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Año V Nro. 328 - Uruguay, 06 de marzo del 2009   
 

 
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Ernesto Poblet

Juicio Político a Cristina Kirchner y Procesamiento a Néstor Kirchner
por Ernesto Poblet

 
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         No se trata de fragotear en los cuarteles destrozando normas institucionales elementales. Siempre en estos casos resultó peor el remedio que la enfermedad. Jamás se deberá volver al golpe de estado militar o a los saqueos “populares” de los supermercados o a los escraches violentos.

         Nixon y Collor de Mello fueron por lejos gobernantes más eficientes civilizados y prudentes que los Kirchner, sus renuncias frente a las presiones populares y parlamentarias se debieron a un acto necesario y delicado a fin de evitar males mayores.

         El presidente Richard Nixon se enredó en un acto de espionaje sobre las reuniones efectuadas por los partidarios demócratas del candidato Mac Govern en el Watergate. Las cintas grabadas de esta travesura fueron suficiente elemento probatorio para perder la confianza del pueblo y el congreso de los Estados Unidos en aquel presidente incurso en esa fisgonería desprolija.

         Fernando Collor de Mello desmoronó de un día para otro la imagen de joven estadista promisorio del Brasil, en medio de su lucimiento intelectual y accionar ágil en una gestión pródiga en inversiones y asistencia financiera. Bastó descubrir los manejos arbitrarios de su hombre de confianza –Paulo Farías- sobre los fondos del partido oficialista y los negocios del Estado, para poner en marcha las instituciones del juicio político e investigar a fondo las denuncias de la oposición.

         En ambos casos citados a nadie se le ocurrió acusar de “destituyente” a los legisladores, magistrados, periodistas o simples políticos interesados en perseguir las irregularidades o presuntos actos ilícitos de los gobernantes cuestionados. Los acontecimientos se dieron en un escenario de eficaces méritos en los antecedentes de gestión tanto en el caso de Nixon como el de Collor de Melo.

La impaciencia de los argentinos

         El derrocamiento de Isabel Martínez de Perón no encuentra su justificación en un presunto “consenso” de la comunidad. De ninguna manera se le puede buscar institucionalidad a un mero reparto de las potestades del Estado entre tres grupos de las fuerzas armadas como si fuera un paquete accionario de una sociedad anónima. Esa entrega de la suma del poder público a un grupo de personas siempre deriva en los más descabellados “excesos” por la impunidad sobreviniente. Es verdad que en aquellos momentos de terrorismo setentista y disloque demagógico el país no podría aguantar más la anarquía sindical y la falta de control de las instituciones calamitosamente subvertidas, no muy diferente el caso a las del día de hoy.

         Dos senderos correctos y alternativos ofrecían los marcos legales en el caso de Isabel Perón. Por un lado el juicio político a la señora Presidente o en su defecto el transcurso del tiempo esperando las nuevas elecciones para lo cual no faltaba mucho. Pero la enfermiza ansiedad de los argentinos -uniformados o civiles- no supo esperar u operar formalmente el juicio político y dejó hacer o estimuló otra desgraciada experiencia de golpe militar.

         La renuncia del presidente Nixon encontró a los Estados Unidos huérfano de su órgano natural para el reemplazo. El vicepresidente había renunciado tiempo atrás. En esas circunstancias el Congreso designó al senador Gerald Ford para cubrir la vacante hasta el fin del período. En el caso de Collor de Mello continuó normalmente la institucionalidad en la persona del vice Itamar Franco.

         Las crisis institucionales de los Estados Unidos y Brasil se dieron ante órganos del Estado en su normal funcionamiento. Cualquier pedido de informes o denuncias de la oposición en ambas naciones se atienden correctamente. En la Argentina de los Kirchner no se registra un solo caso de admisión de estas quejas, cuestionamientos o investigaciones si no son originadas en el Poder Ejecutivo Nacional. No prosperan denuncias ni querellas contra funcionarios del poder, o se las ningunean o las giran al juzgado de un pariente presidencial en la provincia de Santa Cruz.

