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Año V Nro. 315 - Uruguay, 05 de diciembre del 2008   
 

Visión Marítima

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Caracoles Intervencionistas
La buena volatilidad
por Eduardo García Gaspar

 
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El gran tema de la idea de Woods no es tanto dar una explicación del ciclo económico, para lo que aprovecha las ideas de la Escuela Austriaca, sino usar esa explicación para sacar a la superficie un gran problema. El problema de las recomendaciones económicas realizadas sin conocimiento económico y respaldadas sólo por justificaciones morales de hacer lo que aparenta ser bueno a primera vista.

La idea para este resumen fue encontrada en Woods, Thomas E (2005). THE CHURCH AND THE MARKET: A CATHOLIC DEFENSE OF THE FREE ECONOMY. Lanham, Md. Lexington Books, 0739110365, pp 100-105. Es una obra excepcional que en palabras sencillas y comprensibles trata muchos fenómenos económicos cuyo conocimiento no es considerado esencial entre muchos que recomiendan soluciones.

         El ciclo económico o de negocios es un fenómeno de períodos de bonanzas y crisis periódicas, del que tiene una explicación la Escuela Austriaca. Una teoría del ciclo debe tener capacidad para explicar dos sucesos.

• Debe poder contestar la razón por la que se acumulan decisiones equivocadas de negocios en la cúspide de una recesión o depresión. Dentro de un mercado libre, existe una tendencia natural y constante que retira a quienes toman malas decisiones de negocio y favorece a quienes toman buenas decisiones. Esas buenas y malas decisiones están sustentadas en la habilidad, o falta de ella, para anticipar eventos, como cambios en la conducta de los compradores y otros cambios en el medio ambiente de negocios. Una teoría aceptable del ciclo de negocios debe ser capaz de exponer la razón por la que muchos buenos tomadores de decisiones cometen al mismo tiempo grandes errores.

• También debe poder responder al por qué una depresión golpea con más severidad a los sectores industriales y de capital, que a los productores de bienes de consumo. La explicación ortodoxa que se recibe en la escuela afirma que las depresiones se deben a una reducción en el consumo. Es equivocada esa afirmación. Las ventas al detalle son las afectadas en último lugar en una depresión. Los sectores realmente afectados, desde el inicio, son los de maquinaria y herramientas, equipo de capital y materias primas; y son estos sectores precisamente los que más crecen durante las épocas de bonanza. Una teoría aceptable del ciclo de negocios debe ser capaz de exponer la razón por la que las industrias de capital sufren esa mayor intensidad en ambos períodos.

         En un mercado libre de obstáculos, las tasas de interés bajan cuando las personas ahorran más y se elevan cuando ellas ahorran menos. Es un movimiento de oferta y demanda, como cualquier otro. Cuando más ahorre la gente, más fondos tendrán los bancos para prestar y más bajas serán las tasas de interés.

         A esta realidad muy conocida, es necesario agregar otra, sobre los diversos órdenes de producción. Los austriacos distinguen la producción en cuanto a su alejamiento o cercanía con el consumo final. Una panadería que vende al consumidor final es un nivel de producción bajo; el productor de los equipos agrícolas que se emplearon en el cultivo del trigo que luego usa esa panadería, es una producción de un orden más alto. Los órdenes más altos de producción son los que tienden a ser los más sensitivos a los movimientos de las tasas de interés.

         La producción que más alejada está del consumo final necesita más tiempo para ser redituable. Ampliar una mina, por ejemplo, requerirá recursos y tiempos mayores, cuyos costos son muy sensitivos a las tasas de interés. Grandes inversiones que a altas tasas no se consideran redituables, con tasas bajas pueden serlo. Esas tasas bajas son sólo posibles si la gente eleva su ahorro, es decir, limita su consumo potencial en el presente.

         Ese equilibrio entre consumo actual y recursos disponibles para invertir de largo plazo, puede romperse. Sea porque la gente ha ahorrado más o porque alguien ha reducido las tasas de interés, se logra lo mismo: las empresas ven tasas más bajas y deciden usar más crédito; el crédito se concentra en los órdenes más altos de producción que son los más sensitivos a estas tasas. Todo parece que va bien, pero hay un problema.

         Las bajas tasas de interés en un mercado sin manipulaciones significan que la gente ha tendido a posponer su consumo, es decir, consumirá menos en el presente. Pero en un mercado manipulado, ya no significan eso: los consumidores siguen consumiendo igual que antes aunque las tasas dicen lo opuesto.

         Dentro de un mercado libre al mismo tiempo sólo puede tenerse más inversión y menos consumo, o más consumo y menos inversión. No puede lograrse al mismo tiempo más consumo y más inversión. Con menos consumo hay más recursos para inversiones, pero con igual consumo no los hay a pesar de las bajas tasas que se hayan decretado. Pero aún, con bajas tasas, las personas ahorrarán menos y preferirán consumir.

