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Año V Nro. 328 - Uruguay, 06 de marzo del 2009   
 

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Darío Acevedo Carmona

El DAS o la economía política
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por Darío Acevedo Carmona - (Perfil) - Medellín/Colombia -

 
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         Como si se tratara de una mercancía más, el DAS vende información al mejor postor. Al mayor y al detalle como si en vez de ser la agencia de seguridad del estado fuese más bien un supermercado. Muchos interesados dejan por allí sus pesos, delincuentes de cuello blanco, paramilitares, mafiosos, funcionarios públicos, opositores del gobierno, periodistas y hasta, nada raro, espías o contraespías al servicio de otros países. Es muy grave que eso suceda en un país con tan graves problemas de violencia y de delincuencia, más grave aún que ocurra en una dependencia adscrita a la Presidencia de la República y que esto se haya presentado en varias ocasiones. El problema se agrava todavía más si reconocemos que chuzadas, filtraciones y grabaciones ilegales con fines corruptos es algo corriente en otros organismos del estado. Por ejemplo, desde la Fiscalía General de la Nación y desde los altos tribunales de justicia, para no mencionar otros órganos, es abundante el material que va a parar, de modo irregular y fraudulento a manos de la prensa. En Colombia la reserva del sumario simplemente no existe.

         El origen del actual escándalo es prueba elocuente de lo que estamos diciendo. El director de una prestigiosa revista logra sacarle (no sabemos a qué precio) a un supuesto agente del DAS, información sobre las chuzadas ilegales que se realizan en el ente investigador, adiciona datos que el periodista da por ciertos sin tomarse la molestia elemental de confrontar otras fuentes. Lo que importa es la chiva, y quizás algo más, tratándose de la revista de la casa López. Lo que viene está en el libreto del periodista, una crónica que estremece a la opinión pública y que tiene todos los ingredientes para involucrar al presidente Uribe.

         Los afectados por las chuzadas –líderes políticos, periodistas, magistrados- con una premura inusitada le echan toda la responsabilidad al presidente Uribe mezclando una reflexión que suena lógica, como el DAS depende de la presidencia entonces el presidente Uribe fue el que dio la orden de espiarlos, así lo dijo Claudia López y en esa acusación fue secundada por María Jimena Duzán, Ramiro Bejarano, Daniel Coronel y los eternos declarados enemigos de éste “Régimen”.

         Un problema real y delicado, no sólo para Uribe sino para este país, es desdibujado burdamente para sostener viva la sistemática cantinela en que están empeñados hace siete años consistente en demostrar que Uribe es un paramilitar, un mafioso, un dictador, que Colombia es gobernada por la mafia, que la seguridad democrática es una política militarista, etc.  Si se respetasen mínimamente los principios del periodismo investigativo, no sólo le pedirían cuantas al presidente Uribe, sino que también habrían dudado algo sobre la fuente, sobre sus intenciones, habrían confrontado, buscado más información y, en vez de fallar sin fórmula de juicio, esperarían los resultados de la investigación de la Fiscalía. Se habrían preguntado hasta qué punto se ponía en peligro la seguridad del Estado, puesto que el DAS maneja información secreta tanto sobre problemas internos como sobre intereses de otros países en nuestras políticas de seguridad y si los periodistas, como lo plantea acertadamente Alfredo Rangel en la revista Semana, han de observar o no límites en el manejo de información de seguridad nacional.

         Lo que pudo haber sido abordado como un tema de investigación periodística de interés nacional, termina convertido en una guachafita por aquellos que se han dedicado, de manera obsesiva, a buscar la prueba reina contra el Presidente. Cuando los periodistas hacen a un lado la obligación de informar críticamente para escribir según sus intenciones, sus especulaciones y sus prejuicios políticos, el producto se torna poco creíble. En el caso en cuestión no se han considerado todas las hipótesis. No había empezado el allanamiento de la Fiscalía al DAS cuando ya se había producido el veredicto. El resultado es el triunfo de la suspicacia y el deleite de los morbosos con el amarillismo.

         Entre tanto, se sigue jugando peligrosamente a pervertir a las autoridades para que mercadeen, ilegalmente, información privilegiada a la prensa como si ello no fuese una actividad corruptora. La revista Semana ya presenta informes filtrados desde el organismo que adelanta la investigación.

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