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Los “otros” también tienen derechos humanos
por Hana Fischer
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Si hay algo caracteriza a la historia de América Latina, es la turbulencia. Y dentro de ese contexto general, es indudable que las décadas de los 60s y 70s del siglo XX, fueron especialmente tenebrosas. Es un período conocido como el de “los dos demonios”.
Por un lado tenemos a los guerrilleros -que pretendiendo emular las “hazañas” de Fidel Castro y el “Che” Guevara en Cuba- se dedicaron con saña a asolar a la sociedad civil. Por el otro, a los militares que guiados por la “Doctrina de la Seguridad Nacional - promovida desde Washington- persiguieron a cualquiera que no comulgara con sus ideas.
No hubo ingenuidad. Todos tenían clara conciencia de lo que hacían y de los riesgos que tal decisión implicaba. Unos y otros robaron, secuestraron, torturaron, violaron y asesinaron. Unos y otros, se autoproclamaron los nuevos “Mesías”. Unos y otros, instalaron “El Terror” en sus respectivos países.
En los años 80s, la democracia se impuso en gran parte de la región. En esas circunstancias, se levantó el telón que cubría el accionar de los regímenes militares. Como consecuencia de ello, lo que antes sólo se podía decir a media voz, alcanzó resonancia internacional. Todo el horror y la inmundicia quedaron expuestos a plena luz del día. El resultado fue, que se investigaron las violaciones de los derechos humanos perpetradas por las dictaduras. Algunos jerarcas fueron sometidos a la justicia. Y cuando eso no sucedió, igualmente recibieron la sanción moral de repudio generalizado. Además, se trató de compensar a las víctimas de la irracional represión. Si eso no era posible porque habían fallecido, el beneficio se dirigió a sus familiares.
Sin embargo, sería un error el considerar, que con el retorno de la democracia a la región se impuso la justicia. La razón es, que únicamente fue condenada moralmente una de las partes responsables de instaurar “El Terror”. Por increíble que parezca, la otra no sólo salió incólume sino que hasta adquirió una cierta aureola romántica. Entonces, no prevaleció la Justicia porque como dice Ulpiano: “Justo es dar a cada uno lo que le corresponde”.
En un reciente artículo, Arturo Larrabure expresa que “Hay una nueva clase de desaparecidos en la Argentina: los desaparecidos de la memoria pública; las víctimas asesinadas por el terrorismo guerrillero. Sus deudos sufrimos ese lacerante desprecio, al ver que los victimarios son calificados como ‘jóvenes que tan sólo pensaban diferente’, como si ello les diera derecho a secuestrar, a torturar, a cometer 21.000 atentados y más de 1500 asesinatos. Se mofan de nuestro dolor, como si nuestras víctimas no hubieran tenido derechos humanos”.
Y frente a los que alegan que la violencia guerrillera fue insignificante comparada con la de los militares, Larrabure señala que “Corroborando la existencia del plan criminal, la Cámara Federal, al juzgar a los comandantes, reconoció no sólo que el país había vivido una guerra revolucionaria, sino también que las organizaciones terroristas ‘produjeron, en el lapso posterior a la instauración del gobierno constitucional, la mayor parte de los hechos delictivos’.”
Se sabe, porque así lo han reconocido diversos grupos guerrilleros latinoamericanos, que sus cuadros fueron adiestrados militarmente en Cuba. Fidel propició y financió la expansión de la guerrilla en todo el continente. Asimismo, que los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos entrenaban a los distintos ejércitos latinoamericanos en Panamá.
Al fin de cuentas, son dos caras de la misma moneda.
Es por esa razón que indigna tanto, que jerarcas que se auto califican como “defensores de los derechos humanos”, en los hechos, adopten posturas incompatibles con tal discurso. Por ejemplo, podemos citar al procurador argentino Esteban Righi, quien ha dictado la resolución No. 158 / 07 que prohíbe a los fiscales considerar como crímenes de lesa humanidad a los asesinatos de la guerrilla. O al presidente uruguayo Tabaré Vázquez, quien visitó Cuba en Junio de 2008, se emocionó hasta las lágrimas al compartir estrado con un dictador y no se reunió con la oposición cubana. Pero a nuestro juicio, el papel más deplorable lo protagonizó la mandataria chilena, Michelle Bachelet. Es hija de un general de la Fuerza Aérea, quien murió a consecuencia de las torturas sufridas durante el gobierno de facto del general Augusto Pinochet (1973-1990). Ella misma fue sometida a interrogatorios y tormentos. Por tanto, sabe bien lo que significan esas cosas. Por esa razón resultan incomprensibles su viaje a la isla caribeña y la actitud que asumió, tanto con respecto a los viejos dictadores hermanos Castro, como al negarse a tener una reunión con los disidentes cubanos.
El general Líber Seregni estuvo entre los que en 1971, fundaron en Uruguay el conglomerado de partidos de izquierda llamado “Frente Amplio”. En 1973, apoyó y festejó el golpe militar, creyendo que tendría una orientación similar al régimen instalado desde 1968 en el Perú, bajo la dirección del general Juan Velasco Alvarado. Pero sus esperanzas se vieron frustradas al hacerse evidente, que no era así. Seregni estuvo preso en condiciones muy duras durante todo el período dictatorial.
Al salir de prisión y con el correr del tiempo, Seregni demostró que de ser un vulgar líder partidario, había crecido hasta adquirir la dimensión de un estadista. Sus reflexiones exhibieron que durante los años en reclusión, había analizado con rigor lo acontecido. En una entrevista realizada en mayo de 2000, consideró que el Ejército no debía pedir perdón por los errores que cometió durante el régimen militar, así como tampoco lo hicieron la Universidad, la Justicia o el Parlamento por lo que cada una de esas instituciones hizo durante el proceso previo al Golpe de Estado. Y declaró que, "A mí mismo me he reprochado que, como presidente del Frente Amplio, en aquel momento no enfrenté con la suficiente fuerza y valentía las violaciones y los desbordes de ciertos actos que cometió la guerrilla en nuestro país".
Además, vale la pena destacar el siguiente juicio: “Para mí el caso paradigmático es el de los cuatro custodios del comandante en jefe, vilmente asesinados en la puerta de su casa. Los hechos son así. Nosotros pensamos que los derechos son unos para nosotros y nuestro grupo y que no valen para los que no piensan como nosotros. Desde el punto de vista conceptual fue tan aberrante la situación de los rehenes (de los militares encerrados) en el aljibe como la de Carlos Frick Davie, del embajador inglés (Geoffrey Jackson), y (Ulyses) Pereyra Reverbel (sepultados) en la ‘Cárcel del Pueblo’. ”
A juzgar por los hechos que hemos mencionado anteriormente, esa “enseñanza” no ha sido asimilada correctamente. Parecería que, algo tan evidente en sí mismo, no ha sido interiorizado por la inmensa mayoría de los actores de nuestros tiempos. Lo grave de tal situación es, que entonces la región se expone a cometer los mismos errores y por consiguiente, repetir la tragedia que segó tantas vidas en el pasado.
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