         Las tasas bajas artificiales son igual a una señal falsa, o un reporte intencionalmente engañoso, que no corresponde con lo que hacen los consumidores. Si la reducción de tasas es una respuesta a una elevación del ahorro, entonces el boom económico será sostenible. Pero no lo será si no existe esa elevación del ahorro. Las tasas de interés son una señal de coordinación del mercado, entre lo que desean las personas y lo que hacen las empresas.

         Las tasas bajas avisan que hay más ahorro y fondos disponibles. Cuando no los hay, entonces el aviso es falso y se inician inversiones que parten de un supuesto irreal: se cree que hay recursos disponibles cuando no los hay. Las personas no han ahorrado más. Ellas siguen consumiendo igual que antes.

         En las etapas intermedias y finales de las nuevas inversiones, la realidad las alcanza. Las nuevas inversiones han elevado la demanda de bienes que no elevan su oferta. Las instalaciones existentes necesitan también bienes de producción, por lo que compiten con las nuevas inversiones, y ellos elevan su precio. Los precios mayores no habían sido previstos y causan más peticiones de crédito, lo que presiona a las tasas de interés y hace menos atractivas a las inversiones que han sido iniciadas ya. No hay recursos suficientes para completar todos los proyectos que están en proceso. Con costos mayores, algunas inversiones serán suspendidas y otras terminadas a costos superiores a los planeados.

         Así es posible dar una explicación a los dos puntos iniciales. La acumulación de errores en las decisiones de los empresarios y emprendedores se debió a una señal falsa en el mercado. Las tasas de interés son un dato vital y ellas no correspondieron a lo que en realidad sucedía en la economía. El alto impacto en las industrias de capital más alejadas del consumo final también es explicado. Estas industrias son las más sensibles a cambios en las tasas de interés, precisamente por ese alejamiento con respecto al consumo final.

         Después de esa explicación del ciclo económico, Woods hace su aportación central. En esta explicación del ciclo, pero también en otros conocimientos que la Economía permite tener, hay una implicación moral de consideración. No en el conocimiento mismo sino en lo que con él puede y debe hacerse.

         Muchos moralistas, dice el autor, apoyan medidas económicas que deben aplicarse durante épocas de recesión y depresión, todas destinadas a aliviar la mala situación a la que se ha llegado. Se solicita dar préstamos con tasas bajas, créditos de emergencia, subsidios a industrias en apuros y realizar otras medidas similares que son precisamente las cosas que no deben hacerse.

         No deben hacerse porque son medidas que también desordenan el uso del crédito y evitan que llegue donde es beneficioso. Esas medidas que creen ser positivas en realidad son dañinas. Lo mejor que debe hacer un gobierno en estos casos es nada. El moralista superficial podrá protestar y hacer ver el real problema moral: ¿es una conducta moral el realizar acciones que se sabe serán dañinas?

         ¿Cómo justificar el, por ejemplo, dar incentivos al consumo si se sabe que no fue el bajo consumo lo que originó la recesión, sino que en realidad a ella ayudó un consumo excesivo con respecto al crédito obtenido?

         El punto del Woods no es tanto el ofrecer una explicación del ciclo, sino el poner sobre la mesa un dilema moral. El dilema que muchos moralistas y teólogos tienen al recomendar y apoyar medidas que empeoran el problema que debe resolverse. Para recomendar medidas económicas se necesita conocimiento de ese tipo. No basta saber de moral, ni de teología.

Post Scriptum
La gran idea de Woods puede ser resumida en una pregunta ingenua, ¿puede alguien alegar que es moral realizar una acción que se sabe producirá un daño y no resolverá el problema que trata de resolver? El más grande de los teólogos, el más conocedor de los moralistas y el más preocupado de los gobernantes, podrá recomendar ciertas medidas económicas motivado por las más caritativas intenciones, pero si sus recomendaciones no consideran el conocimiento necesario de Economía, ellas carecen de mérito y fundamento.

Más aún, quien si posee ese conocimiento económico está obligado moralmente en conciencia a oponerse a lo que él sabe que empeorará las cosas. Un caso muy ilustrativo es el de Octavia Hill, reportado en Ayudas Gubernamentales. En La Empresa Desconocida, hay una idea de H. Hazlitt que analiza más en detalle las malas consecuencias de los créditos blandos dados por los gobiernos.

El WSJ del 17 de noviembre, en la columna de Gerald P. O'Driscoll Jr., To Prevent Bubbles, Restrain The Fed, dice,

The problem is the rate remained at 2% or less for three years (for a year it was at 1%). During most of this period, the real (inflation-adjusted) fed-funds rate was negative. People were being paid to borrow and they responded by often borrowing irresponsibly. In 2001, there was $190 billion worth of subprime loan originations -- 8.6% of total mortgage originations. In 2005, there was $625 billion worth of subprime originations -- 20% of the total... The subprime saga follows a familiar pattern. Easy credit begets a boom and then the inevitable tightening of credit bursts the bubble. What is not familiar is the scale of the devastation wrought in this boom-bust cycle.

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