Los mil elefantes de la calle Florida

         Un aserto pintoresco afirma que la mejor manera de esconder un elefante en la calle Florida es rodearlo de veinte elefantes. Nixon y Collor evitaron la destitución por medio de una digna renuncia. En el caso de los Kirchner uno de los inconvenientes más serios para enfrentar los procedimientos del juicio político consiste en la cantidad de legisladores, jueces y funcionarios involucrados en los veinte casos -parte baja- que ameritan la destitución de Cristina Kirchner y el procesamiento inmediato del ex presidente Néstor Kirchner.

         Gran parte de las acusaciones contra el matrimonio no requieren mayores investigaciones ni probanzas por aparecer manifiestas en el acto ilícito. Observemos los casos de las tierras fiscales de Calafate (compra o venta entre amigos y colosal venta a Cencosud de Chile) - las valijas de Chávez PDVSA y Enarsa – la cocaína de S.W. en el Aeropuerto Barajas – los sobreprecios de Skanska – los traslados en aviones y utilización bienes del Estado por Néstor Kirchner para su actividad partidaria – los fondos de las regalías petroleras cuyas actuaciones fueron derivadas al juzgado del yerno de Alicia Kirchner - la devolución de los fondos prestados por el FMI tras el solo fundamento de “tener las manos libres...” – las exageradas exacciones al campo por medio de ilegales retenciones obtenido el impuesto por una resolución ministerial – la concesión a Cristóbal López por el juego hasta el año 2030 – las obras públicas adjudicadas por contratación directa a empresas de notoria amistad – los fondos de AFJP y ANSES dilapidados en operaciones riesgosas – el manejo arbitrario del Consejo de la Magistratura – enriquecimiento ilícito durante la gestión pública – prohibición de exportaciones de cereales, oleaginosos, carnes , lácteos, etc. – negativa a comprobar el título de abogada de la señora presidente ante requerimiento periodístico y judicial – utilización exacerbada de la publicidad del Estado a favor de medios amigos del gobierno – propiciar la ley de blanqueo de capitales abriendo las puertas al narcotráfico y lavado de dinero – Encubrimiento del crimen del policía Sayago y la inexplicable complicidad de Bonafini y Kirchner – El crimen del caso Conarpesa – La creación y mantenimiento de LAFSA empresa aérea con 99 agentes que nunca voló. Etcétera.

         Cada uno de los actos mencionados son sustancialmente más deplorables y susceptibles del juicio político que las cintas de Richard Nixon y las irregularidades de Paulo Farías. En consecuencia, nadie en la Argentina debe asustarse por aplicar el derecho vigente y proclamarse “destituyente” dentro de la ley y las instituciones.

         La cantidad delitos y mentiras acumuladas por los Kirchner coinciden con la teoría de los elefantes a través de la confusión reinante. Además de la cantidad de gente involucrada en el régimen más corrupto de la historia argentina se le adiciona el fenómeno inédito del más colosal concurso real de delitos contra la administración pública, las personas, la libertad, la propiedad, la seguridad pública, el orden público, la seguridad de la nación, los poderes públicos, el orden constitucional y la fe pública. Sin olvidar los desplantes y papelones internacionales de ambos presidentes Kirchner en desmedro de nuestra nación.

         Lo mismo ocurre con las falacias desparramadas días y días y horas tras horas por el matrimonio hegemónico. ¿Qué sentido tiene a esta altura responder al perpetuo festival de disparates que propalan estos alegres cónyuges...? ¿Quién puede perder el tiempo explicándole a la señora que la primera presidente mujer se llamó María Estela Martínez de Perón con títulos perfectos, comicios impecables, ganando por 12 puntos encima del 50% y sin denuncia alguna de fraude ni robo de boletas...? Que la Argentina nunca recibió inversiones por setenta mil millones de dólares en los últimos meses ni aún en todo el período de los Kirchner. En los Estados Unidos y cualquier país civilizado se los desaloja del poder a los presidentes por la mentirilla más “impropia” y pueden preguntarle a Bill Clinton que por una tontería privadísima llegó a estar temblando al borde de un precipicio.

         Muy posiblemente después de las elecciones de octubre el Congreso se recomponga y podremos los argentinos castigar el cúmulo elefantiásico de delitos y las mentiras cebadas que ya ni dan ganas de desmentirlas por su frecuencia y dimensiones.

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Fuente: Fundación Atlas 1853
 
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