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Respuestas a la crisis global: ¿Son posibles?
por Cr. Ricardo Puglia
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En julio de 1997 comenzó una de las primeras crisis mundiales globales, en Tailandia; después de tres decenios milagrosos, en que los ingresos habían aumentado, la salud había mejorado, la pobreza había bajado y varios países no habían sufrido una recesión en los últimos 30 años.
A medida que la crisis se extendia hacia Indonesia, Malasia, y Japón, se realizaron toda clase de programas fiscales y monetarios excesivamente contraccionistas al estilo de los utilizados en México que había salido fortalecido. Pero la verdad, no eran los programas, era que México salió adelante porque hubo un aumento de las exportaciones hacia EEUU, gracias a la existencia de un TLC. En 1998 la crisis traspasó los límites del este asiático hacia el país más explosivo de todos: Rusia. Luego llegó a Brasil a la tan recordada devaluación de 1999, siguió en Argentina 2000 y 2001 y finalmente, en el invierno de 2002, Uruguay.
O sea, recibimos los efectos finales de la crisis global de 1997 cinco años después.
El presidente del Banco Central del Uruguay, en una reciente entrevista dijo que la inflación es "prioridad" porque si a la desaceleración económica se le agrega un problema inflacionario "todo va a ser peor". Afirmó que pese a la crisis global, en Uruguay "recién" hay algunos problemas puntuales. Sostuvo que el desempleo puede subir a 8% y hay que estar atentos "pero sin dramatismos".
Cuenta una anécdota que se reunieron en New York los principales economistas del mundo, y el único tema en discusión fue donde cada uno deseaba morir ante la proximidad del fin del mundo. La opinión unánime fue en “Uruguay”, ya que los sucesos mundiales ocurren 30 años después que en el resto del mundo.
Como es posible que gente inteligente, puede crear políticas tan pésimas. Una razón es que la gente inteligente no acostumbra usar modelos económicos inteligentes. Los modelos macroeconómicos para analizar las crisis no están diseñados para las microestructuras y no toman en cuenta las quiebras de las empresas.
Una de las primeras lecciones que los economistas enseñan a sus alumnos es la importancia de los plazos: pueden pasar de 12 a 18 meses antes de que un cambio de política monetaria (subiendo o bajando las tasas de interés) muestre sus plenos resultados.
Un rápido repaso por algunos sectores –cítricos, lechería, arroz, ganadería – un 2008 desastroso -, granja, soja, maíz, sorgo, trigo y girasol permite pensar en riesgos que van más allá de un ajuste devaluatorio, la sequía, la baja de precios, las caídas en la demanda interna e internacional y en menor medida los mayores costos de producción.
Las recientes medidas del MEF, Isaac Alfie, las categorizó como "saludo a la bandera para maquillar el IPC" mientras que Ignacio de Posadas criticó al gobierno por "seguir dando bombo al gasto público y a la política de ingresos" cuando se les dijo que "se terminaba la fiesta", en tanto, Javier de Haedo, dijo que el gobierno cuenta con "un problema de diagnóstico", y las medidas permitirán influir en el Índice de Precios al Consumo. Estas medidas en definitiva compran tiempo y son reactivas a una situación que se puede escapar de control llegado el invierno.
No vemos por parte del MEF ningún plan de contingencia económica – sólo la pequeña e insignificante cifra de us$ 8,3 millones de costo fiscal de las medidas - que ayuda a limar los picos del IPC y no actúa proactivamente en enfrentar con ideas y planes al mejor estilo de EEUU y Europa, o sin ir tan lejos seguir el ejemplo que continúa dándonos Chile en materia económica con autoridades que entienden y participan de las políticas globales del primer mundo y no se esconden detrás del maquillaje administrativo del IPC a través de acuerdos que durarán mientras las ecuaciones económicas así lo permitan y no por los acuerdos per se.
Desde el sector público nos dicen que está blindado (sic) y el sector privado o real de la economía, que es quien en definitiva crea valor y riqueza, y paga los altos impuestos que mantienen el gasto público, podrá seguir financiándolo?
¿No es hora de pensar en un plan económico de choque, que promueva mayores obras de infraestructura, funcionamiento de nuestra vías férreas, construcción de un nuevo puerto de aguas profundas, determinación de una central de energía nuclear, construcción de viviendas para ir erradicando los asentamientos, posponer el ingreso de nuevos empleados al Estado por los próximos 24 meses, suspender el IRPF a todos los arrendamientos, suspender el pago de IVA por la venta de nuevos inmuebles, permitir plazos mayores de aportes a la seguridad social para refacciones y nuevas construcciones, fortalecer el desarrollo de nuestras zonas francas con promoción público-privada, profundizar la realización de eventos internacionales a lo largo y ancho del país, creación de cajas de ahorro y crédito para cada Departamento del País que atienda a las pequeñas empresas de sus localidades descentralizando decisiones crediticias, etc?
La lista de una respuesta proactiva es inmensa, el mercado financiero local e internacional está ávido para prestar recursos y los costes asociados son por demás demasiados bajos. ¿Qué esperamos para actuar? ¿O simplemente importa el período de gobierno de cinco años del Frente Amplio y los que vendrán, sean quienes sean, se arreglen como puedan? Barajar y dar de nuevo es una pésima política de Estado.
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