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La parálisis que se acerca
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por Andrés Oppenheimer |
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Se busca: un nuevo eje central para la política norteamericana hacia América Latina. El actual —si es que lo hay— probablemente dejará de existir este fin de semana.
Efectivamente, el vencimiento, el 30 de junio, de la autorización del Congreso al presidente Bush para negociar nuevos tratados de libre comercio dejará a Estados Unidos sin lo que ha sido el centro de su discurso hacia las Américas en los últimos años. Ahora, y quizás hasta las elecciones presidenciales de 2008, todo parece indicar que la política norteamericana hacia la región estará en el limbo, o funcionará a control remoto.
Fuentes legislativas me dicen que es poco probable que el Congreso renueve la Autorización para Promover el Comercio (TPA), tal como se conoce la autoridad de vía rápida al presidente de Estados Unidos para negociar nuevos tratados de libre comercio.
La mayoría demócrata en el Congreso no comulga con los recientemente negociados tratados de libre comercio y la Casa Blanca no ha gastado muchas municiones para lograr la renovación del TPA, prefiriendo gastar su menguado capital político para defender la jaqueada política de Bush en Iraq, y tratar de obtener la aprobación del proyecto de ley inmigratoria de la Casa Blanca.
Según funcionarios norteamericanos, la no renovación de la vía rápida para nuevos tratados de libre comercio no afectará los tratados comerciales negociados recientemente con Perú y Colombia, ni los que se espera serán firmados antes de la medianoche del sábado con Panamá y Corea del Sur. Sin embargo, podría causar un gran daño a la industria de exportación de los Estados Unidos y afectar un gran número de trabajos allí, afirman.
“El país con la economía más grande del mundo no puede permitirse quedarse sentado al margen, mientras el resto del mundo se beneficia de marcados cada vez más abiertos”, me señaló el secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez, en un email respondiendo a una pregunta.
En efecto, otros países se están moviendo a todo vapor en la firma de acuerdos comerciales. La Unión Europea (UE), de 27 países, está negociando un tratado de libre comercio con cinco miembros del Mercosur —constituido por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela— y está llevando conversaciones paralelas con la Comunidad Andina y las naciones de América Central.
Canadá, a su vez, está negociando acuerdos de libre comercio con los países andinos, América Central y la Comunidad del Caribe, y China —que ya firmó un tratado comercial con Chile— está iniciando negociaciones comerciales con Perú.
La última vez que el Congreso hizo una pausa en otorgarle autorización a un presidente para negociar acuerdos comerciales por la vía rápida, entre 1995 y 2001, se firmaron nada menos que 189 tratados comerciales entre otros países del mundo, según datos de la oficina del Representante Comercial de Estados Unidos. Las empresas norteamericanas perdieron muchos mercados entonces y lo mismo podría volver a ocurrir ahora, dicen.
Pero la mayoría de los demócratas en el Congreso niega que la no renovación de la autoridad presidencial tenga un impacto desastroso. Los demócratas aducen que los tratados de libre comercio le están costando empleos a los norteamericanos.
Incluso algunos defensores del libre comercio dicen, resignados, que de todos modos no había mucho que negociar en América Latina: la mayoría de países que querían tratados de libre comercio con Washington ya los ha negociado, y los que no lo han hecho —como Brasil, Argentina o Venezuela— no los quieren. Hay algunos —como Uruguay— que podrían querer un tratado comercial, pero son los menos, dicen.
Asimismo, algunos defensores del libre comercio señalan que los tratados comerciales de la Unión Europea con Latinoamérica son mucho menos ambiciosos que los de Estados Unidos.
“Es una histeria empíricamente infundada”, señala Jerry Haar, un profesor de negocios de la Universidad Internacional de la Florida, refiriéndose a los temores de que Europa le podría quitar negocios a las empresas norteamericanas. “Si uno mira la logística y las cadenas de producción, Europa no puede competir con Estados Unidos en el comercio con la región”.
Mi opinión: aunque los tratados de libre comercio han sido positivos tanto para Estados Unidos como para América Latina, y aunque la no renovación del TPA por el Congreso le hará daño a ambos, también es cierto que la política estadounidense hacia la región ha estado demasiado centrada en el libre comercio en los últimos años.
Quizás la parálisis que se viene sería una buena oportunidad para Bush para convocar a una Comisión bipartidista sobre América Latina, idealmente encabezada por los ex presidentes George H. Bush y Bill Clinton, que podría planear —como la Comisión Kissinger sobre América Central en 1984— una nueva dirección para la política norteamericana en la región. Una política bipartidista en proceso de construcción será mejor que ninguna.
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