabricadas y la conexión de ésta con el empresario venezolano estadounidense Guido Alejandro Antonini, desgraciadamente famoso por la valija de los 800.000 dólares.
Es el Tribunal de Cuentas, el intendente de Montevideo Ricardo Ehrlich, y la organización social FUCVAM quienes están haciendo pensar que, en el mejor de los casos, estamos ante graves ilegalidades e irregularidades administrativas. No vamos a pensar que FUCVAM lo hace por atacar un Gobierno del Frente Amplio, menos aún que el intendente de Montevideo haga denuncias para desestabilizar al Poder Ejecutivo o alguno de sus Ministros, y por supuesto el Tribunal de Cuentas, que independientemente de la afiliación política de sus miembros nos merece a todos los uruguayos la más absoluta confianza, tampoco dicta dictámenes para perjudicar al Frente Amplio o alguno de sus Ministros. En otro momento los tres hechos enunciados serian catalogados de actos de corrupción. Yo no lo afirmo, porque eso debe quedar a cargo de la justicia, que en nuestro país es seria, responsable e independiente.
En estos días se conocieron encuestas que señalan una caída, casi en picada, de los índices de aprobación de la gestión del gobierno y casi en los mismos niveles se encuentran los indicadores de simpatía hacia el Presidente de la República.
Frente a esta situación realmente preocupante, el Partido Nacional se alza como la gran esperanza. Y la alienta, no con ilusiones, sino con razones. No con falsas expectativas, sino con políticas sólidas y responsables.
Se dice que la oposición no existe y que es el periodismo el que carga sobre sus espaldas la dura tarea de denunciar la realidad. Grave error. El Partido Nacional ha actuado con destacada ponderación, porque sabe que más importante que atacar y destruir un gobierno es mantener la paz de la nación y no destruir las ilusiones (vanas ilusiones, pero ilusiones al fin) que supo forjar el Frente Amplio en la campaña de 2004. Cuando se convocó a los uruguayos a que festejaran -el pueblo no lo sabía, pero seguramente ellos sí- no habría nuevos motivos de festejo en los siguientes cinco años.
Queremos equivocarnos. Deseamos fervientemente un golpe de timón que modifique, por ejemplo, una reforma tributaria que no conforma a nadie, que es injusta, que no es distributiva, que se equivoca cuando pretende utilizar el impuesto como instrumento para corregir injusticias sociales. Los impuestos tienen que ser neutros y las injusticias sociales se corrigen con la distribución del ingreso.
El próximo gobierno, que será del Partido Nacional, no les pedirá a los uruguayos que festejen, sino que trabajen, que se dediquen a las tareas fundamentales de la vida, con la seguridad de que no habrá promesas incumplidas ni frustraciones. La nueva esperanza estará basada en las instituciones, en la libertad, en el respeto y fundamentalmente, en proyectos concretos y tangibles. El tesoro al final del arco iris, volverá a ser un inofensivo cuento para niños y el Frente Amplio oposición.
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