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Año IV - Nº 228
Uruguay, 06 de abril del 2007
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Felices "Cuascuas" y la
laicidad en la enseñanza
por Helena Arce
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            “Hoy es, martes 3 de abril de 2007”. Así empezaban los deberes de mi hijo, al empezar una tarea todos los niños en la escuela, debían poner la fecha. También empezaban de esa forma  mis deberes, y los de tantos niños que pasamos por las escuelas de este glorioso país. 

            Escuelas públicas o privadas, pero todas,  aun aquellas que pertenecían a algún colegio religioso, no escapaban del sutil amparo laico otorgado por  la reforma de José Pedro Varela. Podría enseñarse religión, pero el programa de enseñanza es el mismo para todos los colegios, y es supervisado por los Inspectores de Primaria.

            Nuestros hijos, todos los hijos de los uruguayos, fueron protegidos en el periodo de gobierno anterior de los intentos de una religión que pugnaba para que en las escuelas públicas se enseñara esa  religión. Cuando notaron la resistencia y tuvieron que aceptar que los argumentos del sentir  del colectivo social eran irrenunciables, más allá de la buena o mala disposición del gobierno de turno,  buscaron desdibujar la propuesta en la intención que se enseñaran todas las religiones. No tuvieron suerte, nada puede contra el sentimiento enraizado en el pueblo uruguayo de las virtudes de la escuela “laica, gratuita y obligatoria”.

            Existen varios proyectos más que interesantes,   de quienes llevan adelante los planes de enseñanza hoy en día. . .

            Celebro contra viento y marea el ambicioso plan Ceibal,  es para mi uno de las propuestas más brillantes del gobierno que nos rige. “Un niño, una computadora”;  es sin duda poner a nuestros hijos en el mundo que les toca vivir. Es importante sin lugar a dudas, que los niños aprendan a pensar y sepan como se gestó el presente, que conozcan la existencia del ábaco. Pero  es imprescindible que sepan usar una computadora, conectarse al mundo a través de Internet, buscar información y aprender a analizarla.

            Ya se verá como lograr que en los hogares más carenciados valoren esa “maquinita” y entiendan que es tan imprescindible como los útiles de geometría, y sea cuidada con el mismo celo que los cuadernos y los lápices. Pero los hijos de todos nosotros deben tener acceso a la informática, aprender a manejarla, a jugar con ella, como lo pueden hacer aquellos niños con  los medios para contar con  la posibilidad de tener una en su casa,  propia,  comprada por sus padres.

            El plan de inglés buscando que los niños lo  aprendan desde temprana edad, cuando por cierto es más sencillo iniciarse en un segundo idioma, también los inserta en el mundo. Quienes han tenido la suerte de viajar, saben por propia experiencia que conociendo ese idioma no existe un lugar en el mundo donde uno no pueda comunicarse con los demás.

            La enseñanza sexual es otro de las grandes esperanzas, brindando información a los niños y adolescentes es de la única manera que lograremos que dejen de ser ignorantes al respecto, sin perder su inocencia. Lograremos que crezcan siendo responsables de su vida sexual, sin tabúes que los inhiban.

            Sin embargo me alarma el intento de reescribir la historia reciente. Es imposible analizarla sin que pesen en ello nuestras pasiones. ¿Cómo vivimos esa época? ¿En qué bando estábamos? ¿Estábamos en algún bando?  ¿Qué perdimos o ganamos durante ese periodo? ¿Dónde estábamos cuando esta ocurría? ¿Cómo resultaron afectados nuestros seres queridos?

            No existe ser humano capaz de ser objetivo, ello va implícito en nuestra calidad de sujetos. Así como somos el sujeto de la oración,  siempre seremos el punto esencial por donde pasará nuestro análisis de los hechos de los que fuimos partícipes.  

            Por ello la  frase hecha: “que la historia lo juzgue”, es bien cierta. Solo el devenir del futuro despeja los acontecimientos,  de lo que cada uno sintió en ese momento.  Ello implica en si mismo, el  dejar pasar el tiempo,  permitir el amainar de las sensaciones producidas mientras lo acaecido era presente en cada uno de nosotros, y  analizar el pasado a la luz de  los documentos que quedan de la época en la cual se desarrollaron los hechos, la prensa y los libros escritos sobre el tema.  Los historiadores analizan, contraponen los mismos y sacan conclusiones.

            Con un amigo a quien gusta tanto la historia como a mí, solemos debatir sobre la historia “contrafáctica”  y analizando lo que hubiese ocurrido de no darse ciertos acontecimientos, uno  ve los claros y oscuros de lo que podría haber ocurrido y por contraposición, al mismo tiempo los  de lo que realmente ocurrió.

            No es posible despejar lo sucedido, de lo que uno “creyó” que pasaba o pasaría, habiendo sido protagonista o testigo presencial. Si esto fuera así de sencillo, todos los artículos de prensa dirían lo mismo, los libros contarían las mismas versiones.

            Por ello cuando se intenta la inserción del estudio de la historia reciente en los planes de historia, tiemblo. Todos vivimos la historia reciente desde distintos ángulos, y es imposible realizar un análisis imparcial de los hechos. Haciéndolo, ya sea este un gobierno como el actual o uno que se encuentre en las antípodas de su pensamiento filosófico,  corre el riesgo de vulnerar la laicidad de la enseñanza. No estaría enseñando  historia, sino dando su versión de la misma.

            La laicidad sigue vigente, hoy más que nunca, pues nos permite compartir a  todos  el mismo mundo, convivir en él, cualquiera sea nuestra religión, nuestra ascendencia geográfica,  racial o social, nuestra línea de pensamiento filosófico, y nuestras necesidades. Nos permite acceder a la información objetivamente, y nos prepara para sacar nuestras propias conclusiones.

            “Hoy es martes,  3 de abril de 2007”, hoy mi madre cumpliría 95 años, pero se fue en el 2002, no me olvido de ella y le digo como siempre: “Feliz cumpleaños María, donde quiera que estés, muy dentro de mi corazón”.

            Felices pascuas, feliz pesaj, feliz fin de semana de turismo, o como me gusta decir a mi “Felices cuascuas” mis amigos y hasta la próxima.

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