|
Seamos libres hoy
por José Benegas
|
|
|
No somos muchos, pero tengo una buena noticia. No hace falta. Los enemigos de la libertad tampoco son muchos. Todos los cambios los producen minorías
Seamos muchos. Esa suele ser la respuesta cuándo surge la pregunta de qué hacer frente a los avances del poder sobre nuestras vidas. Pero somos pocos. Desde que empezó muy fuerte el pensamiento anti liberal a predominar en occidente a principios del siglo pasado hasta hoy se ha recorrido mucha pista y la pregunta y la respuesta siguen siendo la misma. En la Argentina ni hablar, gran parte de la población cree que estar a favor de "las ganancias" (es decir contra las pérdidas) es ser un ultra liberal. Algo parecido a tildar de glotón a un hambriento que se quiere comer un maní.
No somos muchos, pero tengo una buena noticia. No hace falta. Los enemigos de la libertad tampoco son muchos. Todos los cambios los producen minorías.
El resultado de un experimento de ingeniería social de Sarmiento que quería convertir a la Argentina en Estados Unidos por medio de un sistema educativo público, terminó en esta matrix que propaga idioteces soviéticas ya comprobadas como un fracaso total. Hoy un matrimonio desequilibrado, un par de ideólogos sin escrúpulos y la pasividad general nos hacen ver el camino hacia el totalitarismo otra vez, como si el mundo no lo hubiera vivido. Y ni siquiera son simpáticos, ni se esfuerzan por tener mejores argumentos, ni por mostrar un comportamiento más o menos ajustado. Son impresentables y ahí están realizando todos sus caprichos.
En nuestro caso contamos con una ventaja y es que no necesitamos el poder como lo necesitan ellos. Aplaudo a quienes se esfuerzan por ganar elecciones y buscan representación en los órganos legislativos para hacer oír una voz distinta a la cantinela general. Pero permanecer libres no depende ni puede depender de eso. El propósito del liberal es "de-tener" al poder y no tenerlo. El liberal concibe a la riqueza como un concepto subjetivo individual y a la sociedad como una multiplicidad de individuos buscando su bienestar, no ve pecado en eso, no persigue a los que ganan, a los que piensan, a los que hacen todo lo contrario a lo que él haría, sólo se defiende de los criminales. Por eso el liberal no ve en el gobierno una fuente de felicidad, ni al liberalismo como un programa de gobierno. El liberalismo es más bien un programa de "des-gobierno". Un programa de límite al poder. Cuando la entente entre el poder y quienes lo detienen es más o menos virtuosa los representantes elegidos son sostenes de esas ideas.
La clave está en que si la lucha por la libertad depende de obtener la mayoría, la causa está perdida. Destaco esto: la lucha contra la libertad jamás dependió de obtener la mayoría. La mayoría jamás entiende el significado profundo de lo que elige y la democracia nunca fue pensada para decidir postulados filosóficos.
La libertad no se dirime en elecciones, sino mucho antes. La propiedad no es el premio a una buena campaña electoral, es el resultado de la acción de quienes la defienden.
La Constitución escrita condujo a un equívoco. Para muchos es por si misma garantía. Ahí está claro que la propiedad es inviolable, entonces nos sentamos a descansar porque cualquiera sea el que gobierne la Constitución nos protege. Hasta tenemos un poder del estado designado para decirle al gobierno que se ubique.
Esa ha sido una muy mala interpretación de la Constitución. De ahí se deriva la idea de que cuando todo el sistema está fuera de control, lo que queda es ganar elecciones explicando un poco más claro la teoría subjetiva del valor o la Ley de Say. Una empresa imposible. El antiliberalismo llegó hasta dónde llegó sin que nadie, ni siquiera la tilinga que ya sabemos, haya leído ni oído jamás hablar de Hegel.
Lo que la Constitución nos dice no es que nos sentemos tranquilos a disfrutar del respeto a la individualidad que surge de sus postulados doctrinarios (surgía, pero no me obliguen a hacer más largo de lo que viene este post). Lo que hace es decir: No hace falta ser mayoría para tener derecho a reclamar, para protestar, para detener al poder. Hay que ir a los tribunales a defender lo que es nuestro, y si se pierde una vez intentarlo de nuevo, y si se pierde dos veces protestar, escribir, patear el tablero y fomentar una rebelión fiscal.
Nunca señala que ese trabajo está hecho. Sería un proyecto fracasado desde el vamos si dependiera de que el poder de las mayorías no quisiera avanzar sobre los derechos de las minorías. La idea es que no pueda, no que no quiera. La Constitución habilita a la lucha por la libertad, a la defensa de la propiedad, de la libertad de comercio, de la libertad de educar de modo plural no solo fuera de lo que señala el ministerio de educación sino aún y sobre todo contra lo que dice el ministerio de lavado de cerebros. Hay que des-educar al soberano.
La Constitución no dice: ganemos elecciones para ser libres. Dice: dice somos libres pero eso no es gratis. Se lo debe ganar cada vez que eso está en juego. Y se lo debe ganar del modo que siempre se lo ha ganado: desde la minoría, contra una mayoría conquistada por pasiones opuestas.
Quienes luchan por la libertad patean tachos y rompen las pelotas, no recitan poesías.
» Arriba
|