El partenaire
por Oscar Almada
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Tenemos el gusto de conocer al Dr. Marcos Carámbula desde que él era niño, a través de nuestra relación con su familia, lo cual crea afectos naturales. Por añadidura, y como excelente médico neumólogo, prestó eficaz y cariñosa asistencia a algunos de nuestros hijos. Durante la dictadura, compartió con nosotros y otros dirigentes políticos locales una cojitranca resistencia que si careció de toda eficacia en su precaria clandestinidad, al menos tuvo el valor de la dignidad que no se resigna. Por todo ello puede tenerse la absoluta seguridad de que los juicios que a continuación se desarrollan para nada afectan la consideración hacia su persona y su figura, y corresponden a una opinión estrictamente política.
Ya en oportunidad de su candidatura a la Intendencia, finalmente exitosa, expresamos que en nuestra opinión Carámbula carece de aptitudes suficientes para la administración, y es más apropiado, diferencias ideológicas aparte, para una legislatura o para la difusión política. Que esto es así, quedó demostrado a través de una gestión en la Intendencia que ha resultado anodina, equivocada y contradictoria con sus anuncios y promesas. El famoso “cambio”, que fue su consigna propagandística, brilló por su ausencia y sólo se concretó en las sustituciones realizadas en el personal (frentistas por colorados) y en el nombre de la institución, que con total desprecio a la Constitución y a la historia es motejada con un alias totalmente inadecuado a una cosa que no es una comuna ni es canaria. En los hechos, lo único que ha marchado realmente bien ha sido la propaganda, y su propia ciudad natal, Las Piedras, ha quedado reducida a una de las peores del país, muy por debajo desde luego de muchas de las administradas por los propios frentistas. Su principal crítica a la administración anterior se basaba en el clientelismo y el nepotismo, y en esos dos precisos aspectos, la actual ha superado ampliamente a su antecesora colorada. Las localidades “adictas” de la Costa de oro (más montevideanas que nuestras) que tanto influyeron en la destrucción de Hackembruch, hoy permanecen calladas por disciplina e hipocresía electoral, pero sufren los mismos o peores problemas.
Por tanto, quien no funcionó como Intendente mal puede resultar un buen Presidente. Ahora bien: al respecto Carámbula puede reflexionar: “Tabaré fue también un desastre en la Intendencia de Montevideo, y ocho años después fue electo presidente, de modo que parecería que la condición para ser candidato frentista a la presidencia es precisamente la de haber fracasado en una intendencia”. “Si, pero no” podemos responderle. Las circunstancias que llevaron a la aplastante victoria electoral del F.A. en el 2004 no son las de hoy, sino todo lo contrario, y no olvidemos que la oleada frentista no se debió ni siquiera principalmente a la presencia de Vázquez, que sólo resultó funcional, y que en la campaña se mostró como un plagiario que no se animó a polemizar con sus adversarios. Y más allá de todo ello, que sería suficiente, hay en la candidatura de nuestro personaje de hoy un aspecto artificial, un origen más unido a una maniobra política interna que a una corriente natural y espontánea de apoyo. Se le utilizó para disminuir a Astori y ahora se le usa para menoscabar a Mujica. Pero evidentemente carece de sustancia, de sustrato. Su propia ideología es poco precisa. Resulta un nominado como actor secundario, un partenaire del candidato. Y como corren menos de cuatro, ni siquiera pagará placé.
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