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Señales no advertidas
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Es sabido que el ex - presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, durante los ocho años de su gestión, disminuyó la atención de su país sobre los asuntos latinoamericanos. Es probable que episodios dramáticos, como el atentado terrorista contra las torres del World Center de Nueva York, las intervenciones militares en Afganistán y en Irak y su preocupación por el largo conflicto entre Israel y los palestinos árabes, postergaron el diseño de un esquema para mantener productivas relaciones con sus vecinos en este continente. Es probable que por esas causas, se haya ignorado las agresivas arremetidas verbales del presidente venezolano, Hugo Chávez, y del presidente de Bolivia, Evo Morales.
Pero el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) fue más lejos; las provocaciones llegaron al acoso de hordas adictas al gobierno a la embajada estadounidense en La Paz; a la expulsión del embajador de ese país, a la expulsión de Bolivia de la DEA (la agencia de los Estados Unidos que cooperaba en la lucha contra el narcotráfico). Tampoco hubo reacción visible. Quizás fue la tolerancia que se dispensa al díscolo, pensando que, pese a las influencias del desbocado chavismo, iría entrando en razón y, al final, se avendría a llevar adelante respetuosas relaciones bilaterales.
Pero aun antes de que el nuevo presidente Barak Obama tome posesión de su cargo, el presidente de Bolivia, en una reunión cumbre en el Brasil, continuó con la diatriba e insensatamente propuso un ultimátum: si el presidente Obama no levantaba el bloqueo comercial a Cuba, los latinoamericanos deberían expulsar (“levantar”, dijo) a los embajadores de los Estados Unidos. Afortunadamente la simplona proposición quedó confinada al piadoso silencio de sus pares.
Pero no todo siguió igual. Ahora hay señales claras de Washington: la nueva secretaria de estado, señora Hilary Clinton, advirtió en una presentación ante el senado que su gobierno no seguirá cediendo terreno de juego a Chávez ni a Morales. Sin embargo, parece que estas señales no fueron percibidas por el gobierno de Bolivia. El mandatario boliviano no abandonó su ofensiva, con insultos y acusaciones al “imperio”, mientras el canciller, el Choquehuanca siempre gris y poco seguro, se empeñaba en informar ingenuamente y con simpleza, que se mejorarán las relaciones entre los dos gobiernos sólo con un intercambio de embajadores no concertado.
Y siguieron las señales del malestar norteamericano. Ahora se responde a las agresiones verbales y se desmiente acusaciones infundadas. La vocera para el hemisferio sur del Departamento de Estado de Estados Unidos (EEUU), Heide Bronke, expresó: “el presidente Morales ha dicho que quiere mejorar las relaciones entre nuestros dos gobiernos. Hacer acusaciones falsas contra Estados Unidos (se refería a la de un imaginario espía de la CIA en YPFB) no guarda concordancia con ese mensaje. Rechazamos esa acusación. No tenemos ningún interés en ninguna conspiración en Bolivia”.
Hay otras señales en el campo que más duele: el narcotráfico. Bolivia, junto a Guinea y Simbawe, de acuerdo al Informe Anual de Lucha Antidrogas del Departamento de Estado, pasó, en el 2008, de la categoría de país preocupación, a gran preocupación, por su tolerancia al narcotráfico y por las facilidades que se da al lavado de dinero proveniente de esa actividad ilícita. Recuerda, asimismo, que Bolivia cortó prácticamente toda cooperación en la lucha antinarcóticos con Estados Unidos.
Esas señales, al parecer, no han llegado al gobierno. Se sigue con la agresividad, quizás pensando que así se disimulan sus faltas, tropelías y errores. Luego vendrán las lamentaciones.
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