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Año IV - Nº 254
Uruguay,   05 de octubre del 2007
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El Parecido es Intencional

por Eduardo García Gaspar
 
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            Hace mucho tiempo en el país de Boca Grande se presentó una hambruna. Tan grave era que los gobernantes del país, a pesar de su gran orgullo nacionalista, tuvieron que mandar emisarios al país vecino en busca de alimentos. Después de largos y prolongados discursos a los que los nacionales de Boca Grande son propensos, lograron acordar esa comitiva.

            Dos meses habían tardado los gobernantes de Boca Grande en nombrar a sus integrantes. Cada uno de los candidatos había dado un largo discurso explicando por qué él debía ser elegido. Y otros dos meses tardaron en redactar el mensaje que se iba a presentar a los gobernantes de Boca Chica, el país vecino que producía más alimentos de los que necesitaba.

            Después de dos días de discursos de despedida, la comitiva partió a Boca Chica, a donde arribó siendo recibida por miembros del gobierno de un país célebre por la brevedad de su hablar. Reunidos en la gran sala de gobierno, cada uno de los integrantes de la comitiva dio un rimbombante discurso, en el que se pedía la ayuda de Boca Chica para dar alimentos a Boca Grande.

            Los gobernantes de Boca Chica, acostumbrados a muy pocas y escasas palabras, cayeron dormidos a los pocos minutos de que los discursos de la comitiva empezaron, pero una vez despiertos, se retiraron a deliberar y regresaron pasados seis minutos.

            Dijeron a los de Boca Chica: “Perdón por la larga deliberación que hicimos. Hemos decidido no darles comida. Ustedes tomaron casi todo el día para explicar una situación sencilla, lo que nos indica que la situación por la que pasan no es urgente. Adiós”.

            Desconsolados, de regreso en Boca Grande, se tomaron varias semanas y muchos discursos para acordar que se enviaría una sola persona, con un discurso muy breve solicitando alimentos. Dos días se tomaron festejando tan atinada decisión, durante los cuales los discursos abundaron. Uno de ellos fue de más de seis horas.

            El único enviado de Boca Grande tenía instrucciones precisas. No hablar mucho, pues los habitantes de Boca Chica, como se debe recordar, no gustan de hablar más de lo que se necesita. Llegando a Boca Chica, el enviado de Boca Grande fue llevado a la misma sala de gobierno y allí frente a los gobernantes del país sacó un saco vacío de maíz que se cuidó de mostrar a todos.

            Inmediatamente después sacó un papel de su bolsillo y leyó: “Soy un enviado del país de Boca Grande donde la gente se muere de hambre. Este saco de maíz está vacío. Nuestros campos no producen lo suficiente. Por favor, ayúdennos enviado alimento, hay hambre en el país”. Después de escuchar al embajador de Boca Grande, se levantó de inmediato el primer ministro de Boca Chica.

            Muy molesto, dirigiéndose al enviado, le dijo: “No era necesario decir que el saco estaba vacío, eso lo hemos visto todos los que estamos aquí. No era necesario decir que era de maíz, pues eso mismo está claramente escrito allí. No era necesario decir que hay hambre en su país, eso podía ser concluido después de ver el saco vacío. Fue redundante el decir que querían nuestra ayuda enviando alimentos, eso ya lo ordené cuando usted iba a la mitad de su discurso y si acaso en el futuro padecen otra hambruna, os suplicamos enviar embajadores que hablen menos”.

            Agradecido y un poco atolondrado ante tales observaciones, el enviado de Boca Grande quiso abrir la boca para agradecer el favor concedido, pero se abstuvo. Recordó las instrucciones que había recibido: no hablar, no sea que por hacerlo los gobernantes de Boca Chica decidieran de nuevo no mandar alimentos. Sin abrir la boca, lo que era toda una proeza para alguien de Boca Grande se retiró el enviado con una pronunciada caravana. En una horas más comenzaron a llegar los alimentos a Boca Chica.

            Después de salir el enviado, los gobernantes de Boca Chica permanecieron reunidos y uno de ellos comentó: “El hambre de Boca Grande es efecto indudable de una reforma agraria, eso que les da oportunidad de hablar y les quita la de sembrar.”



Post Scriptum
Sergio Sarmiento (Grupo Reforma, 25 septiembre) dio datos que tienen que ver con esa historia.

• El 23 de ese mes, Hugo Chávez habló durante 8 horas y cuarto en su programa de radio.
• Hitler y Stalin era partidarios de grandes y sonoros discursos que se escuchaban forzadamente.
• En la ONU, Fidel Castro habló durante 4 horas 29 minutos, el récord en esa organización.
• Los informes presidenciales de Luis Echeverría y López Portillo tomaban hasta 4 horas.
Es posible que se pueda establecer una alta asociación entre la duración de los  discursos de las autoridades de un país y la falta de crecimiento que en ese país exista.

La historia narrada arriba es una adaptación de una muy conocida de dominio popular.


Fuente: Contrapeso.info

 
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